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El éxodo en el ajedrez

El juego está en jaque, pero en realidad responde a la lógica de todo el deporte cubano, donde la emigración y la decadencia no se detienen

Leinier Domíguez, que actualmente reside en el extranjero, fue dado de baja de la selección nacional cubana esta primavera. (Baku World Cup 2015/Susan Polgar)
Ernesto Santana

17 de septiembre 2018 - 16:08

La Habana/Los últimos movimientos en el ajedrez cubano han sido tres grandes escapadas —en años consecutivos, Yuniesky Quesada, Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón—, algo que podría llamarse la "salida americana". El juego está en jaque, pero en realidad responde a la lógica de todo el deporte cubano, donde la emigración y la decadencia no se detienen.

Que, como denunció Bruzón, la declaración oficial que anunció su expulsión de la preselección nacional contuviera mentiras no es algo nuevo. "Una nota fabricada para quedar ellos como héroes y yo villano", escribió el ajedrecista tunero en su respuesta a la Comisión Nacional de Ajedrez. Pero lo normal es que las autoridades mientan sobre su propia responsabilidad y denigren a los atletas.

Bruzón se preguntaba de dónde vendrían esas palabras llenas de "malestar y odio". Los que están arriba solo saben echar basura hacia los pisos de abajo, en el INDER y en todo el vecindario. Parece que no tiene otros modales. Los atletas que deciden emigrar son para los jefes soldados que desertan, no personas que quieren hacer un cambio en su vida.

Los atletas que deciden emigrar son para los jefes soldados que desertan, no personas que quieren hacer un cambio en su vida

Estas bajas de los tres mejores trebejistas cubanos de la actualidad —entre los más notables de América Latina— es un golpe demoledor para el ajedrez nacional. Es incluso el final de una especie de mito, de una agradable leyenda: la rivalidad entre Leinier Domínguez, de Güines, y Lázaro Bruzón, de Las Tunas, ha llegado a su fin, al menos dentro del país.

Nacidos con un año de diferencia —Bruzón en 1982 y Domínguez en 1983—, ambos fueron amigos desde la infancia, cuando se lanzaron al duro sueño de triunfar en el mundo del ajedrez. Pronto comenzaron a recoger lauros en Cuba y en el extranjero, y pasaron de Maestros FIDE y Maestros Internacionales a ser Grandes Maestros. 2002 fue el año del despegue de los dos amigos y rivales. 15 años después, el de Güines se radicó en Estados Unidos. Ahora lo hace el de Las Tunas. Fue bello el sueño mientras duró.

Pero esa "salida americana" no es exclusiva de los tres mejores. Ya incluso desde varios años antes, Estados Unidos se ha convertido en el destino de otros buenos ajedrecistas cubanos. De hecho, ese país es el que mayor cantidad de estos atletas nacidos aquí ha recibido en lo que va de siglo XXI y ya son varios los Grandes Maestros cubanos en el ranking de ELO norteamericano.

No solo hacia allí, sin embargo, se dirige el éxodo de nuestros trebejistas. En el ámbito de este deporte en el mundo, no son pocos los que logran cambiar de federación nacional, pero es notable que, por ejemplo, solo en 2014, de las 37 transferencias que aprobó la FIDE, cinco fueran de jugadores cubanos. Actualmente, además de en Estados Unidos, decenas de los nuestros compiten en países como Ecuador, Paraguay o Colombia.

Las autoridades alardean de que se siguen formando ajedrecistas, pero lo cierto es que, pese al mucho talento, los nuevos no acaban de incluirse en la élite. Este deporte está en jugada de jaque, al borde del mate

Las autoridades alardean de que se siguen formando ajedrecistas, pero lo cierto es que, pese al mucho talento, los nuevos no acaban de incluirse en la élite. Este deporte está en jugada de jaque, al borde del mate. A no ser que los de arriba —los siempre preocupados más por sí mismos que por los atletas, y que se creen más importantes que ellos, aunque vivan de ellos— tomen una actitud más realista.

En el ajedrez resulta más fácil —en comparación con otros deportes— permitir que los atletas compitan por Cuba aunque vivan en otros países. Debe colegiarse una solución más o menos así. No hay otro camino. Y tiene que hacerse todo lo posible para que los ajedrecistas de mejor rendimiento puedan subir más su ELO. ¿Es tan difícil brindarles el servicio de internet, imprescindible para ellos, y que el Gobierno le facilita a cualquier mediocre?

El tablero habla claro: no hay más jugadas y se acaba el tiempo.

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