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Día 25: El epicentro del contagio a la vuelta de la esquina

Hoy nos enteramos de que el mercado estatal de Puentes Grandes se convirtió en un foco de contagio de covid-19

Se busca a todo aquel que en los últimos días pasó por la tienda de 26 y 51 en La Habana. (OnCuba)
Yoani Sánchez

15 de abril 2020 - 01:12

La Habana/Reinaldo llevaba días planificando una incursión a la tienda de la esquina de 26 y 51, próxima a nuestra casa. Al primer intento, una vecina nos advirtió que la cola se extendía por varias cuadras; la segunda vez tuvimos que quedarnos para almacenar agua y la tercera preferimos comprar algunos suministros a un vendedor informal. Hoy, nos enteramos de que ese mercado estatal se convirtió en un foco de contagio de covid-19.

La doctora Yadira Olivera Nodarse, directora del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, comentó a la prensa oficial que alrededor del local fueron detectados 18 casos positivos de la enfermedad. Ahora se busca a todo aquel que en los últimos días pasó por ahí y para encontrarlo se aplicarán encuestas y se apelará "incluso a la revisión de las imágenes de las cámaras de seguridad", aclara.

Es raro el día en que no nos enteremos de alguien que está en observación o contagiado en Cuba por la pandemia

Es raro el día en que no nos enteremos de alguien que está en observación o contagiado en Cuba por la pandemia. Mientras las cifras oficiales insisten en que hasta ahora hay 21 fallecidos a causa del covid-19 y 766 casos confirmados, la enfermedad parece surgir por cada esquina. Entre la duda acerca de los datos gubernamentales, el rumor que le agrega siempre varias capas de exageración a una realidad y las especulaciones, pisamos territorio de dudas.

Pero no solo suponemos, sino que también olvidamos. Por estos días, por ejemplo, deberíamos estar evocando los 40 años del éxodo del Mariel, una herida abierta en la memoria cubana. Pero el coronavirus nos ha arrebatado incluso los recuerdos. Yo tenía cinco años y es la imagen más temprana que guardo en mi mente infantil. El revuelo en la cuartería donde vivía, los adultos llamándonos a entrar y afuera el acto de repudio contra dos vecinos que decidieron marcharse de la Isla.

Muchos creen que los niños no se dan cuenta, que están presentes sin estar conscientes en esos momentos, pero lo cierto es que los ojos infantiles captan con extrema agudeza y a su propia manera los hechos traumáticos. Así que en mí quedaron las heridas de aquel 1980 y también las preguntas. Tuve que vivir el resto de mi infancia entre dos aguas, los que hablaban de "escorias" y "gusanos" y aquellos que trataban de comunicar compulsivamente con la familia emigrada para que les enviaran algo.

Después de aquello, marqué durante largas noches el número telefónico de un pariente que se había ido a Miami para que mi madre pidiera unas vitaminas. Eran los viejos teléfonos de disco, no había redial entonces, así que comunicar con la operadora que establecía la llamada "a pagar allá" era difícil. Yo me ufanaba de ser rápida, marcaba y marcaba, y mi índice se iba tornando oscuro de tanto rozar con la baquelita del aparato. Mi dedo terminó negro y los suplementos nunca llegaron.

A mi primo estudiante de medicina no lo dejaron irse en aquel éxodo y lo castigaron por largos años a la reclusión insular. No había logrado graduarse como doctor pero, aunque toda su familia emigró, la penalización fue enviarlo a trabajar por largos turnos al hospital Clínico Quirúrgico General Freyre de Andrade, de Centro Habana, más conocido popularmente como "megencias". Allí perdió la cordura y sus años más joviales sin que le permitieran traspasar la frontera. Este 2020 sería el año de revisitar todo aquello.

Así que ese 1980 nos marcó a todos. Los que eran conscientes, los que no levantábamos un metro del suelo y aquellos que desde la tribuna nos azuzaban al odio

Así que ese 1980 nos marcó a todos. Los que eran conscientes, los que no levantábamos un metro del suelo y aquellos que desde la tribuna nos azuzaban al odio. Ni siquiera para estos últimos volvió a ser igual, porque quedó demostrado que había una gran cantidad de cubanos dispuestos a dejar todo atrás y a enfrentarse a los mítines de repudio con tal de no seguir el guion oficial. Fue un año de fracturas y, cuatro décadas después, este 2020 no augura reparaciones.

Estoy en casa, ya me siento mejor después de unos días de malestar físico. La nueva perra ha destrozado varios zapatos, la cebolla sembrada en nuestro pequeño huerto germinó, ahorramos cada gota de agua y reducimos las salidas. Hay tiempo para la reflexión, el amor, los proyectos y la memoria. He vuelto a revivir muchos detalles, como aquella niña en medio de un solar de Centro Habana que no entendía de gritos ni golpes. Entonces estuve perpleja y confundida; ahora también.

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