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El enemigo de Cuba está en la Plaza de la Revolución

Silvio Rodríguez tiene razón cuando presagia que el pueblo va a acabar enfrentándose al Gobierno. Ya lo ha hecho con flores, canciones... o piedras. Mañana podría ser peor

Raúl Castro colocó a su hijo Alejandro (a su izquierda, delante de su nieto, Raúl Guillermo) en lo que llamó Comisión de Defensa y Seguridad Nacional. (Cubanet)
Yunior García Aguilera

31 de agosto 2022 - 13:46

Madrid/Si tenemos en cuenta que la seguridad de cualquier país se basa en la noción de estabilidad, paz, desarrollo, así como en las estrategias para conseguir dichos objetivos, no cabe la menor duda de que es el mismísimo poder autoritario de la Isla quien constituye la principal amenaza a la Seguridad Nacional.

El concepto surgió en los Estados Unidos poco después de concluida la Segunda Guerra Mundial. En el contexto de la Guerra Fría y ante la amenaza de las armas nucleares, el término se concentraba en la prevención, en la capacidad para vaticinar peligros y en las estrategias para minimizar sus efectos. Con el tiempo, ante un mundo globalizado que desdibujaba cada vez más sus fronteras, la expresión fue adquiriendo otras connotaciones.

La Seguridad Nacional depende de la delincuencia común, las mafias, los riesgos medioambientales, las pandemias, las catástrofes o las migraciones descontroladas

Hoy, la Seguridad Nacional de un Estado no solo depende de amenazas externas. En ese concepto se incluyen la delincuencia común, las mafias, los riesgos medioambientales, las pandemias, las catástrofes o las migraciones descontroladas.

En Cuba, Raúl Castro puso a su único hijo varón dentro de algo que llamó Comisión de Defensa y Seguridad Nacional. Como es costumbre, ningún diputado hizo preguntas incómodas y nadie cuestionó si el capricho de colocar a Alejandro Castro Espín en esa área respondía a un verdadero interés nacional o si solo se trataba de que el coronel con apellido Castro vigilara atentamente (con su único ojo) la sagrada Seguridad Familiar del monarca.

Resulta extremadamente difícil definir al Sistema cubano. Comunista no es, porque el comunismo es algo inexistente, pura ficción, algo que nunca ha sido concretado en ningún sitio del planeta. El socialismo, por su parte, tiene tantas definiciones, que resultaría vago o impreciso catalogar a Cuba como un Estado socialista, sobre todo teniendo en cuenta que en la isla caribeña los obreros no constituyen una fuerza con peso político real, ni con posibilidades para impulsar cambios en ningún sentido.

Esta pequeña porción del mundo ha sido un territorio controlado desde 1959 por un clan de individuos que ha monopolizado las decisiones, las estrategias de desarrollo y las nociones de seguridad nacional. Cuba ha permanecido desde entonces bajo el yugo de una pandilla que ha utilizado a su antojo las ideologías de moda para justificar su empoderamiento. Y esa casta ha fracasado estrepitosamente en el desarrollo económico del país, en la conquista y garantía de derechos individuales y colectivos, en lograr el bienestar de la población e incluso en la propia supervivencia del Estado.

La situación se torna aún más compleja cuando va desapareciendo, biológicamente, ese cacicazgo que se autolegitimó por peripecias históricas, eliminación de sus contrarios o la mejor prensa que ha tenido generación alguna. Pero han sido sustituidos por una cuadrilla de burócratas carentes de leyenda. Este relevo (tembas en guayaberas) no aparece en los libros de historia que leen los escolares, no ha disparado un chícharo, no se le posó ninguna paloma en el hombro. El reemplazo forzado no heredó el carisma de sus referentes, ni cuenta con respaldo popular, ni recibe siquiera el beneficio de la duda.

El reemplazo forzado no heredó el carisma de sus referentes, ni cuenta con respaldo popular, ni recibe siquiera el beneficio de la duda

La situación actual de Cuba es la peor de las últimas décadas, porque más allá de la inflación, la falta de pan o los apagones de 18 horas, la gente ya no está dispuesta a guardar silencio. Somos el país latinoamericano con más presos políticos, ocupamos los últimos lugares en casi todas las listas de desarrollo y le disputamos a los peores países del mundo el ranking de violación de derechos.

Pero la cuadrilla que se ha mudado recientemente a Siboney se niega a aceptar soluciones democráticas. Persisten en culpar a un "bloqueo" que se desploma cada vez que un cubano compra pollo made in USA en las tiendas en MLC. Insisten en la amenaza de una intervención militar extranjera, que hasta los más recalcitrantes opositores de Miami descartan por completo. Repiten como papagayos que toda manifestación de descontento es pagada por una CIA que ya debe haber quebrado con tantas cuentas por saldar. Los funcionarios del team Canel suplican sacrificios a la gente de a pie, balbucean consignas que parecen trabalenguas, exigen resistencia "creativa". Apelan a que el pueblo aguante galletazos de la policía, golpizas a niñas de once años, y todo eso en pos de un futuro luminoso en el que ya nadie cree.

Silvio Rodríguez tiene razón cuando presagia que el pueblo va a acabar enfrentándose al Gobierno. Ya lo ha hecho con flores, canciones... o piedras. Mañana podría ser peor. La principal amenaza a la Seguridad Nacional es el propio sistema.

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