Las encuestas del Gobierno son un secreto de Estado
Hay muchas señales de que los gobernantes están nerviosos, porque están acostumbrados a ganar con mayorías cercanas al 100%
La Habana/Como instrumento de investigación sociológica las encuestas tienen la enorme utilidad de testear el estado de opinión de la población en relación a diferentes asuntos.
La credibilidad de una encuesta depende de varios factores, entre ellos, la selección de la muestra, la veracidad de los encuestados y, desde luego, la honestidad de los encuestadores que se supone no tienen la intención de demostrar lo que les interesa sino trasladar los datos para conocer la verdad.
En un país como Cuba, donde la opinión diferente al pensamiento oficial suele ser penalizada, resulta difícil que los encuestados digan lo que realmente piensan, sobre todo si lo que se pregunta se relaciona con temas políticos.
En un país como Cuba, donde la opinión diferente al pensamiento oficial suele ser penalizada, resulta difícil que los encuestados digan lo que realmente piensan
Cuando un encuestador se presenta en una casa, tablilla en mano, a preguntarle a un ciudadano si aprobará o no la nueva Constitución en el referendo del 24 de febrero, lo más probable es que, antes de responder, mire en todas las direcciones para comprobar si lo están filmando. No es paranoia, es puro instinto de conservación.
El encuestado presume, con toda razón, que si esa mujer, ese hombre, joven o viejo tiene autorización para hacer preguntas en la calle es porque es una persona confiable para el Gobierno, lo que lo convierte automáticamente en un informante de la policía política. ¿Se puede confiar en su respuesta?
Cuando una organización independiente del Estado, dentro o fuera de Cuba, pretende hacer una encuesta con este tipo de preguntas no puede contar para ello con "los compañeros del CDR". Están obligados a apelar a los activistas de la oposición o de la sociedad civil independiente.
Estos ciudadanos, por elevado que sea su sentido de la responsabilidad y sobre todo, por elevada que sea su honestidad, acudirán a su entorno, a la gente que trata. ¿Se puede confiar en las respuestas que acopie como una muestra representativa de la población?
Con esas reservas deben mirarse dos recientes encuestas sobre la opinión de los electores en relación al referendo constitucional del próximo 24 de febrero.
Con esas reservas deben mirarse dos recientes encuestas sobre la opinión de los electores en relación al referendo constitucional del próximo 24 de febrero
En la que realizó el Grupo de Estudio de las Dinámicas Sociales del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) se sostiene que el 33,5% de los cubanos pretende mostrar su rechazo a la nueva Carta Magna. Este desacuerdo se desglosa en un 19,2% con la intención de apoyar el No (19,2%), un 9,2% que dejará la boleta en blanco y un 5,1% que piensa anularla.
La otra investigación, realizada por Cubadata, considera que el 42,4% de los electores votará Sí, el 41,6% acudirá a las urnas para marcar No y el 16% optará por la abstención.
Lo más probable es que el Gobierno tenga sus propias encuestas, realizadas con mucho más recursos. Lamentablemente, no son públicas.
Hay referencias sobre por lo menos dos encuestas realizadas por las autoridades. La Unión de Jóvenes Comunistas hizo una en los preuniversitarios habaneros, donde los estudiantes tienen la edad requerida de 16 años para votar. Según testimonios recogidos por 14ymedio entre estos estudiantes, la mayoría de los encuestados manifestó su rotunda indiferencia ante el referendo y, ante la insistencia de los encuestadores, dijeron que no estaban decididos.
La otra encuesta la realizó el departamento de Opinión del Pueblo perteneciente al Comité Central del Partido. Sus resultados se consideran "secreto de Estado" y solo las recomendaciones han trascendido en forma de "orientaciones" a los medios de difusión.
Para el triunfalismo revolucionario un 70% de Sí, o incluso menos, sería una humillación. En cambio, para los opositores un 30% de No sería una gran victoria
Lo que parece indiscutible es que si el partido-gobierno tuviera en sus manos unos resultados apabullantes en una encuesta sobre el referendo, hace rato que los hubiera publicado. Se sabe que los escrúpulos no serían un impedimento.
El conteo regresivo ya puede expresarse en horas. Hay muchas señales de que los gobernantes están nerviosos, porque están acostumbrados a ganar con mayorías cercanas al 100%. Hoy saben que no van a poder conseguir el apoyo del 97,7% del electorado que recibieron supuestamente en el referendo del 15 de febrero de 1976.
Para el triunfalismo revolucionario un 70% de Sí, o incluso menos, sería una humillación. En cambio, para los opositores, que apenas obtuvieron un 1% (más 1,3% de blancos y nulos) hace 43 años, un 30% de No sería una gran victoria después de una campaña apabullante del Gobierno a favor del Sí.
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