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Una Cuba desconocida en la “era de los cambios”

Covering Cuba in an Era of Change, Universidad de Columbia, New York
Miriam Celaya

19 de octubre 2014 - 06:55

New York/De no ser porque las intervenciones son en inglés, por la disciplina en el cumplimiento de los horarios, por la coordinación y cuidado de cada detalle y por la calidad del servicio, podría parecer que la conferencia Covering Cuba in an Era of Change, en la que participo como invitada, transcurre en un espacio oficial de la Isla.

Sin embargo, todo discurre en Columbia Journalism School, New York, aunque en ocasiones paneles y panelistas parecieran seguir un guión destinado a complacer incluso al comisario castrista más exigente, no por haberse centrado los temas en el levantamiento del Embargo –y no precisamente en la cobertura de prensa en una Cuba de cambios en la que, no obstante, seguimos sufriendo una escandalosa ausencia de libertades– sino por la urdimbre combinada de fantasías y verdades a medias con las que se pretende fundamentar la inutilidad de la política estadounidense hacia el gobierno cubano.

No hay dudas de la necesidad de implementar nuevas políticas para mover el actual estancamiento de las relaciones Cuba-EE.UU, pero es erróneo calificar como nulo el efecto del Embargo sobre el gobierno cubano, como también constituye una ingenuidad –por llamarlo de una manera delicada– la tesis de que “es el pretexto que permite a los Castro reprimir a los disidentes”.

Si en verdad el Embargo resulta inocuo, ¿cómo explicar las reiteradas denuncias de la cúpula, calificándolo de “política criminal”, en particular después de la caída del llamado socialista real europeo cuando finalizaron los gigantescos subsidios que permitieron la implementación de los programas sociales que todavía hoy nutren la leyenda “Castro” casi en todos los foros?

Mientras prevalezca la imagen de “la bondadosa dictadura” que universalizó la salud y la educación “para el pueblo” (...) los cubanos seguiremos lamentablemente jodidos

Pero no será reforzando viejos mitos como mejorará la vida de los cubanos. Mientras prevalezca la imagen de “la bondadosa dictadura” que universalizó la salud y la educación “para el pueblo”, olvidando que el costo fue nuestra libertad; mientras exista esta extraña fascinación por Fidel Castro, el hacedor de la más larga dictadura del mundo occidental; mientras se incurra en el vicio de aludir a los que se consideran adversarios sin darles participación en el debate, o sencillamente algunos cabilderos, quizás demasiado sensibles, abandonen la sala cuando alguien –con la autoridad moral que le confiere el hecho de ser cubana y vivir en Cuba– se atreve a develar verdades que no quieren escuchar; mientras la voz de quienes sufren realmente las mareas y reflujos de las políticas estén ausentes, no importará si existe o no un Embargo. Los cubanos seguiremos lamentablemente jodidos.

Por estos días he estado asistiendo, perpleja, al debate de muchos ponentes que creen saber, quizás con la mejor voluntad del mundo, cuál es la realidad cubana y qué es lo mejor para nosotros. He escuchado esa vieja versión de la Historia de Cuba en virtud de la cual Fidel Castro es heredero del pensamiento martiano y continuador de la lucha por la independencia. He escuchado numerosos elogios sobre los fabulosos logros del sistema cubano en materia de ecología, servicios sociales y hasta económicos. He descubierto la Cuba que quieren mostrar los que mueven la opinión pública en este país.

Lo grandes ausentes siguen siendo los cubanos, no solo los de Miami –que aquí genéricamente incluyen en un gran saco, como si apenas fuesen números para engrosar estadísticas y rellenar encuestas, y que dicen son iguales a los haitianos que huyen de su país por cuestiones meramente económicas–, sino también los miles que siguen emigrando de manera constante y creciente por cualquier vía, y los millones condenados a arrastrar una vida de pobreza y desesperanza en nuestra Isla. Pero el vacío más elocuente, salvo por mi excepcional presencia aquí, es el de los periodistas y blogueros independientes que sí cubren el día a día desde lo profundo de la Isla. Otra vez ha prevalecido la mirada edulcorada del extranjero.

Privilegio de los poderosos, los medios y los políticos, para los cuales Cuba no es más que una isla exótica y bella, por mucho tiempo gobernada por un genio –quizás un pelín déspota, pero que habrá de morir algún día– y sustituido en orden dinástico por su hermano. Una isla habitada por el pueblo más risueño y feliz del mundo.

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