Fábula de la "interferencia militar" y realidades en torno a las remesas
Todas las injerencias son criticables, sean las del castrismo o las de Gobiernos extranjeros hacia Cuba
La Habana/En días recientes vio la luz en este medio una columna de opinión acerca de una supuesta interferencia de los militares cubanos en las elecciones de EE UU, que se celebran este martes.
A juzgar por las afirmaciones de su autor, Emilio Morales, economista cubanoamericano y director del Havana Consulting Group, con sede en Miami, se trata de un complot orquestado por la inteligencia cubana a través de las redes sociales, con la complicidad de la prensa internacional "con el claro objetivo de interferir en las próximas elecciones del 3 de noviembre". De esta forma, asegura, "el Gobierno cubano se suma al grupo de países enemigos que han tratado de interferir en los comicios presidenciales estadounidenses, como son los casos de Irán, Rusia y China".
Morales señala como base de la conjura el comunicado publicado en la página de Facebook de la empresa Fincimex en respuesta a las sanciones del Departamento de Estado de EE UU, especialmente a la reciente disposición del presidente Donald Trump que prohíbe a las empresas financieras estadounidenses hacer transacciones de remesas con aquellas empresas de la estructura empresarial de las fuerzas armadas que aparecen en la lista restringida del Departamento de Estado, la cual -de hecho- afecta directamente a la líder de transferencias de remesas: la compañía Western Union.
Morales señala como base de la conjura el comunicado publicado en la página de Facebook de la empresa Fincimex en respuesta a las sanciones del Departamento de Estado de EE UU
El comunicado de la parte cubana declara que las remesas "serán interrumpidas totalmente", lo cual hasta ahora es un infundio, a la vez que hace recaer en el Gobierno estadounidense "la responsabilidad por la interrupción del servicio de remesas entre los dos países". Nada que no se haya dicho hasta el aburrimiento durante décadas pero que ahora, para el economista cubanoamericano, pone en peligro la eventual reelección de Donald Trump.
Sería extenso y posiblemente estéril entrar a debatir la capacidad real de la dictadura cubana de influir en los resultados de las elecciones del vecino del norte, más allá de sus deseos o intenciones de hacerlo, aunque sí es oportuno señalar lo contradictorio que resulta equiparar el alcance de los devaneos cibernéticos de las torpes redes castristas con la influencia real que puedan ejercer dos potencias políticas globales como Rusia o China.
Igualmente cuestionable es la asunción, bastante extendida, de que la dictadura castrista tenga interés en formar parte de la campaña pro-Biden, como si del triunfo de este candidato dependiera su supervivencia o recuperación, o como si el demócrata operara el milagro de salvar al castrismo de la crisis final del experimento socialista.
Evidentemente, todo vale cuando se trata de politiquería miamense, porque en el circo electoral no se precisa tener argumentos ni razones, basta con agitar las emociones para lograr la esquizofrenia. Así, paradójicamente, Morales comete el mismo pecado del que acusa al nada inocente castrismo al utilizar el sensible tema de las remesas para cabildear a favor de su candidato favorito: Donald Trump.
Ahora bien, aunque es justo admitir que las medidas trumpistas de asfixia al castrismo tienen un innegable efecto demoledor para la cúpula del poder, sumida en la mayor crisis económica y falta de liquidez de su existencia, lo cierto es que la ruina de la Isla ya era un hecho consumado tras seis décadas de incompetencia administrativa y de experimentos fallidos en una economía férreamente centralizada e ineficiente. Y ese fracaso es tan profundo que no se va a revertir en dependencia del triunfo de un candidato u otro.
Morales comete el mismo pecado del que acusa al nada inocente castrismo al utilizar el sensible tema de las remesas para cabildear a favor de su candidato favorito: Donald Trump
A la vez, también habría que reconocer que ninguna de esas medidas ha favorecido a los cubanos, más bien al contrario. El principio de que "lo que daña a mi enemigo me favorece a mí", dista mucho de cumplirse para los cubanos comunes de cualquier orilla, quienes no pasan de ser rehenes de las tensiones políticas y los devaneos entre ambos Gobiernos.
Sin embargo, aunque Morales centra la atención en los imaginarios poderes de la dictadura cubana para colocar una baza importante en los resultados de las elecciones del 3 de noviembre, en lo personal considero mucho más relevante otra arista de su texto por cuanto sí se relaciona directamente con los intereses de los cubanos: el supuesto de que exista alguna vía alternativa para el envío de remesas a Cuba eliminando la mediación de "los militares".
En una entrevista concedida a Univisión el pasado mes de octubre, el propio Emilio Morales planteó que si Cuba utilizara otras vías para tramitar las remesas, como podrían ser el Banco Metropolitano, el Banco de Crédito y Comercio (Bandec), el Banco Popular de Ahorro o incluso, el Correo Postal de Cuba, éstas pudieran continuar. De lo que se trata, en su opinión, es de que haya otro proveedor del servicio en la Isla que no sea Fincimex y que no pertenezca al Ministerio de las Fuerzas Armadas o al Ministerio del Interior.
Esto pone sobre el tapete un error de principio común a todos los defensores de este nuevo castigo de Trump destinado a sacar del juego al empresariado militar, que es decir, al poder castrista: olvidan que en un régimen totalitario, como es el cubano, no existe separación de poderes, menos aún entidades financieras independientes del Gobierno. Esto significa que todas las "alternativas" que mencionan Morales y otros tantos analistas a distancia son igualmente inocuas, porque son propiedad del régimen. Y es que el sistema financiero castrista está cuidadosamente diseñado para que los dólares que ingresen en cualquier banco o institución cubana acaben indefectiblemente en las manos de la dictadura.
Súmese a esta circunstancia que, con independencia de que los cubanos de dentro reciban sus remesas familiares a través de cualquier otra agencia -estas últimas muy posiblemente tentáculos del régimen castrista en el exterior como lo han sido otras empresas fantasma, incluso en territorio de EE UU-, al final una vez en Cuba ese dinero se lo gastarán en los mercados y otros establecimientos del monopolio comercial estatal, entre ellos las cadenas pertenecientes también a la empresa militar Cimex. O sea, se repite el mismo proceso: todos los caminos del dinero terminan en las arcas castristas.
Se repite el mismo proceso: todos los caminos del dinero terminan en las arcas castristas
Tampoco coincido con Morales cuando considera que "la relación causa-efecto generada por la inevitable separación familiar que conlleva el proceso de emigrar del país y que hoy afecta a miles de familias cubanas es la base fundamental de la dependencia inducida que hoy miles de cubanos que viven en la Isla tienen de estos envíos".
En realidad, sin negar el efecto de las remesas en este aspecto, la dependencia inducida de los cubanos es muy anterior al inicio de los envíos de remesas y tiene su base en la anulación de la propiedad privada y de todos los negocios grandes y pequeños al principio de la llamada "Revolución", en la demonización del enriquecimiento, en la estatización extrema, en la persecución del que prospera por su propio esfuerzo, en la parametrización de la pobreza entendida como virtud y en el fomento de un parasitismo social muy ajeno a la cultura e idiosincrasia de los cubanos, entre otros muchos disparates propios del modelo económico impuesto.
Decir que la libertad económica acompañada de libertades políticas, ambas refrendadas como derechos inseparables, es la única manera de dignificar la vida de los cubanos dentro de la Isla a partir de su trabajo y sus ingresos es una obviedad. Ya eso lo sabíamos. Sin embargo, potenciar el carácter emprendedor en Cuba no pasa por las decisiones que tome el presidente estadounidense de turno ni por el tira y afloja de las relaciones del Palacio de la Revolución con la Casa Blanca. Los últimos 60 años de políticas fracasadas de ambas partes así lo han demostrado.
En cualquier caso, magnificar el interés de las administraciones estadounidenses en solucionar la crisis cubana no solo es ingenuo y tiende a subestimar la capacidad de los nativos de esta Isla, sino que mantiene en terreno ajeno un asunto que (también) corresponde por derecho a los cubanos. Todas las injerencias son criticables, sean las del castrismo o las de Gobiernos extranjeros hacia Cuba.
Irónicamente, no hay nada que se parezca más a un castrista que un 'trumpista'
Por supuesto, no faltarán nunca los iluminados que nos digan desde la distancia a los que -contra viento y marea- seguimos en la Isla qué presidente de su país de acogida es mejor para librarnos de la dictadura o qué nos corresponde hacer. Esto último, al menos, ya lo sabemos. Lo que no hemos sabido, ni ellos ni nosotros, es cómo hacerlo, por eso el régimen siempre ha acabado ganando la partida y los políticos de ambas orillas burlándose de nosotros, mal que nos pese.
Sin dudas, la distancia y el tiempo transcurrido desde que se emigra hace que se pierda referencialidad, se distorsione la realidad del país de origen y a veces se forje cierto falso sentido de superioridad intelectual y moral con relación a los que "se quedaron". Estas son otras fracturas entre cubanos que nunca se mencionan y que no se pueden atribuir directamente al castrismo.
Quizás ese sentimiento de sabiduría adquirida al emigrar es la que inspira a Emilio Morales a imaginar una interferencia de los militares de la cúpula del poder castrista en los comicios de su más tenaz enemigo, y a concluir: "Ese movimiento desesperado muestra claramente que cuando Trump tuitea, la dictadura tiembla".
Un dramático cierre que, curiosamente, remeda aquella otra frase pronunciada por el fenecido F. Castro en el ya lejano octubre de 1976 ante una plaza repleta de cubanos en duelo: "Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla". Porque, irónicamente, no hay nada que se parezca más a un castrista que un trumpista.
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