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Los cubanos y la "revolución"

La más grave consecuencia de esta "revolución eterna" es la división de la nación en dos grupos según la actitud con respecto al régimen

La música de los Beatles estuvo prohibida por ser una "desviación ideológica" hasta que el Máximo Líder, sedente junto a un John Lennon de bronce, confesó ante la televisión: "Lamento mucho no haberte conocido antes".
Eloy M. Viera Moreno

31 de enero 2021 - 14:02

La Habana/El término "revolución" fue usado por primera vez en el contexto cubano por el sacerdote Félix Varela. Lo hizo en 1824, desde un periódico distribuido de mano en mano ilegal y secretamente. Las autoridades coloniales catalogaron a El Habanero y a su director como "mercenarios" al servicio de "potencias extranjeras", mientras su hacedor debió vivir el resto de su vida en el exilio condenado a muerte. Cualquier parecido con las condiciones de descalificación a ultranza y represión gubernamentales bajo las cuales funciona la prensa independiente en la Cuba de hoy es absoluta coincidencia.

Desde entonces, los cubanos hemos considerado los sucesos impulsores de la cubanidad como "revoluciones", por esa aparente voluntad de renovación acelerada de nuestra vida política que "apenas conoce el adagio y en cambio cultiva el allegretto con una irresponsable avidez", según Francisco Ichaso. En el transcurso de 135 años, hasta 1959, nombramos "revolución" a verdaderos procesos de signo positivo como las gestas independentistas de 1868 y 1895, la huelga general para finiquitar la dictadura de Gerardo Machado o la revolución popular triunfante en 1959. Todas con algo en común: aportaron, en mayor o menor medida, al desarrollo de la nación y a la cohesión de los cubanos. La historia de la cubanidad era vista como una revolución prolongada, indivisible, con momentos culminantes conducidos por generaciones diversas. Los revolucionarios, por tanto, se consideraban a sí mismos herederos de las luchas anteriores.

La historia de la cubanidad era vista como una revolución prolongada, indivisible, con momentos culminantes conducidos por generaciones diversas

Sin embargo, también se han bautizado así acontecimientos sin aporte raigal a la cubanidad, dirigidos más a alcanzar aspiraciones personales. En ese grupo cuentan insurrecciones por discordias partidistas como la sublevación de La Chambelona en 1917, o la sublevación de los sargentos del 4 de septiembre de 1933. Hasta Fulgencio Batista, figura entrenada en este tipo de revueltas para entrarle de lleno al presupuesto nacional, utilizó reiteradas veces el vocablo "revolución" en el texto de la Ley Estatuto, en un intento por justificar el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

Esta palabra históricamente ha producido una subyugante influencia sobre la conciencia del cubano, por lo cual fue prolijamente usada por políticos y por mandatarios demagogos.

Con esos antecedentes llegó la revolución de 1959 y despertó en buena parte de la población y de la intelectualidad cubana la esperanza en una consolidación sin precedentes de la nación. Jorge Mañach, intelectual estudioso del tema, con una experiencia vital de cuatro décadas de lucha, sentenció ese propio año: "No hay duda que se está cuajando al fin la gran voluntad nacional". Unos meses después marchó al exilio ante el rumbo totalitario de los acontecimientos.

Con el giro al marxismo entre los años 1959 y 1965, sus líderes aprovecharon la fascinación de los criollos por la "revolución" y la convirtieron en una cuestión de partido, cuando tradicionalmente había sido tratada como un concepto relativo a la nación. Adicionalmente, se justificó la imposición de una agrupación política única y excluyente en un país con amplia tradición pluripartidista, repitiendo la praxis soviética del marxismo. La nación dejó de marcar el rumbo y se colocó al Partido sobre el Estado, hasta entonces expresión de la cubanidad y legal veedor de sus intereses mediante los mecanismos de la democracia. Se proclamó a la Revolución como un proceso continuo en el tiempo y se anularon los brotes generacionales. Una campaña ideológica bien orquestada confundió en la conciencia colectiva los términos patria, nación, Estado y revolución. Para sostenerse en el poder por seis décadas se llevó el culto a la personalidad a una escala mítica, contradiciendo la enseñanza martiana según la cual "las revoluciones, por muy individualistas que parezcan, son obras de muchas voluntades, y hay que inclinar con frecuencia la propia".

Los principios de la "revolución" fueron cambiados con camaleónica profusión: el triunfante movimiento "verde como nuestras palmas" se tornó "socialista marxista-leninista"

Los principios de la "revolución" fueron cambiados con camaleónica profusión: el triunfante movimiento "verde como nuestras palmas" se tornó "socialista marxista-leninista"; se reintrodujo la iniciativa privada demonizada durante años; volvió el turismo extranjero igual de satanizado; y un largo etcétera. Simpático e ilustrativo es el ejemplo de la música de los Beatles, prohibida por ser una "desviación ideológica" hasta que el Máximo Líder, sedente junto a un John Lennon de bronce, confesó ante la televisión: "Lamento mucho no haberte conocido antes".

La más grave consecuencia de esta "revolución eterna" es la división de los cubanos, de la nación, en dos grupos según la actitud con respecto al régimen: los "revolucionarios" y los criollos de mala entraña. Llevará tiempo cerrar esa grieta. Soy optimista, siempre podemos volver a los sentimientos y tradiciones esenciales que nos legaron los padres de la cubanidad. El futuro es promisorio.

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