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Un documental rescata a Lezama Lima de las garras del régimen cubano

La maquinaria cultural oficial intentó presentarlo como admirador de Castro

El filme recoge la visión de 28 'testimoniantes' sobre el escritor. (Iván Cañas)
Xavier Carbonell

21 de agosto 2022 - 17:07

Salamanca/Para "agitar el hormiguero" en el aniversario 45 de la muerte del escritor cubano José Lezama Lima (1910-1976), el cineasta Ernesto Fundora proyectó el pasado domingo, en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, en Ciudad de México, su documental Lezama Lima: soltar la lengua.

El filme ensambla fragmentos de entrevistas a amigos y discípulos de Lezama, recogidas por Fundora entre 2009 y 2015, y editadas finalmente en 2018. A pesar de que la posproducción del documental es modesta y que hay efectos visuales excesivos y casi primitivos, el favor que le hace la memoria del formidable autor de Paradiso es indudable.

Excepto las imágenes de su participación en un par de congresos y un centenar de fotografías, se conserva muy poco material visual sobre Lezama. De ahí la dificultad de que el hombre se nos presente como algo más que una voz y una presencia entre libros. Fundora logra, sin embargo, que aquellos que conocieron al autor evoquen a un Lezama vital, rotundo y cercano.

Justamente cuando había publicado una de las novelas indispensables del idioma y empezaba a ser reconocido fuera de la Isla, le llegó la muerte

Algunos de los testimoniantes, como Cintio Vitier, Fina García Marruz, César López y Antón Arrufat, compartieron la amistad del maestro cubano desde comienzos y mediados de siglo; en otros, como Manuel Pereira, José Prats Sariol, Enrico Mario Santí, Froilán Escobar y Félix Guerra, fue esencial su influjo y enseñanza durante su juventud.

Para los devotos del "culto" lezamiano, el escritor sigue pendiente de una reivindicación. La burocracia cultural de 1959 lo mantuvo en la mira como "trasto republicano" hasta que, después del llamado Caso Padilla en 1971, fue desterrado de los espacios editoriales y públicos.

Justamente cuando había publicado una de las novelas indispensables del idioma y empezaba a ser reconocido fuera de la Isla, le llegó la muerte sin la esperada "restauración" y en una soledad casi absoluta.

Varios escritores jóvenes que lo acompañaron en sus últimos días, como Prats Sariol y Reinaldo González, rememoran su tristeza ante la casa vacía y al abandono de los amigos, a quienes la Seguridad del Estado "recomendó" no frecuentar la calle Trocadero 162. Murió el 9 de agosto de 1976.

Durante el Período Especial, los filmes Fresa y chocolate y Lista de espera recobraron la impronta cultural lezamiana y fueron, en cierto modo, impulsores de la "liberación" del tabú. Los jóvenes buscaron con avidez una obra no solo inquietante y difícil, sino también marcada por la prohibición, como los libros de Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante y Lydia Cabrera.

La realidad, no obstante, es que los burócratas han hecho todo lo posible por sepultar la obra 'lezamiana', cancelar su estudio y definirla constantemente como "hermética"

El régimen y su maquinaria cultural comenzaron entonces una minuciosa labor de reescritura biográfica, de la que formaron parte viejos colegas como Vitier, que presenta a Lezama como autor "de la Revolución", admirador de Castro y Guevara en tanto "mesías" de una nueva "era imaginaria", latinoamericano según el paradigma de Casa de las Américas y a quien "algunos funcionarios" no comprendieron "correctamente".

La realidad, no obstante, es que los burócratas han hecho todo lo posible por sepultar la obra lezamiana, cancelar su estudio y definirla constantemente como "hermética", "intrincada", "incomprensible" y "elitista". La celebración de su centenario fue mediocre y todavía no existe un centro de estudios con su nombre. Su biblioteca, dispersa y mal organizada, es inaccesible a los eruditos y ninguna editorial cubana ha publicado ediciones críticas o anotadas de Paradiso, La cantidad hechizada o cualquiera de sus libros mayores.

De ahí que Lezama Lima: soltar la lengua adquiera un valor excepcional como rescate y memoria. Excepcionales son los últimos fotogramas, que ofrecen información y claridad sobre el ostracismo, las falsas promesas de rehabilitación con las cuales lo engañó el Partido Comunista y las insólitas condiciones en que agonizó y murió.

Como afirma el propio Fundora, casi la mitad de sus 28 testimoniantes han fallecido, por lo que el filme, enriquecido por fotografías y fragmentos de poemas, recoge la visión final de muchos de ellos sobre el escritor.

Además, el documental funciona como excelente iniciación para aquellos que no han leído los textos de José Lezama Lima y desmiente, a través de voces autorizadas, cada uno de los mitos con que el régimen ha intentado apropiarse de uno de los grandes de la cultura cubana.

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