El diálogo y las dictaduras

Tienen mucho sentido las palabras de Ferrer: la oposición necesita más que nunca unirse, fortalecerse, hacerse escuchar

José Daniel Ferrer, en uno de sus últimos videos difundidos en redes.
José Daniel Ferrer, en uno de sus últimos videos difundidos en redes. / Captura/Youtube/Unpacu
Yunior García Aguilera

04 de febrero 2025 - 20:45

Madrid/Por estos días han causado gran revuelo las declaraciones de Ferrer, el dirigente de la Unión Patriótica de Cuba. José Daniel se ha ganado su liderazgo demostrando una valentía poco común, sacrificando varios años de vida encerrado en las mazmorras cubanas, silenciado, lejos de su familia y recibiendo sobre su propio cuerpo una violencia que no muchos hemos estado dispuestos a sufrir. Por eso, cuando alguien como él expresa sus opiniones, por supuesto que uno puede disentir, pero siempre desde el respeto. Cualquier patriota con un mínimo de ética evitaría caer en descalificaciones, insultos o cuestionamientos a su compromiso con la libertad y la democracia.

Sus declaraciones han sido bastante divulgadas y debatidas. Mencionó algunas frases consideradas malditas para una parte de la oposición. Desde hace años, no pocos activistas y personajes de las redes sociales repiten eufóricamente la consigna “con las dictaduras no se dialoga”. Tanto se ha repetido el dogma, que algunos hasta aseguran que se trata de uno de los diez mandamientos bíblicos escritos en piedra. Incluso hay quien afirma que cualquiera que viole esa sagrada regla es parte de un supuesto “cambio fraude” organizado tras bambalinas por el propio régimen en sus oficinas secretas.

Lo cierto es que el castrismo no ha dado ninguna señal de ir en esa dirección, todo lo contrario. Su aferramiento al poder es más intenso que aquella canción de Juan Gabriel. Su necedad es más irracional y antidialéctica que el llevado y traído tema de Silvio Rodríguez. Ni siquiera han sido capaces de mutar hacia el modelo chino, o el vietnamita, o el ruso. Los expertos que intentaron ayudarlos en esas aventuras seguramente terminaron recibiendo tratamientos contra la ansiedad y la frustración. Un régimen al que no le salió bien ni la Tarea Ordenamiento, ¿cómo va a planificar con éxito el supuesto cambio fraude del que tanto se teoriza? No los subestimo. A ellos les sobra la capacidad para reprimir, pero no poseen ni un minúsculo gramo de talento para el cambio, ni siquiera de modo fraudulento. Ellos son “continuidá”.

La dictadura nunca se ha mostrado dispuesta a sentarse con la oposición, salvo en sus cuartos de interrogatorios

Pero hablemos del satanizado diálogo. En primer lugar, la dictadura nunca se ha mostrado dispuesta a sentarse con la oposición, salvo en sus cuartos de interrogatorios. Su posición tradicional ha sido no reconocernos. Ni siquiera fueron capaces de avanzar en aquel intento de diálogo posterior al 27 de noviembre de 2020. Lo rompieron en cuanto tuvieron el primer chance. Ahora bien, una cosa es pactar con un régimen para asegurar su prolongación, plegándose a sus intereses, y otra cosa muy distinta es reconocer la importancia que han tenido innumerables diálogos y negociaciones históricas que pusieron fin a varias dictaduras. Basta con estudiar la Transición española, el plebiscito de 1988 en Chile o el fin del apartheid en Sudáfrica. Ninguno de esos procesos fue un camino de rosas, pero ahorraron un montón de sangre a sus ciudadanos y evitaron la dilación indefinida de esos regímenes.

Y para aquellos a los que estos ejemplos no les sirvan, también tenemos a la Europa del Este, la caída del Muro de Berlín o la desintegración del bloque soviético, todos acompañados de negociaciones entre distintos sectores políticos. En Polonia, el movimiento Solidaridad lideró conversaciones con el Gobierno comunista, lo que permitió una transición gradual hacia la democracia. En resumen, los diálogos sí han tumbado dictaduras, sobre todo cuando estuvieron acompañados de presión social, apoyo internacional y un liderazgo inteligente, consolidado y fuerte.

Es obvio que si no se tiene una maleta no hay absolutamente nada que negociar, pues sería perder el tiempo. Una oposición que no logre dialogar ni siquiera consigo misma, que no tenga el poder de convocatoria para movilizar y organizar a la ciudadanía para una protesta o una huelga, que sea incapaz de establecer alianzas y consensos firmes entre los distintos grupos del exilio y del interior de la Isla, o que sea ignorada por los poderes y organismos internacionales, no tiene nada que negociar. En ese caso no queda otra opción que el grito al vacío, sin plan alguno, esperando pacientemente a que la olla de presión explote por sí sola. Pero los que guardan la esperanza del caos violento como un deus ex machina, parecen olvidar quién es la persona que está sentada en el despacho oval.

El actual presidente de Estados Unidos es un negociador nato. Y él sí que dialoga con dictaduras, incluso con las peores

El actual presidente de Estados Unidos es un negociador nato. Y él sí que dialoga con dictaduras, incluso con las peores. En su periodo anterior lo vimos darse un buen apretón de manos con el dictador más pusilánime del planeta, Kim Jong-un. Y todos contemplamos con asombro las recientes carcajadas del chavismo en la foto entre Maduro y el enviado de Trump. No hay que pagar un curso online como analista político para saber que la estrategia del magnate-presidente es muy simple: generar mucho ruido y presionar al máximo para obligar a su oponente a sentarse en la mesa de negociaciones.

Tampoco creo que la Administración de Trump vea con buena cara un colapso violento a 90 millas de sus fronteras, con su caos migratorio subsiguiente. Alguien como él preferiría que sus alrededores se mantengan lo más quietos posibles, sin generar riesgos cerca de sus muros. Y su discurso ha sido claro desde el principio: prefiere a los tipos duros que son capaces de mantener el orden en sus respectivas casas, aunque no sean muy democráticos que digamos.

Por eso tienen mucho sentido las palabras de Ferrer. La oposición necesita más que nunca unirse, fortalecerse, hacerse escuchar y considerar todos los caminos que impliquen menos sufrimiento para un pueblo que ya ha padecido bastante. El plan de la Seguridad del Estado desde que decidieron excarcelarlo es muy obvio: desacreditar su figura, mermar su liderazgo, dividir aún más. Lo han hecho antes y les ha salido bien. Cuentan con nuestra ignorancia y nuestros egos. Si algo José Daniel ha tenido, es tiempo para pensar con detenimiento, alejado del bullicio de las redes sociales y de la feroz competencia para ver quién afirma ser más radical o gritar más alto. Para él, mi profundo respeto, aunque seguramente no coincidamos en todo, como debe ser.

Y para los que lo insultan, solo una reflexión: lo peor no sería que, cuando Trump se siente a negociar, no estemos ni remotamente preparados, con una buena maleta de opciones. Lo peor sería… que ni siquiera nos inviten.

También te puede interesar

Lo último

stats