Donald Trump y el cambio de equilibrio
Cuba y la noche
Es imposible pelear bien una guerra si se tienen abiertos todos los flancos. Y Trump parece haber entrado a la Casa Blanca con un apetito voraz
Madrid/Hablar públicamente de Donald Trump es como participar en un campeonato de slap fight. El delirio que genera entre sus fanáticos es solo proporcional a la antipatía desenfrenada de sus detractores. Cualquier opinión, a favor o en contra, hace que las redes sociales se conviertan en un festival de bofetadas e insultos. Sin embargo, urge hablar desapasionadamente de su regreso a la Casa Blanca, porque las decisiones que tome desde el despacho oval podrían afectarnos a todos.
Es una verdad de Perogrullo que el histriónico presidente de Estados Unidos representa un cambio para el equilibrio global. Lo que está por verse es si comienza una “era dorada” para la patria de Lincoln o, por el contrario, un tiempo de sombras y aislamiento. Está por verse si su gestión tendrá la apariencia del Hombre de Vitruvio o si, intentando tocarse el ombligo con la nariz, Estados Unidos acaba en posición fetal.
Con respecto a Cuba, a nadie sorprendió que regresara inmediatamente a la lista de países que patrocinan el terrorismo. El régimen castrista, a lo largo de su historia, no solo ha organizado, apoyado y refugiado a organizaciones e individuos acusados de actos terroristas, sino que, además, practica de manera flagrante este crimen contra su propia ciudadanía. El concepto es clarísimo: “Cuando el Estado, a través de sus gobernantes reprime a la población, la hostiga, la persigue, de modo sistemático, para poder llegar a dominarla a través del temor, evitando cualquier acto de resistencia a la opresión, esa manera de actuar recibe el nombre de terrorismo de Estado”.
Su brevísima salida de ese inventario respondió a una negociación con Biden a través del Vaticano
Su brevísima salida de ese inventario respondió a una negociación con Biden a través del Vaticano. El régimen prometió excarcelar a medio millar de presos políticos, como un gesto con el Papa. Pero el supuesto espíritu de Jubileo duró menos que su corta salida de la lista negra. Tras la decisión de Trump, los capos del régimen sacaron nuevamente del armario sus uniformes del terror y han vuelto a los discursos guerreristas.
El contexto en América Latina brindaba una oportunidad de oro a la Administración entrante para acelerar las fracturas y quiebres en las tres dictaduras del continente. La fraudulenta toma de posesión de Maduro en Venezuela demostró cuán aislados se encuentran los tiranos, con el resto de la izquierda en la región evitando ensuciar sus camisas. Era el momento indicado para que Washington potenciara esas grietas, actuara de manera inteligente y se enfocara en barrer, de una vez y por todas, la mancha del castro-ortega-chavismo.
Sin embargo, Trump se ha puesto en modo AK-47 disparando ráfagas a diestra y siniestra. Sus declaraciones de convertir a Canadá en el Estado 51 de la Unión, así como de recuperar el canal de Panamá, hacen que uno se pregunte dónde tiene puesto el ojo. Y si la respuesta es: en China, entonces debería concentrarse en los perros fieles que el gigante asiático alimenta en este lado del planeta. Canadá y Panamá son países democráticos, estables, prósperos, ¿qué sentido tiene enfocar hacia allí los cañones? Lo único que lograrán esas amenazas será el reordenamiento en la región, siguiendo las leyes del equilibrio. Entonces las tres dictaduras dejarían de ser los malos de la película, se victimizarían nuevamente con éxito y recuperarían la “solidaridad” que necesitan para mantenerse en pie, sin importar cuántas sanciones les aplique el Tío Sam. Es un círculo vicioso.
El principal reto para los que puedan llegar a susurrar en su oído es poder ser francos, sin intimidarse con su apretón de manos
No creo que todos los seguidores de Trump razonen como miembros de una secta fundamentalista. El principal reto para los que puedan llegar a susurrar en su oído es poder ser francos, sin intimidarse con su apretón de manos. Sería vital que sus asesores puedan distanciarse del show y le sugieran mover las fichas adecuadas en el tablero político. De lo contrario, lejos de un ajedrez, esto se podría convertir en un Guatafac, el disparatado y caótico juego de mesa con el que los jóvenes se entretienen hasta la embriaguez.
Es imposible pelear bien una guerra si se tienen abiertos todos los flancos al mismo tiempo. Y Trump parece haber entrado a la Casa Blanca con un apetito voraz. ¿Ha generado titulares? Por supuesto que sí, demasiados. Si esa era su intención, sobrecumplió. Y allí estuvo Elon Musk para potenciar la polémica como disc-jockey de la fiesta. No hay periódico en el mundo que pueda seguirles el ritmo. Pero después de esta euforia inicial, ¿qué es lo que viene? ¿Cómo manejará el conflicto en Venezuela? ¿Cómo procederá con Cuba y Nicaragua? ¿Cómo se comportará con sus aliados europeos? ¿Cómo saldrá victorioso en su rivalidad con China? ¿Cómo sobrellevará el espectáculo de egos con Putin? ¿Cómo mantendrá a su país unido? ¿Cómo satisfará la creciente necesidad de dopamina en su fanaticada?
Cambiarle el nombre al golfo de México no pasa de ser una decisión simbólica y frívola. Hay cosas serias y reales que sí deben cambiar. Habrá que ver si Trump y su equipo cumplen las expectativas de aquellos que los ven como Vengadores o Guardianes de la Galaxia, o si acaban como el Thanos de esta segunda parte de la película.