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¡Culpables!

Este verano, los taxistas se han convertido en el nuevo enemigo público para el Gobierno. (14ymedio)
Yoani Sánchez

20 de julio 2016 - 14:27

La Habana/A principios de este año el mal lo encarnaban los intermediarios, señalados como culpables de los altos precios en los alimentos del mercado agrícola. A finales de 2013, las bestias negras habían sido los comerciantes por cuenta propia que vendían ropa y mercancía importadas. En febrero de 2016, la guerra contra los carretilleros entraba en su apogeo y, en la actualidad, el enemigo conduce un taxi colectivo y su nombre popular es botero.

Si algo ha caracterizado al sistema cubano de los últimos 57 años es su habilidad para encontrar un chivo expiatorio. Cuando los planes agrícolas no se cumplen la culpa es de la sequía, la indisciplina de los trabajadores o la mala organización dictada por algún burócrata de baja jerarquía. Si comienza la época de fuertes precipitaciones, entonces el suministro de agua se mantiene inestable en poblados y ciudades debido a que "la lluvia no está cayendo donde debe", como explicaba en recientes declaraciones una funcionaria del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH).

El transporte urbano no funciona bien debido al "vandalismo" y porque "la población no le brinda el trato que merecen estos equipos", nos explican. Mientras, la mayoría de los accidentes en la vía son a causa de "imprudencias de los choferes" y no por el mal estado de carreteras y caminos, la pésima señalización o los inventos que deben hacer los conductores para mantener funcionando sus caducados vehículos.

El dedo índice del poder se dirige en muchas direcciones para acusar a otros, pero nunca se gira hacia sí mismo

El dedo índice del poder se dirige en muchas direcciones para acusar a otros, pero nunca se gira hacia sí mismo. De vez en cuando, para mostrar cierto tono de autocrítica, la emprende contra los propios militantes del Partido Comunista y los acusa de no emitir sus opiniones "en el lugar y el momento oportuno" o hace a algún ministro pagar los platos rotos de las fallidas políticas de Salud Pública, Educación u otro sector.

Los ciudadanos somos los principales culpables, según nos advierte la televisión oficial, de la presencia del Aedes aegypti que desde hace años no cede ni a fumigaciones ni a campañas. En nuestras casas se encuentran "los principales focos" del mosquito, nos espetan en la prensa, como si las entidades estatales y gubernamentales fueran impolutos reductos de limpieza y orden.

También la emigración es un pecado nuestro, porque vamos en busca de "cantos de sirenas" y nos dejamos caer "en manos de coyotes", aclara el discurso castrista. Para ese guion que siempre reparte la carga en terceros, los migrantes que protestaron frente a la embajada cubana en Ecuador, estaban "haciendo méritos" frente a Estados Unidos y algunos de ellos, una vez instalados en el vecino del norte, terminarán enviando "fondos ilícitos" a sus parientes en la Isla para que sostengan un negocio privado.

Los más cómodos de encontrar son los enemigos externos, como el imperialismo, "el criminal bloqueo estadounidense", las conspiraciones "de la derecha latinoamericana" y hasta la "traición histórica" de los viejos camaradas de Europa del Este, un espantapájaros para infundir miedo, al que se acompaña de los satanizados "contrarrevolucionarios" del patio, señalados con todos los insultos que la grosera maquinaria gubernamental ha creado en casi seis décadas.

Si faltan productos en los estantes de los mercados, los reportajes televisivos acusan a los "acaparadores". Si una frutabomba ha llegado a costar el salario de todo un día de un profesional se debe a "la falta de escrúpulos" de quienes se quieren "lucrar a costa del pueblo", nos dicen desde la pantalla chica. En ese reparto de culpas, todos hemos sido alguna vez colocados en el centro de las imputaciones.

Tenemos todo el derecho de dirigir nuestro índice hacia ese sistema que nos ha condenado al perenne banquillo de los acusados

Ahora, el aparato propagandístico gubernamental la emprende contra los conductores de taxis colectivos, pero mañana podrían ser los propietarios de restaurantes privados, los maestros que brindan repasos particulares o los aguadores que venden su preciada mercancía en los barrios donde las tuberías están secas desde hace semanas.

Siempre habrá un "malhechor", un "irresponsable" o un "enemigo" que hace que el sistema no pueda funcionar en toda su gran humanidad de manual, su nunca probada eficiencia y su supuesta capacidad, aún por demostrar, de hacer felices a los cubanos.

Sin embargo, la estrategia de culpar a otros, por oleadas y en cuotas programadas, tiene un punto débil. Llega un momento en que los culpables son más que los acusadores. Hay un segundo en que, del lado de acá, de los estigmatizados coincidimos balseros, disidentes, carretilleros, cuentapropistas, boteros, ministros defenestrados y vilipendiados mercaderes de baratijas. En ese punto, en el que estamos hace mucho tiempo, tenemos todo el derecho de dirigir nuestro índice hacia ese sistema que nos ha condenado al perenne banquillo de los acusados.

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