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La generación de los herederos

Los nacidos entre los años 70 y 2000 tal vez esa sean la generación del cambio. Habrá que hacer su retrato

Los jóvenes que nacieron desde los años 70 pueden protagonizar un cambio en Cuba en los próximos años. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

19 de julio 2019 - 16:53

La Habana/Ningún estudio sobre el comportamiento y alcance de una generación puede circunscribirse esquemáticamente al dato que se identifica con la fecha de nacimiento. Aunque la edad es uno de los factores a tener en cuenta, siempre será posible encontrar en un grupo humano a personas que se identifican más con las generaciones anteriores o con las posteriores.

Los acontecimientos que ocurren en una época, los modos de vida y la impronta de las personalidades influyentes suelen ser marcadores de mayor intensidad para definir la pertenencia a una generación determinada.

La denominada generación histórica de la Revolución cubana se nutrió fundamentalmente de personas nacidas entre 1910 y 1940, de manera que en 2020 los más jóvenes se cuentan como octogenarios y en 2030 definitivamente serán personajes del pasado.

Detrás de este grupo vino otro. Son aquellos que vivieron la parte más importante de su juventud y adultez protagonizando o presenciando los hechos más notables de la historia reciente

Detrás de este grupo vino otro que (siguiendo la norma demográfica de enmarcar una generación en un plazo de 30 años), llegó al mundo entre 1940 y 1970. Son aquellos que vivieron la parte más importante de su juventud y adultez protagonizando o presenciando los hechos más notables de la historia reciente.

En un vertiginoso resumen de estos hechos decisivos cabría mencionar la campaña de alfabetización, los combates de Playa Girón, la crisis de los misiles, la guerra civil del Escambray, la muerte de Ernesto Guevara, la zafra del 70, las campañas militares en África, la primera Constitución socialista, el éxodo del Mariel, la derrota en Granada, el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y el derrumbe del campo socialista.

Son los años dominados por el ateísmo, la homofobia y la intolerancia política en los que el sostén de las familias dependía exclusivamente de un salario proporcionado por el Estado; cuando para obtener una vivienda había que construirla por el sistema de microbrigadas y para adquirir electrodomésticos era imprescindible acumular méritos laborales y sociales, mientras el mercado racionado-subvencionado "cubría" la mayor parte de las necesidades.

Esta generación, que se formó escuchando los discursos de Fidel Castro y esperando a que él y solo él tomara las decisiones, fue objeto de una masiva campaña de adoctrinamiento comenzada en un principio con las Escuelas de Instrucción Revolucionaria y prolongada con la introducción del marxismo leninismo como asignatura obligatoria en todas las carreras universitarias. Se les convenció de que vivían la época de tránsito entre el capitalismo y el socialismo, de que el futuro comunista ya se avizoraba en la Unión Soviética y que Estados Unidos era el principal enemigo de la humanidad.

Los que eran niños estrenaron la condición de pioneros mientras los adolescentes fueron iniciadores de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, devenida en Unión de Jóvenes Comunistas. Se les inculcó la idea de que tenían una deuda con la generación anterior que solo podrían saldar con obediencia y entrega absoluta a las impostergables tareas de la Revolución que anticiparían el futuro luminoso.

Muchos de ellos ingresaron al Partido Comunista de Cuba (PCC) mostrando sus credenciales de haber participado en esas tareas revolucionarias, esforzándose por ser trabajadores ejemplares y combativos defensores del proceso ante cualquier desviación ideológica; pero también, en no pocos casos, ocultando sus creencias religiosas o sus preferencias sexuales y haciendo desaparecer de sus biografías todo lo que los alejara de su favorecida carta de presentación: tener un origen humilde.

Esta generación, heredera inmediata de la que había logrado el triunfo revolucionario, tenía además la tarea de obtener una formación profesional que le permitiera ocupar diversos cargos políticos, militares y administrativos que no podían ser cubiertos por los viejos combatientes, muchos de ellos semi analfabetos.

En la actualidad los miembros de esa prole constituyen la mayoría del actual Comité Central del PCC, de los Consejos de Estado y de ministros y del Parlamento y ocupan todo el espectro del entorno académico y del control de las empresas estatales. Su principal responsabilidad ha sido mantener la dócil unanimidad bajo la atenta vigilancia de un puñado de históricos sobrevivientes.

Es una generación domesticada (por no decir castrada) que supo que la más mínima desviación de la línea oficial se podía pagar con el ostracismo, la cárcel o el fusilamiento teniendo como única alternativa abandonar la Isla

Es una generación domesticada (por no decir castrada) que supo que la más mínima desviación de la línea oficial se podía pagar con el ostracismo, la cárcel o el fusilamiento teniendo como única alternativa abandonar la Isla para siempre dejando atrás propiedades, familias y sueños.

Un hombre que no pudo votar por la Constitución de 1976, porque le faltaban 65 días para tener la edad requerida, ha sido el primero y será el último presidente cubano aportado por la generación de los herederos. Prometiendo mantener la continuidad, Miguel Díaz-Canel ha transitado como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y será designado a finales de este año o comienzos del próximo en el nuevo cargo de presidente de la República donde (en el caso de que cumpla un segundo mandato) permanecerá hasta 2030.

Para esa fecha los más jóvenes contemporáneos de Díaz-Canel ya estarán preparando su jubilación mientras que "los mayorcitos", nacidos a partir de 1940, vegetarán en los asilos o descansarán en los cementerios.

Si los acontecimientos no dan un vuelco dramático, quien sustituya a Díaz-Canel será alguien nacido a más tardar en 1970 y antes del 2000 cumpliendo los requisitos de la actual Constitución. Esta nueva camada de personalidades políticas cubanas ocupará también una buena parte de las filas del Parlamento, las carteras ministeriales y las plazas del Comité Central del Partido. Tal vez esa sea la generación del cambio. Habrá que hacer su retrato.

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