La escritura de una nueva constitución ajena a la transparencia
Para lograr la aprobación en el referendo que consagre la nueva Carta Magna, al Gobierno le basta con apelar a los aceitados engranajes del tedio
La Habana/La noticia de que el Comité Central del Partido Comunista analizó en su séptimo pleno el anteproyecto de la nueva constitución, desveló que el texto ya es un hecho consumado. En los próximos días los diputados de la Asamblea Nacional aprobarán lo que todavía es un borrador y que será debatido por la población para finalmente conformar una versión definitiva que será sometida a Referendo.
En el tiempo transcurrido desde que se conformó la comisión que redacta el anteproyecto ningún medio de información, ningún dirigente político ni funcionario gubernamental ha adelantado cuáles serán los cambios que permitan afirmar que esta será una nueva Constitución o, al menos, que la anterior ha sido totalmente reformada.
Lo único que se ha confirmado es la condición de "irrevocable" del sistema socialista y que se mantiene el Artículo 5 que proclama al PCC como "la fuerza superior de la sociedad y el Estado"
Lo único que se ha confirmado es la condición de "irrevocable" del sistema socialista y que se mantiene el Artículo 5 que proclama al PCC como "la fuerza superior de la sociedad y el Estado".
Como ocurre ante todo misterio, las especulaciones ocupan el lugar de las informaciones. Entre los puntos que generan mayor expectativa se encuentra el tratamiento que le dará la nueva Carta Magna a la propiedad privada y el controvertido tema del matrimonio entre personas del mismo sexo. En menor medida se esperan modificaciones sustanciales en lo que concierne a las inversiones extranjeras, la regulación de las formas no estatales de gestión económica y algún detalle novedoso en el asunto de la ciudadanía.
Lo que resta sería instaurar como norma constitucional el límite de dos mandatos de cinco años para los altos cargos del Gobierno, el reconocimiento de las nuevas provincias y probablemente una modificación en la composición del Parlamento.
Ni uno solo de estos asuntos fue objeto de debate público mientras los constituyentes se dedicaban a redactar su anteproyecto. Ni siquiera se ha podido saber qué fue lo debatido a puertas cerradas y mucho menos cuáles han sido los argumentos usados por los presumibles polemistas.
Para redactar la Constitución de 1940, la coalición gubernamental estaba en minoría con 35 participantes y la oposición fue representada por otros 42, entre quienes estaban los comunistas
Sabiendo que la totalidad de los constituyentes son militantes del Partido Comunista resulta difícil no evocar aquellos debates que protagonizaron los 77 delegados electos para redactar la Constitución de 1940, donde la coalición gubernamental estaba en minoría con 35 participantes y la oposición fue representada por otros 42, entre quienes estaban los comunistas.
Aquellas históricas querellas fueron transmitidas en vivo por la radio. Todo el mundo sabía lo que se estaba debatiendo y cuál era la postura de cada uno. Frente al Capitolio Nacional, donde se realizaban los debates, los sindicatos acudían a diario para exigir que sus demandas fueran tenidas en cuenta. Los columnistas de opinión de los diarios más importantes hacían lo suyo para proponer y cuestionar. Entonces no existían las redes sociales, ni la televisión.
No hay una explicación mínimamente convincente para justificar la opacidad con que se han desarrollado las sesiones de trabajo de esa comisión redactora. Uno de los frutos más notables de esa falta de transparencia es el desgano con el que la población ha tomado el asunto. Al menos en la cola del pan no se habla de ese tema, ni en las paradas de ómnibus ni en las tertulias informales de los centros de trabajo, donde el Mundial de fútbol y los últimos capítulos de la telenovela acaparan la atención de los ciudadanos.
El silencio está meticulosamente calculado con el propósito de reducir al mínimo el tiempo que los ciudadanos necesitan para tomar conciencia del valor de su voto
Para lograr la aprobación en el referendo que consagre la nueva Carta Magna, al Gobierno le basta con apelar a los aceitados engranajes del tedio. Los Comités de Defensa convocarán a los electores a que acudan a cumplir con la misma rutina de siempre. Una campaña breve pero fulminante y, sobre todo, sin contraparte, insistirá en que se espera un Sí por la patria, por la soberanía, por el futuro luminoso.
Este silencio de ahora no es resultado de la negligencia ni el olvido. Está meticulosamente calculado con el propósito de reducir al mínimo el tiempo que los ciudadanos necesitan para tomar conciencia del valor de su voto.
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