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Cuba y la desesperanza

Historia sin Histeria

La palabra que más se repite en las charlas del exilio no es apagón, ni hambre, ni miseria, sino una todavía más sombría

Las pocas personas que transitaban tenían la mirada perdida, con la resignación del que ya no espera nada. / 14ymedio
Yunior García Aguilera

10 de octubre 2024 - 17:58

Madrid/Cada cierto tiempo me reúno con cubanos que acaban de salir de la Isla o están de paso por Madrid. La palabra que más se repite en nuestras charlas no es apagón, ni hambre, ni miseria, sino una todavía más sombría: desesperanza. Un amigo que fue recientemente a Cienfuegos me mostraba las imágenes que hizo durante su visita. Las calles estaban prácticamente desiertas y las pocas personas que transitaban tenían la mirada perdida, pero no como quien aguarda un milagro, sino con la resignación del que ya no espera nada.

Las redes sociales, por otro lado, tampoco muestran un panorama muy alentador. Es cierto que las avenidas de Facebook parecen más concurridas que las calles reales de La Habana, pero allí coincidimos todos, los que nos fuimos y los que se quedaron. Y navegar por internet no es un paseo en velero, es remar en aguas turbulentas, donde las corrientes de opinión nos lanzan de un lado a otro, contra las rocas. Son más frecuentes las peleas entre opositores que las acciones concretas contra el régimen. Son más abundantes las descalificaciones, los insultos y el “fuego amigo”, que los consensos y las agendas estratégicas.

Probablemente, Hatuey no tenía el menor deseo de reunirse en el cielo ni con los españoles, ni con su propia gente

No hay nada nuevo bajo el sol, diría Salomón. Repasando nuestra historia, esa desesperanza aparece más de una vez. Todos recordamos al primer héroe, Hatuey, el cacique quisqueyano que vino a alertarnos sobre la ambición de los conquistadores y que lideró la primera rebelión. Nuestros libros de texto han hecho hincapié en sus últimas palabras en la hoguera, rechazando el boleto al paraíso y convirtiéndose en un paradigma de intransigencia. Pero de lo que nunca nos hablaron fue de su estado de ánimo en aquel momento. Y es que no solo se trataba de un ser humano condenado a morir de una forma espantosa, sino de un líder decepcionado. Uno de sus propios hombres fue quien lo traicionó, delatando su posición y facilitando su captura. Probablemente, Hatuey no tenía el menor deseo de reunirse en el cielo ni con los españoles, ni con su propia gente.

El otro gran héroe en taparrabos fue Guamá, quien resistió a los conquistadores durante una década, en lo que algunos llaman “nuestra primera guerra de los diez años”. Y después de todo ese tiempo, el gran cacique no murió en manos de sus enemigos, sino por alguien que compartía su misma sangre. Cuentan que fue un asunto de faldas, o más bien de naguas. Guamá había raptado a la esposa de su hermano, y este fue poseído por Caín. Mientras Guamá dormía en su hamaca, su propio natiao (hermano, en lengua taína) le clavó un hacha en la frente. Después de eso fue relativamente fácil para los españoles pacificar el territorio.

Todos conocemos la épica anécdota que convirtió a Céspedes en el Padre de la Patria. El bayamés fue capaz de preferir la muerte de su hijo antes que renunciar a su lucha. Pero, tal vez, ese sería su último pensamiento en San Lorenzo. A Céspedes lo persiguió la envidia de otros caudillos desde el mismísimo grito de independencia. Y cinco años después de iniciada la contienda, sería traicionado por la propia Cámara de Representantes de la República en Armas. No les bastó con destituirlo, también necesitaron humillarlo. Lo obligaron a marchar en la retaguardia de la tropa durante un mes y le retiraron su escolta. Violaron sistemáticamente su correspondencia, le negaron el permiso para reunirse con su esposa y con sus hijos gemelos en Nueva York y lo abandonaron en un recóndito paraje. Quizás nunca sabremos a ciencia cierta si fue delatado por sus antiguos compañeros o si su último disparo fue una bala suicida. Esto que voy a escribir podría resultar políticamente incorrectísimo, pero, con Céspedes, esa ilusión abstracta que llamamos Patria cometió parricidio.

Con Céspedes, esa ilusión abstracta que llamamos Patria cometió parricidio

Ni hablar de los últimos días de Martí y su innecesaria muerte en combate. Nuestra historia, leída sin histeria patriotera, está llena de desesperanza. Pero el objetivo de este artículo no es desilusionarte, querido lector, sino sacudirte.

Hace poco conversaba con una diplomática, cuyo nombre y nacionalidad me reservo, y me comentaba algo alarmante. Según su visión sobre Cuba, la degradación es tan acelerada, que existe la posibilidad de que el daño sea irreparable. Tal vez, ni siquiera cayendo la dictadura, seamos capaces de reconstruir en un tiempo prudente el cuerpo y el alma del país. En resumen, si el régimen sobrevive un quinquenio más, nos dejarían un Estado permanentemente fallido, donde resultaría imposible alcanzar la democracia y el progreso que tanto soñamos. Y esta fatalidad empeora si analizamos el contexto internacional, porque el mundo de hoy no está en condiciones de brindarnos la ayuda que necesitaríamos para reparar todo el daño acumulado.

Dicho esto, a apretarse el cinturón, a secarse las lágrimas y a recuperar la esperanza. No vamos a legarles a nuestros hijos esta lucha. Nos toca a nosotros… y tiene que ser ya.

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