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Mi experiencia con el sistema de salud en Estados Unidos

El opositor habla de la atención sanitaria recibida durante el nacimiento de su hija en el estado de Virginia

Sala de partos en un hospital de Virginia, Estados Unidos. (Eliécer Ávila)
Eliécer Ávila

19 de febrero 2018 - 11:00

Virginia (Estados Unidos)/Por estos días nació mi primera hija, Elisa, después de haber resistido el estrés y los avatares que como familia afrontamos durante los primeros meses del embarazo en Cuba.

Al principio tuvimos miedo, pues nadie logra desprenderse del todo de aquella propaganda omnipresente que afirma que en Estados Unidos cualquiera se muere por falta de atención médica. A pesar de los mensajes de aliento de amigos muy queridos, en el fondo teníamos la incertidumbre de cómo sería posible integrarnos en el sistema de salud y dar seguimiento al embarazo hasta el momento del parto. También nos preguntábamos qué pasaría después.

No tenemos estatus de refugiados, ni número de seguridad social, ni apoyo de organizaciones políticas o fundaciones, y mucho menos dinero suficiente para asumir por nuestra cuenta los gastos de todo el proceso. De inmediato nos dirigimos al centro de salud más cercano y allí nos dieron información acerca de lo que debíamos hacer en este caso. Después de rellenar tres formularios y de ser atendidos por dos secretarias ya estábamos enrumbados hacia la clínica que sería, a partir de entonces, nuestro centro hospitalario durante los próximos cuatro meses.

El costo del parto fue asumido por el Estado a través de Medicaid. Desde ese momento y hasta los cinco años parte de la cobertura médica de nuestra hija está cubierta a través de ese seguro

El costo del parto fue asumido por el Estado a través de Medicaid. Desde ese momento y hasta los cinco años parte de la cobertura médica de nuestra hija está cubierta a través de ese seguro. Aparte de eso, recibimos ayuda alimentaria a través del Programa Especial de Nutrición Suplementaria para Mujeres (WIC, por sus siglas en inglés), también de carácter público y que busca ayudar a mujeres de bajos recursos.

Dado que no tenemos ingresos y estábamos accediendo al escalón más bajo de los estándares existentes para los servicios de salud, pensamos encontrarnos con una consulta elemental y probablemente desprovista de muchas comodidades que un seguro formal garantiza.

Nuestra sorpresa fue tremenda al entrar por las puertas del centro médico. La calidad de la infraestructura, donde cada detalle funciona, la extrema limpieza que proporciona un ambiente impoluto y la organización de los procesos internos del lugar nos hicieron sentirnos absolutamente seguros y confortables.

Cabe destacar que, en la inmensa mayoría de los casos, los pacientes que compartían por algunos minutos las salas de espera eran centroamericanos y afroamericanos, algunos acompañados de varios niños y en espera del próximo.

Más allá del aspecto material -los equipos actualizados, el acceso a internet, el instrumental en su mayoría desechable por seguridad- me he fijado en aquellas partes que todo sistema de salud del mundo debería tener en cuenta, y que no dudo que en algún momento formaron parte de las buenas prácticas del sistema sanitario cubano, antes de que tanto deterioro, recortes presupuestarios y falta de incentivos destruyeran la calidad de la atención hasta el nivel actual de desastre.

En la consulta todo fluye con naturalidad. Sin gritos en el pasillo, ni personas barriéndote los pies. Nadie fuma en la institución, y el lenguaje es extremadamente cordial

Cada cita semanal es concertada con el paciente y su familiar para buscar la mejor conveniencia posible en días y horarios. Una vez que se fija, recibes por escrito la constancia. Cuando se acerca la fecha recibes un correo electrónico o un SMS como recordatorio. Además, existe la posibilidad de reprogramar la cita.

En la consulta todo fluye con naturalidad. Sin gritos en el pasillo, ni personas barriéndote los pies. Nadie fuma en la institución, y el lenguaje es extremadamente cordial, humano y respetuoso.

Cada paciente y su acompañante se encuentran a solas con el médico o la enfermera. Antes de cada pregunta importante consultan al paciente y nada se ventila fuera de ese marco. De hecho, ante cada pregunta importante los especialistas consultan al paciente si desea que su acompañante, aunque sea su esposo o esposa, esté presente. Si es necesaria alguna revisión todos abandonan la sala menos el médico.

Vivir este tipo de trato me hizo recordar cuando era un adolescente y me salieron dos moluscos en la rodilla y en el codo, me imagino de los baños en los ríos y presas estancadas. Saqué un turno bien difícil para dermatología y, mientras esperaba en la infinita cola del pasillo, de pie, a las 3 de la tarde y sin almorzar, salió la enfermera que me había tomado los datos y me llamó gritando: "¡El muchacho del campo, el de los granos!". Todos los presentes, incluyendo dos muchachas muy bonitas que yo había estado mirando, me buscaban entre la multitud para saber quién era "el de los granos". Ante el tercer llamado y sudando de la pena le contesté con otro grito a la señora: "Bueno, yo tengo un ojo de pescado, ¿seré yo?". A lo que ella me respondió: "Claro mongólico, ¿cuántos Eliécer Ávila del Yarey crees que hay aquí, mijito? ¡Dale!".

Cada paso del tratamiento, prueba de laboratorio o manipulación física, te lo explican detalladamente para que lo comprendas y entonces decidas si autorizas o no al médico a realizarlo

Entre risillas entré a la consulta, en donde había tres cubículos y a mí me esperaban en el último para quemarme aquello. En el primero había una señora con las piernas abiertas; en el siguiente reconocí la voz de una compañera de clases que hablaba de una fiebre después de un legrado; y finalmente estaba un señor canoso, que me gritó: "¡Coño, tu eres el hijo de la China! A ver qué te pegaron". Todo esto en medio de las risas de los cubículos anteriores. Todo el pueblo sabía obras y milagros del que pasara por aquel hospital.

Cada paso del tratamiento, prueba de laboratorio o manipulación física, te lo explican detalladamente para que lo comprendas y entonces decidas si autorizas o no al médico a realizarlo. Tu cuerpo es un templo individual sobre el cual ejerces plena soberanía. Mucha gente de hecho rehusa ciertas prácticas tradicionales y opta por versiones naturalistas y hasta espirituales de ciertos métodos. Eso lo respetan al máximo, siempre advirtiéndote que actúas bajo tu responsabilidad.

No estábamos acostumbrados a tener opciones y nos costó elegir. Nunca nos habían preguntado en Cuba si deseábamos esto o aquello, si dábamos el consentimiento para que nos tocaran o incluso que nos examinaran.

No dudo de que en la Isla, al menos en lo que respecta al capital humano, hubiéramos tenido una atención aceptable

Al venir de Cuba estamos acostumbrados a que, hasta en la salud, otros decidan por nosotros. No tenemos el control de lo que sucede y muchas veces ni siquiera podemos darnos cuenta de si ha habido alguna negligencia. En EE UU nos ha sucedido lo contrario y, a veces, ese respeto hacia el paciente puede ser agobiante para quien no está acostumbrado, aunque se termina aceptando.

No pretendo con este testimonio hacer una comparación integral entre los sistemas de salud de Cuba y EE UU. Se trata de nuestra experiencia personal y no dudo de que en la Isla, al menos en lo que respecta al capital humano, hubiéramos tenido una atención aceptable.

Mi deseo es que todos los cubanos podamos disfrutar dentro de la Isla de una verdadera calidad en la atención médica, como la que acabamos de conocer. Esto es algo que a mi juicio depende del Gobierno que impere en nuestro país y del sistema político y económico que construyamos.

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