Cuando una escritora blanca no debe traducir una autora negra
Es conveniente estar atentos a que, so pretexto de luchar contra el racismo, no se entronicen nuevas formas de este
La Habana/Felizmente, la discriminación racial va extinguiéndose en todo el mundo. Las leyes que la institucionalizaban –como las del monstruoso régimen del apartheid en Sudáfrica o las llamadas "de Jim Crow" en los Estados Unidos– son inadmisibles hoy en día. Existe consenso en que las diferentes constituciones deben prohibir esa práctica bochornosa. Y en general lo hacen.
Por desgracia, avances como esos que se observan en el terreno jurídico no siempre van acompañados por progresos similares en el campo de la conciencia humana. Erradicar los prejuicios raciales es más difícil que abrogar una ley discriminatoria. Pero aun en esas zonas éticas, de tan difícil acceso, se observan adelantos significativos.
Sin embargo, a veces en algunos sectores se exteriorizan ideas que –en opinión de los autores– atentan contra el noble propósito que expresó con elocuencia insuperable el reverendo Martin Luther King en el memorable discurso sobre "su sueño": Que sus hijos sean juzgados "no por el color de su piel, sino por la integridad de su carácter".
En ocasiones algunos actúan de una forma que parece rechazar esa noble idea; que, al adoptar una decisión, sí consideran que el color de la persona es un criterio importante
En ocasiones algunos actúan de una forma que parece rechazar esa noble idea; que, al adoptar una decisión, sí consideran que el color de la persona es un criterio importante. Aunque parezca insólito, a veces esas divergencias provienen de sectores que parecen ser los más interesados en barrer de manera definitiva con esos rezagos de otras épocas, como algunos afrodescendientes.
Son cosas que uno piensa cuando, so pretexto de denunciar atropellos policiales perpetrados en Estados Unidos contra la vida de afrodescendientes (que, cuando existen, claro que merecen ser condenados), enarbolan una consigna racista, si las hay: Black Lives Matter (La vida de los negros importa).
Ese lema no sólo entraña un evidente menosprecio de los humanos de otros colores (¡cuyas vidas no tendrían importancia?). Algunos de los partidarios de la referida consigna, para colmo, se han considerado en el deber de agredir a quienes, a modo de respuesta, han planteado una alternativa inclusiva: "All Lives Matter" ("Todas las vidas importan").
Pero en días recientes un nuevo suceso escandaloso ha venido a sumarse a las situaciones antes descritas, que son un poco más antiguas. A raíz de la toma de posesión del presidente Joe Biden, alcanzó fulminante notoriedad la joven escritora afroamericana Amanda Gorman. La literata "se robó el show" al leer en ese acto su poema La colina que ascendemos.
El notable impacto logrado por la lectura catapultó a la poeta a una fama que suele ser patrimonio exclusivo de las estrellas de rock. Como es lógico, las ventas de sus libros se dispararon, y editoriales de diversas latitudes vieron el filón que se abría ante ellas, y trazaron planes para la urgente traducción y publicación del libro de Gorman en los más disímiles idiomas.
Es ahí donde entró en escena la casa editora Meulenhoff, de los Países Bajos, que decidió encomendar la traducción al holandés a la joven y talentosa escritora Marieke Lucas Rijneveld. Una decisión, por cierto, con la cual –si creemos al diario AR– estuvo de acuerdo la propia Amanda Gorman.
Es aquí donde viene al caso citar el trabajo periodístico de la colega Oriana Rivas publicado en PanAm Post el 20 de marzo. Su título expresa la esencia del nuevo acto de discriminación racial perpetrado (en este caso, por progres europeos): Traductores de la poeta negra Amanda Gorman son criticados por ser blancos. Más claro, ni el agua.
El ataque principal provino de la activista Janice Deul, que se hizo eco de lo que ella denominó "dolor, frustración, enfado y decepción" por la selección de Rijneveld. Alarma lo que esta expresó al respecto: "Entiendo a la gente que se siente herida por la elección de Meulenhoff de pedirme la traducción". O sea: ¡que la absurda objeción sería correcta?
Según El País del 10 de marzo, Rijneveld: "… se retiraba del proyecto por la polémica surgida en las redes sociales por el hecho de que se hubiera elegido a una persona blanca, siendo Gorman negra". La escritora neerlandesa respondió al escándalo con un poema del que citaremos algunas estrofas: "Al ver a alguien reducido a polvo, y al ver cómo se escurre/ la última gota de dignidad, estás en contra de la craneometría,/ en contra de la esclavitud, en contra de todo lo que enjaula a la humanidad".
Creemos que no le falta razón al escritor Ari Hoffman cuando después de referirse el 17 de marzo en Forward a este insólito acontecimiento en la República de las Letras, termina con una frase lapidaria: "Si usted no está preocupado, debería estarlo".
Los autores, por nuestra parte, continuaremos oponiéndonos a la discriminación racial y a todas sus manifestaciones. El racismo –como toda discriminación– está lleno de odio, y se basa en el atraso y en el miedo a lo diferente. Por eso, cuando rindamos homenaje a cubanos ilustres, no prestaremos atención al color de la piel de cada cual. Seguiremos pensando que "todas las vidas importan". Y nos seguirá pareciendo algo obvio que los colores que tengan el traductor y el traducido carecen de trascendencia.
En una excelente película sobre el importante aporte de mujeres afrodescendientes a la hazaña del primer viaje humano a la Luna, hay una escena memorable: al enterarse del tiempo que pierde una de ellas para ir a orinar en un "baño para personas de color", el jefe decide eliminar esa ridícula forma de segregación y expresa otra frase lapidaria: "Aquí en la NASA, todos meamos del mismo color". Es una desgracia que, en Holanda, no todos traduzcan del mismo color.
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