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El escándalo de un conflicto y el silencio del General

El cuerpo sin vida de Diomar Tarcisio Arenas Sanguino es trasladado por la alambrada que separa los países de Venezuela y Colombia. Arenas falleció en Guasdualito, Táchira, por una apendicitis tras no recibir tratamiento adecuado por el hecho de ser colombiano, afirmó su hermana Sulbey Arenas. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
Miriam Celaya

02 de septiembre 2015 - 09:21

La Habana/El frenesí paranoico del presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha alcanzado categoría de delirio, y ahora, en medio de la crisis que atizara en la frontera de su país con Colombia, y en el transcurso de una intempestiva visita a Vietnam, geográficamente alejado del polvero diplomático que provocó, ha aprovechado una presentación por la televisión nacional en Hanói para acusar al presidente colombiano, Juan Manuel Santos, de "hacer la vista gorda" ante la campaña que –según afirma, dizque "con pruebas"– se está orquestando desde Bogotá para matarlo.

Lo que comenzó un par de años atrás como inocentes conversaciones de Maduro con un pajarito encarnado por su tutor, el finado Hugo Chávez, ha acabado convirtiéndose en una secuencia de alucinaciones sobre una verdadera conspiración internacional destinada a asesinarlo –tan insigne e importante es– y a destruir la revolución bolivariana, como si él mismo ya no se hubiese encargado concienzudamente de ello.

A todo esto se añade la exhortación a que Latinoamérica y el Caribe ayuden a Colombia a enfrentar el "éxodo humanitario" que supone el flujo de colombianos hacia Venezuela en la última década huyendo "del narcotráfico, el paramilitarismo, la guerra, el hambre, la falta de vivienda, la falta de humanidad". Maduro prefirió ser discreto en cuanto a la creciente emigración de sus propios nacionales hacia EE UU y otros destinos, así como sobre el desabastecimiento, la pobreza en aumento, la violencia, la inseguridad y el poder de los grupos armados conocidos como "colectivos" en Venezuela, que asesinan, aterrorizan y reprimen con toda impunidad.

Por su parte, el presidente colombiano ha acusado a su par venezolano de provocar la crisis humanitaria de la frontera, al deportar ("repatriar") más de mil colombianos asentados en la zona, sobre territorio venezolano, y ocasionar también el éxodo precipitado de otros 7.000, que prefirieron el retorno a Colombia para no sufrir la misma suerte que sus compatriotas.

Maduro prefirió ser discreto en cuanto a la creciente emigración de sus propios nacionales hacia EE UU y otros destinos, así como sobre el desabastecimiento, la pobreza en aumento, la violencia, la inseguridad y el poder de los grupos armados conocidos como “colectivos”

A la vez, ha trascendido que las autoridades colombianas se aprestan a otorgar la nacionalidad a los venezolanos que forman parte de las familias colombianas deportadas por Maduro.

En medio de tan delicada situación, que deberá dirimirse en el seno de Unasur el próximo 3 de septiembre, tras el fracaso de la solicitud de Colombia de una reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), los analistas se preguntan en qué medida el conflicto diplomático entre ambos Gobiernos afectará las conversaciones para el proceso de paz entre representantes del Ejecutivo colombiano y de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que se realizan en La Habana, y en las cuales el Gobierno venezolano ha actuado como "facilitador".

Otra cuestión que intriga a la opinión pública es el papel que corresponderá al Gobierno del General-presidente cubano, Raúl Castro, en el conflicto, habida cuenta de la estrecha relación e influencia que –según rumores– ejerce la cúpula de La Habana sobre su par venezolano. En todo caso, llama la atención la ausencia de un pronunciamiento oficial claro sobre la posición cubana sobre este conflicto.

No obstante, es sabido que los octogenarios del Palacio de la Revolución son maestros de la conspiración y generalmente optan por esperar el curso de los acontecimientos y que se prevean los posibles desenlaces antes de hacer declaraciones, a fin de adecuar el tono y los compromisos según sus propios intereses.

Es de suponer que, en franco contraste con el desmadre del mandatario venezolano, el General-presidente cubano procure mantener un prudencial equilibrio

Sin embargo, también ha trascendido que los médicos cubanos que cumplen misiones en Venezuela han recibido orientaciones de actuar "en defensa de la revolución bolivariana" en caso de un conflicto armado y, según los propios medios oficiales cubanos, los galenos de la Isla que desarrollan sus labores profesionales en la zona fronteriza de Táchira continúan prestando sus servicios ininterrumpidamente a pesar del "estado de excepción" decretado por el presidente Nicolás Maduro y a contrapelo de las irregularidades que se han producido allí a partir de esto.

Tampoco es difícil adivinar de parte de quién están las simpatías de la cúpula del poder cubano, en especial cuando existen reservas acerca del posible papel que haya jugado éste en el paso dado por el presidente venezolano con el cierre de la frontera. En cualquier caso, Venezuela sigue siendo una carta importante para el Gobierno cubano mientras no se verifiquen avances efectivos en sus nuevas relaciones con EE UU y en tanto no se produzcan las tan esperadas inversiones de capital extranjero en la Isla.

No hay que olvidar que las fuerzas que se oponen a la "normalización" y al levantamiento del embargo entre los círculos del poder político en EE UU penden como una espada de Damocles sobre el controvertido proceso de conversaciones entre La Habana y Washington. Es de suponer que, en franco contraste con el desmadre del mandatario venezolano, el General-presidente cubano procure mantener un prudencial equilibrio, sopesando cada paso. Tan riesgoso puede ser un choque frontal contra Colombia y sus aliados, como dar la espalda al enajenado heredero de Chávez. Porque, tal como reza claramente un viejo refrán español: más vale pájaro en mano que ciento volando.

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