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Con Trump, el fidelismo debe de estar contento y el pueblo cubano, expectante

Trump cosechó menos voto popular que su contricante, Hillary Clinton. (Twitter)
Pedro Campos

10 de noviembre 2016 - 15:09

La Habana/Ganó Trump contra viento y marea. Varios mitos vuelan en pedazos y las encuestas no decían la verdad. Ganó un declarado y reconocido antisistema. Perdió el Partido Demócrata y también perdió el establishment republicano que no secundó al candidato. Los republicanos controlan las dos cámaras del Congreso. Los ciudadanos dijeron la última palabra en las urnas: queremos un cambio. Sin embargo, Trump cosechó menos voto popular que su contricante, Hillary Clinton.

En su primer discurso como candidato electo, en el edificio que lleva su nombre en Nueva York, ciudad donde nació, dijo que será el presidente de todos los estadounidenses y se comprometió a tratar con justicia a todos los países.

Según algunos analistas, la política gubernamental se había corrido mucho hacia la izquierda del péndulo y éste es el resultado, buscando ir hacia el centro. También expresan que los nodos reales del poder y la comunidad de inteligencia seguirán marcando los tiempos y estrategias sin posibilidades para los extremos o grandes desvíos.

La política doméstica en EE UU se moverá en dirección contraria a la intervención del Estado en los negocios, posiblemente disminuyan los fondos para gastos sociales y aumenten las facilidades para la inversión y los negocios. Es posible un fortalecimiento del aislacionismo frente al internacionalismo con políticas más proteccionistas y menos intervencionistas en asuntos externos.

La visión de la política como negocio puede marcar muchos aspectos de las relaciones exteriores, la cual podría ser más pragmática y menos ideologizada.

No debe esperarse que Cuba tenga algún nivel de prioridad en la política futura del Gobierno de Trump, mientras no caiga en la esfera de la seguridad nacional o de intereses estratégicos fundamentales

Hacia Cuba habrá un endurecimiento en relación a la política de Obama, pero es poco probable que se desvíe de los marcos generales del restablecimiento de relaciones. Los cubanoamericanos mantuvieron sus posiciones en el Congreso. EE UU tiene otros asuntos en su política exterior de mayor importancia relativa y Cuba no debe ser una prioridad, a menos que se la empiece a considerar como una amenaza a su seguridad externa.

Los fidelistas que hicieron todo lo posible por obstaculizar el acercamiento protagonizado por el anterior Gobierno deben de estar de fiesta hasta que despierten del encantamiento y otras políticas empiecen a apretarles los zapatos. Los militares pragmáticos y las corrientes que vieron en la nueva política de Obama una oportunidad para mejorar las cosas en Cuba, deben de estarse lamentando de no haber hecho más para favorecer el acercamiento.

Para que "no nos cojan con la guardia baja" ya se realiza un ejercicio militar de todo el pueblo para demostrar a Trump que aquí no tiene nada que hacer, como si el magnate pudiera organizar mañana una invasión a Cuba. Así que se trata de no perder la costumbre y de levantar los ánimos "antimperialistas".

Lo cierto es que las órdenes presidenciales de Obama pueden ser derogadas en cualquier momento después de la toma de posesión. A partir del 20 de enero, el nuevo Gobierno contará ahora con esas "armas" para negociar con los dueños del poder en Cuba.

Esa ecuación y pasos concretos del Gobierno de Trump pueden no resultar finalmente favorables al fidelismo, pues las causas de la crisis sistémica que, en toda la línea, atraviesa la sociedad permanecen intactas, y el medio externo puede hacerlas más pronunciadas, con perjuicio para toda la alta burocracia y desencadenar escenarios más complejos.

El mundo ha cambiado y EE UU también, pero el fidelismo sigue varado en los años 60

El mundo ha cambiado y EE UU también, pero el fidelismo sigue varado en los años 60.

En todo caso no debe esperarse que Cuba tenga algún nivel de prioridad en la política futura del Gobierno de Trump, mientras no caiga en la esfera de la seguridad nacional o de intereses estratégicos fundamentales.

La gran oportunidad la perdió Cuba, toda, con el acercamiento de Obama, por la oposición fidelista. Es probable que en lo sucesivo la nación cubana encuentre más obstáculos para su desarrollo independiente, sus contradicciones se agraven y las soluciones sean más traumáticas.

Eso tendremos que agradecérselo al fidelismo también, que cada vez es más visto por todos como el principal obstáculo al avance de la sociedad cubana hacia nuevas cotas de progreso, libertad y democracia. Quizás, un Gobierno de EE UU más conservador y más oportunista en materia de negocios contribuya a otros escenarios que faciliten movimientos más profundos en las bases de la realidad cubana.

Los demócratas cubanos de todas las tendencias, los que piensen más en los intereses de todos los cubanos, en todo caso, deberían entender que el futuro de Cuba depende de ellos y solamente de ellos y no de la buena voluntad de potencias más o menos cercanas o lejanas, aunque, lógicamente, estamos expectantes.

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