El Día de las Madres y la Amnistía
¿Será posible que en la Cuba de hoy pueda hacerse una gestión similar?
Miami/En la película Nadie Escuchaba sobre los presos políticos cubanos del gran cineasta Néstor Almendros, hay un segmento de apenas dos minutos con una anciana, que este Día de las Madres nos estremece el corazón. Clara Abraham, viuda de Boitel, relata con una tristeza infinita los últimos días de su hijo Pedro Luis en una celda del pabellón de máxima seguridad del Castillo del Príncipe en La Habana. La historia también la recoge Guillermo Cabrera Infante en su magistral obra Vista del Amanecer en el Trópico.
Pedro Luis Boitel, fue "un líder estudiantil que había luchado contra el régimen anterior" pero en desacuerdo con el rumbo de la revolución comenzó a conspirar y "fue condenado a 10 años de prisión en 1960, pero en 1972 estaba preso" y murió sin asistencia médica.
"Por salvar a mi hijo estuve doce años luchando, para que se me muera como un perro... no sabía dónde estaba... dónde estaba enterrado. Me han dado golpes. Estuve presa ocho horas, cuando me dijeron: 'Su hijo está muerto, ya lo hemos enterrado'...45 días sin atención médica. ¿Tú sabes lo que es no entregarle a una madre su cadáver? Ayer fuimos 12 mujeres a llevarle unas coronas y nos salían detrás de las tumbas más de 300 turbas... vinieron aquí a requerir, los tuve que botar de esta casa".
Eran otros tiempos, pero entonces los familiares de los presos también gestionaban indultos y que les permitieran llevarles algunas provisiones
En el filme de Almendros se le hace una pregunta sobre el perdón, a lo que la anciana responde: "Tengo que perdonar. Me es muy difícil, pero tengo que perdonar".
Lamentablemente, en la historia de la nación cubana ha habido otras madres y otros presos. Leonor Pérez, la madre de José Martí también conoció la impotencia de ver la condena injusta de su hijo adolescente, y trató de conseguir un indulto. Para tratar de aliviarle el dolor de la llaga que nunca sanaría completamente, producto del grillete que le pusieron en una pierna, doña Leonor le confeccionó una almohadilla que Martí recordó toda la vida. Eran otros tiempos, pero entonces los familiares de los presos también gestionaban indultos y que les permitieran llevarles algunas provisiones.
En el siglo XX, Lina Ruz de Castro, consiguió que el arzobispo de Santiago de Cuba intercediera con las autoridades del régimen de Batista para garantizar la vida de su hijo Fidel, escondido en una finca cerca de la ciudad después del ataque al cuartel Moncada. Después del juicio, donde Fidel hizo el alegato que más tarde reescribiría en prisión con el título La historia me absolverá, su madre se dedicó a movilizar las fuerzas vivas del país: los obispos, la prensa, las organizaciones cívicas, profesionales, artísticas, culturales y los senadores y representantes del parlamento para conseguir una amnistía de todos los presos políticos, incluyendo a su hijo que cumplió dos años de una condena de 15. Varios Gobiernos, entre ellos el estadounidense, habían visto con buenos ojos la gestión.
¿Será posible que en la Cuba de hoy pueda hacerse una gestión similar? ¿Habrá obispos, embajadas, personalidades internacionales, escritores, artistas, ejecutivos de empresas extranjeras con representación en la Isla, madres de oficiales del Gobierno, miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular que pidan al general Raúl Castro y al presidente Miguel Díaz-Canel que decreten una amnistía general para que los hombres y mujeres en la prisión política sean excarcelados y se reúnan con sus familias?
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