El derecho a morir o hasta dónde llega la libertad individual
La editora de Carlos Alberto Montaner cumple la promesa que hizo al autor de escribir un texto para abordar el debate sobre la eutanasia
Miami/En su último texto el escritor Carlos Alberto Montaner pide un debate sobre el derecho a la muerte asistida: la eutanasia.
Hace años, tuvimos esta conversación porque teníamos una amistad llena de confidencias y complicidad. A veces ocurre entre un escritor y el editor de uno de sus textos más intimistas.
Él prometió "avisarme" y yo prometí escribir este texto.
En aquella ocasión, en el salón de mi casa en Madrid, con una taza de té en la mano mientras editábamos La mujer del Coronel, dijo que tenía una pistola lista para usar si llegaba el momento.
La edición de ese texto lo tenía exultante de gozo. ¡Nunca lo vi tan plenamente feliz! No hablaba una persona en medio de los baches de la vida.
Le dije: "Hay formas más civilizadas. Imagina la escena en la que tu familia encuentra un cuerpo destrozado por el impacto de una bala. ¿De verdad quieres eso?"
Le dije: "Hay formas más civilizadas. Imagina la escena en la que tu familia encuentra un cuerpo destrozado por el impacto de una bala. ¿De verdad quieres eso?".
Los argumentos de índole religiosa no tenían sentido para él. Disfrutaba el intercambio conmigo especialmente porque soy católica, una persona de fe, comprometida con Dios y con la Iglesia. Podía ser muy provocador porque era un polemista por naturaleza, hasta después de muerto.
Montaner había superado una cirugía y llevaba un marcapasos; era sobreviviente de cáncer y mantenía a raya los posibles efectos de la diabetes. En ese momento, esos eran sus achaques, que "atesoraba con cariño", como solía decir.
Hace más de diez años ¡y ya se sentía listo para partir! Decía que ya había cumplido, que estaba en paz.
Vivió más intensamente de lo que se pueda imaginar porque, además de la vida real tenía el mundo infinito que nos regala la creación literaria. Montaner fue un hombre de palabra(s) y de compromisos.
Se conoce mucho más su obra como periodista y como politólogo, pero su verdadera pasión era la narrativa. Lamentaba no haberle podido dedicar más tiempo.
Vivió incluso intentos de asesinato porque, aunque fue una persona muy pública y de muchos amigos, tenía también muchos (y peligrosos) enemigos. Conocía la Muerte y tenía una relación cordial con ella.
No lo vi nunca actuando por impulso y sé que no lo empujó el orgullo de no querer depender de nadie. Fue más que eso. Era una decisión asumida: Si podía decidirlo, él pondría el fin a su vida. También sabía que terminaría sus días en España; confiaba en la sanidad española y amaba Madrid.
Pedir una muerte digna es un acto de libertad individual y de respeto a la vida, a la vida vivida y a la de las personas con quienes la vivió. Es un acto consecuente con su idea de los derechos individuales. Esa es la base de su razonamiento.
Pedir una muerte digna es un acto de libertad individual y de respeto a la vida, a la vida vivida y a la de las personas con quienes la vivió. Es un acto consecuente con su idea de los derechos individuales
Estimado lector: No me malinterpretes, no te estoy empujando al suicidio, ni Montaner tampoco. La vida es bella y siempre puedes encontrar razones para vivir. Pero, cuando la vida pesa más que la muerte, decidir tocar el botón que la apague debería ser un derecho reconocido como tal.
La muerte asistida no se aplica a personas que se aburrieron de esta vida. Técnicamente, no es un suicidio. Y no se dispensa como aspirinas sin receta.
En España se le presenta la solicitud a un médico colegiado. Estudia el caso y somete la solicitud a evaluación de un médico consultor que probablemente será especialista en la enfermedad causante.
Según la ley, aprobada en 2021, deben concurrir tres condiciones:
La persona debe ser ciudadana española o residente por más de un año en España; debe declarar que solicita la ayuda libremente, sin presiones externas; y la determinante: la persona sufre una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante, que debe ser certificada por el médico responsable.
Por último se le presenta el caso a una comisión que designa a un médico y un jurista que examinan la historia clínica y la solicitud.
El trámite puede tardar un mes y, si el dictamen es positivo, la persona determina día, hora y lugar de su muerte.
La persona decide si bebe un jarabe de Pentobarbital; si gira la llave que abre la vía intravenosa a un suero con los medicamentos; o pedir que lo duerman y que sea el equipo médico el que se encargue de todo.
Entre los dos y cinco minutos de aplicada, la droga comienza a hacer efecto e induce a un coma profundo, que lleva a la muerte. El proceso es seguro (produce la muerte inequívocamente) y es indoloro.
¿Sabes qué cantidad de suicidios ocurren cada año en los países desarrollados? La mayor parte de ellos de manera violenta, conllevando enorme sufrimiento. Y, aparte, están los intentos de suicidio sin éxito, que dejan secuelas con las que vivir se hace más difícil.
Me alegra que Montaner haya recurrido a la vía más civilizada.
El hecho de que en Estados Unidos no sea legal la eutanasia lo forzó a regresar a España "para morir"
El hecho de que en Estados Unidos no sea legal la eutanasia lo forzó a regresar a España "para morir".
¿Podrías creer que existen rutas "turísticas" para morir, que haya personas que vayan expresamente a los países en los que es legal la eutanasia con la esperanza de tener una muerte tranquila... y legal?!
En Estados Unidos es legal la tenencia de armas y usarlas para matar en defensa propia; lo es la pena de muerte (que se ejecuta por medio de inyección de un cóctel de fármacos) y lo es el aborto.
Es legal retirar la asistencia vital cuando el paciente presenta muerte cerebral y debe ser aprobada por un familiar o persona designada.
Sin embargo, el haber hecho un intento de suicidio puede negar el acceso a un empleo y la muerte por suicidio anula los beneficios que podría recibir la familia si el occiso hubiera tenido seguro de vida.
En resumen, es legal determinar la muerte de otro pero no la propia.
La única posibilidad de decidir es negarse a recibir maniobras de reanimación cardiorrespiratorias (resucitación) en caso de accidente o enfermedad y se declara cuando se llega a un hospital consciente.
Probablemente Estados Unidos no esté listo para este debate. Pero la sociedad estadounidense tiene varias asignaturas pendientes con respecto al derecho a la vida
Probablemente Estados Unidos no esté listo para este debate. Pero la sociedad estadounidense tiene varias asignaturas pendientes con respecto al derecho a la vida ¡y a la muerte!
La muerte asistida implica pasar de la vida a la muerte con tranquilidad, sin dolores y en paz. Implica que las familias se preparan para el proceso y para superarlo de mejor manera.
El respeto a la libertad individual tiene que reconocer el derecho a decidir morir dignamente, sin dolor y sin sufrimiento.
Echaré de menos a Montaner el resto de mi vida, como muchos de sus amigos. Pero defenderé su derecho a morir incluso si no estuviera de acuerdo con su decisión.
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Nota de la Redacción: Otra versión de este texto ha sido publicada por la autora en El Nuevo Herald este domingo.
Tras la publicación de este artículo recibimos una copia del correo electrónico que Linda Montaner, viuda de Carlos Alberto, envió a El Nuevo Herald, a la atención de Luisa Yanez. Lo reproducimos aquí íntegramente:
Estimada Luisa,
Soy la viuda de Carlos Alberto Montaner y he leído un artículo publicado el 29 de julio y firmado por Grace Piney en las páginas de opinión de El Nuevo Herald, donde hay al menos tres afirmaciones que no son ciertas. Mi esposo nunca tuvo cáncer, ni un marcapasos y desde luego nunca tuvo una pistola. Sobre esto último, siempre sostuvo que era un error tener armas en la casa. Le agradeceré publique estas aclaraciones.
Un cordial saludo,
Linda Montaner
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