"Cuba forma compulsivamente a médicos mediocres"
El autor es de Camagüey y trabaja actualmente en una misión internacional, no identificada por razones de seguridad
Camagüey/Hace pocos días, asistí a una de esas reuniones sindicales inútiles que como dogma hemos convertido en una práctica habitual en los centros de trabajo, donde supuestamente hemos de debatir inconformidades y hablar de algo tan sagrado y a la vez ultrajado como es el convenio colectivo, pero que han perdido su esencia y son la plataforma ideal para que los burócratas indiquen, peleen y ordenen a sus trabajadores el camino a seguir y acaben como siempre alabando la Revolución.
Decidí escuchar e intentar interpretar aquella fila de palabras que salían en orden, casi perfectas, casi copiadas, casi reales, casi pensadas por sí mismas por quien desde la comodidad de un buró, y con aire acondicionado, dirige el milagro de la producción.
Haciendo burlas incómodas, la funcionaria nos daba su percepción de los sucesos del Movimiento San Isidro y de los jóvenes del 27N. "No dejaremos que nos quiten las conquistas de la Revolución", decía, haciendo seguramente alusión al cliché de siempre: que tenemos salud y educación gratuitas. Lo cierto, sin embargo, es que cada día somos más los que observamos de manera distinta las cosas.
La escasez diaria en todos los ámbitos invita a reflexionar: vernos en pleno siglo XXI padeciendo estos males, en una tierra tan rica como es Cuba, solo puede ser síntoma de una mala administración, de una falta total de acciones progresistas económicas.
¿Sabe usted cuántos países del mundo que no son socialistas poseen un sistema público, gratuito y de calidad de salud? Son muchos
Señora directiva, ejecutiva, funcionaria, jefa, y cuantos apelativos se puedan obtener, hablemos de salud, salud gratuita: ¿sabe usted cuántos países del mundo que no son socialistas poseen un sistema público, gratuito y de calidad de salud? Son muchos. Si sale a las calles de Cuba hoy, intente encontrar, en esa conquista de la Revolución, medicamentos variados para afecciones tan normales como un dolor de cabeza o una infección. No hay, acompañado de un encogimiento de hombros, serán las respuestas detrás del mostrador de las farmacias.
¿En cuántas clínicas estomatológicas se suspende el servicio de atención a la población por falta de agua? ¿En cuántos hospitales de Cuba se suspenden servicios de cirugías electivas o no tan urgentes por esta misma razón? O por falta de guantes, de esparadrapo, de suturas o por roturas de equipos importantes porque la pieza demora, o de miles de razones que todos en algún momento hemos escuchado y hasta padecido en carne propia.
El estado actual físico de los hospitales, policlínicos y consultorios médicos es nefasto, la alimentación de los enfermos ingresados deja mucho que desear, obtener un turno para pruebas específicas que usan tecnologías avanzadas es tan complicado y dilatado en el tiempo que se puede catalogar hasta falto de humanidad.
¿Es esa la conquista revolucionaria de la que fardas ante el mundo, dar gratis un servicio así de mediocre, lleno de carencias, mal ambientado, mal dirigido?. No hablo del que aparece en el noticiero, al que no podemos acceder los cubanos comunes y corrientes (el Cimeq, la Clínica Internacional Cira García, el Censam Marine…).
La doble moral comunista es un hecho latente, pues promueve lo que le conviene. La cara oculta de esos logros es un pueblo que paga los salarios astronómicos de quienes ni producen ni son capaces de hacer una sociedad mejor. Será que eso es una conquista, perdóneme señora jefa.
El sistema sanitario cubano real, el que nos toca a los cubanos de a pie, dista mucho de ser eso que se vende al mundo, y no es más que una farsa que no suple las carencias de la población. Un enorme porcentaje de los médicos competentes necesita salir a otro país a buscar lo que en el suyo no puede adquirir, y desde hace unos años está formando compulsivamente médicos nuevos, desechando los estándares y las aptitudes para un oficio tan digno como este, dando espacio a la mediocridad y la posibilidad de ser doctor a personas que no deberían serlo.
Y he ahí la otra famosa conquista de la Revolución, la educación. Con el afán de hacer profesional a todo el mundo, encontramos una sociedad que posee miles de mediocres creídos de tener un título, que avergüenzan a quienes sí lo merecían y se esforzaron por los medios correctos, y a la vez no se pueden rebajar para labrar la tierra.
De la educación han desaparecido los maestros de verdad, y un televisor pretende, durante la pandemia, sustituir lo insustituible. Las escuelas en cada municipio se caen a pedazos y los niños aprenden a medias, porque las dudas no pueden ser resueltas por nuevos maestros desmotivados, que simplemente optaron por esa carrera en muchos casos para no pasar dos años de servicio militar.
Desde hace unos años está formando compulsivamente médicos nuevos, desechando los estándares y las aptitudes para un oficio tan digno como este, dando espacio a la mediocridad y la posibilidad de ser doctor a personas que no deberían serlo
¿Y qué me dice del estado actual de las becas en los centros de estudios preuniversitarios (los que aún poseen becas), o las becas de las universidades cubanas? ¿La comida de los futuros profesionales del país? Si verlo es deleznable, vivirlo es más doloroso de lo que se puede explicar en una simple publicación.
Las mayores conquistas de la Revolución son, hoy, su gran vergüenza. Aun así, pretendemos tapar el sol con un dedo. Es triste que por aquello que luchaste y padeciste de insomnio tantas noches no te proporcione una vida digna, no te dé lo necesario para formar una familia y rejuvenecer la sociedad cubana envejecida; es doloroso ver que tus esfuerzos son frenados por carencias y, en muchas ocasiones, por esas conquistas que la señora directiva pretende seguir defendiendo.
Cubanos, no hay tales conquistas, solo son fachadas de un sistema incapaz, inmoral, corrupto y avasallador, un conglomerado de piratas y delincuentes que se mantienen desde hace años vulnerando y sometiendo a un pueblo sufrido y que va perdiendo su esencia. Seguimos con la cabeza baja y haciendo colas, intentando sobrevivir y luchando, mientras ellos en su cima nos observan cual señores feudales, disfrazando con la palabra socialismo o comunismo un engendro ideológico inservible que no ha funcionado ni funcionará jamás.
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