Por un Parlamento sin Comisión de Candidatura
La Habana/La Asamblea Nacional del Poder Popular, o lo que los periodistas extranjeros simplifican como el Parlamento cubano, se compone de unos 612 diputados. Ninguno de ellos ejecutó acción alguna para alcanzar su sitial; todos fueron tomados por sorpresa cuando la Comisión de Candidatura anunció que su nombre estaría en la lista de los propuestos. Los electores que votaron por ellos tampoco se vieron precisados a elegir entre uno u otro, sino que todos fueron aprobados en un bloque de 612 candidatos. Uno por cada puesto existente.
Cerca de la mitad de estos candidatos fueron seleccionados por la Comisión de Candidatura de una lista de casi 15 mil delegados de circunscripción en todo el país. El resto fueron "tomados" por esta Comisión entre otras personalidades que, sin ser delegados en la base, se destacaron por su labor artística, científica, deportiva o por acumular ciertos méritos históricos, políticos o militares.
El Parlamento es un abanico representativo de nuestro sociedad, menos en el campo de las opiniones políticas
La Comisión tiene el cuidado de que se mantenga una adecuada proporción entre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, blancos, negros y mestizos; obreros, campesinos e intelectuales y, desde luego, atendiendo a que las quince provincias figuren equitativamente. Nadie puede negar que el Parlamento es un abanico representativo de nuestro sociedad, al menos desde los puntos de vista etario, de género, racial, de perfil ocupacional y regional.
A donde no llega la vocación pluralista es al campo de las opiniones políticas. De hecho, los electores desconocen la tendencia de los candidatos y solo suponen que han de ser "revolucionarios" porque la comisión los seleccionó.
¿Cambiará esa manera de interpretar la diversidad cuando se promulgue la anunciada nueva Ley Electoral?
En primer lugar, habría que eliminar la Comisión de Candidatura. El artículo 68 de la ley electoral vigente establece que:
Las Comisiones de Candidaturas se integran por representantes de la Central de Trabajadores de Cuba, de los Comités de Defensa de la Revolución, de la Federación de Mujeres Cubanas, de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, de la Federación Estudiantil Universitaria y de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media, designados por las direcciones nacionales, provinciales y municipales respectivas, a solicitud de las Comisiones Electorales Nacional, Provinciales y Municipales.
Esta composición de la Comisión es lo que permite a los propagandistas oficiales afirmar que el Partido Comunista no es quien propone candidatos. Lo que no explican es que la mayor parte de los más altos dirigentes de estas organizaciones (que designan a sus representantes en la Comisión) son al menos miembros del Comité Central del Partido y que en los estatutos de cada una de estas entidades hay una cláusula que impone la fidelidad al máximo órgano político.
En las votaciones la unanimidad es la regla, los votos en contra, escasas excepciones
En los casi 40 años que existe la Asamblea Nacional del Poder Popular no hay rastro de una sola votación adversa a una ley o a una medida propuesta por el Gobierno, nadie tiene registrada alguna polémica significativa; no es posible identificar tendencias, alas, sectores ni cosa parecida. En las votaciones la unanimidad es la regla, los votos en contra, escasas excepciones.
Si la nueva Ley modificara entre otros ese detalle, si entrara al Parlamento el que tiene algo suyo que proponer; si llegara a diputado el que es incitado hasta ese lugar por los que piensan igual para que alce allí su voz y levante la mano a favor de una idea nueva, si cantaran otros gallos en este corral...
En una nación donde casi todo el mundo tiene su propio punto de vista, pero donde pocos logran acumular el coraje de expresarlo públicamente, especialmente si se discrepa de la línea oficial; en una nación que lleva 63 años sin libertades cívicas, donde ya hay al menos tres generaciones domesticadas bajo una férrea tutela ideológica, en una nación así, no se alcanzará la experiencia democrática de un Parlamento real porque se promulgue una nueva ley electoral.
Sin embargo, en ese castillo de naipes, el más leve movimiento de una baraja puede tener consecuencias inesperadas en un país donde tanta gente sueña con cambios profundos.