Fin del ‘bloqueo’ solo si cambia el ordenamiento interno
México, DF/Las primeras reacciones del sector oficial cubano ante las recientes flexibilizaciones al embargo decretadas por Obama se concentran básicamente en protestar ante la subyacente condición de que, para recibir los beneficios, el Gobierno tendría que modificar “el ordenamiento interno”, un eufemismo que se traduce en echar abajo lo que queda de sistema socialista en Cuba.
El deseo expreso de las autoridades cubanas, en este caso de los voceros que se han pronunciado, es que el Gobierno norteamericano permita que las empresas “de propiedad social en Cuba” (entiéndase, estatales) participen en los espacios abiertos en la nueva política”.
El argumento gubernamental es que “estas empresas constituyen la base de la economía nacional y en las que trabaja el mayor por ciento de ciudadanos”. Privilegiar con estos beneficios al sector no estatal evidencia el objetivo político de empoderar a una emergente clase media, que tendría de esta forma mejores condiciones para competir con el sector estatal planificado.
Lo curioso es que, hasta el momento, el Gobierno no le ha dicho claramente a su pueblo que el país se encuentra ante dos opciones: mantener el modelo socialista planteado en los lineamientos del 6º Congreso del Partido, donde se mantiene la prevalencia de la empresa estatal socialista; o dar un salto mortal sin malla de protección a la economía de mercado.
El cubano de a pie quizás se sienta más inclinado a renunciar a las ventajas que le puede ofrecer “el socialismo próspero y sostenible” prometido por Raúl Castro
Si ahora mismo este dilema fuera sometido a referendo, probablemente ganaría el deseo de conservar el llamado “ordenamiento interno”. Si, en cambio, se abriera previamente un debate público donde pudieran participar todas las opiniones, quizás los resultados serían diferentes.
El espacio que tiene el Gobierno para resistir la tentación de abrirse a las propuestas estadunidenses se expresa en una dimensión temporal y depende de factores externos tan diversos como el resultado de las elecciones parlamentarias de Venezuela o la recuperación de la economía china.
Pero ante la oferta de empoderarse de manera tangible a través de la iniciativa privada, el cubano de a pie (esa imprecisa categoría sociológica) quizás se sienta más inclinado a renunciar a las ventajas que le puede ofrecer “el socialismo próspero y sostenible” prometido por Raúl Castro
Una de las principales razones para creer que se puede producir este cambio de paradigma es que Raúl Castro no ha cesado de insistir en el carácter paulatino de sus reformas, en el que todo se hace sin prisa, pero sin pausa, haciendo primero pequeños y dilatados experimentos locales por el temor a cometer errores generalizados.
Para apostar por el éxito de dichas reformas se necesita una elevada cuota de fe y ese componente subjetivo solo funcionaría en el caso de que pudieran esperarse resultados sustanciosos en plazos más cortos, sobre todo en una población que ha acumulado tantas frustraciones luego de haberse apretado una y otra vez el cinturón para anticipar el “futuro luminoso del socialismo”
Obama le está ofreciendo ahora a los cubanos una solución más rápida, si el Gobierno cubano cede, si cambia ese ordenamiento interno que es hoy el principal obstáculo para que fluyan las inversiones o, para decirlo de una forma más grosera, para que las tiendas (privadas) se llenen de mercancías y las empresas de EE UU puedan invertir en compañías (privadas) de ómnibus y ferrocarriles para el transporte público, y uno pueda levantarse de madrugada en su propia casa para buscar en Google una receta de pollo con curry.
Eso parece lo principal, lo demás es relleno o mejor dicho, la envoltura.