La generación histórica exhibe su ineptitud ante la crisis devastadora que vive Cuba
Por esta vez, los casi centenarios veladores de la ortodoxia han ganado, expulsando del cuadrilátero a un tecnócrata
La Habana/Las medidas económicas que en las calles cubanas fueron bautizadas como "el paquetazo" eran impopulares, pero necesarias. Incluso, desde el frío cálculo economicista, pudieran parecer insuficientes y sobre todo tardías.
La reciente destitución del ministro de Economía, Alejandro Gil, evidencia que el frenazo en el aumento del precio de los combustibles y del transporte público no se debe exclusivamente a un supuesto virus o hackeo de las redes de Cimex, como se ha informado, sino a un cambio de política en detrimento del promotor del "paquetazo".
Como es sabido, las principales decisiones que se toman en Cuba deben ser consultadas y aprobadas por un trío de nonagenarios que sostienen las riendas del poder: Raúl Castro, Ramiro Valdés y José Ramón Machado Ventura. Después de que ellos se ponen de acuerdo en algún punto, se pronuncia el Buró Político, luego el Pleno del Comité Central del Partido Comunista y, finalmente, el complaciente Parlamento, que gustosamente aprobará lo propuesto por el Consejo de Ministros.
¿Cómo piensa y qué motivaciones tiene ese triunvirato? Es casi imposible saberlo, porque lo mueven razones biológicas, ideológicas y de compromisos familiares a las que apenas podemos asomarnos. El destino de Gil en la nomenclatura cubana, tras su salida de la cartera de Economía, aún no se sabe, lo que deja abierta la incógnita de si ha sido defenestrado o si ha "caído para arriba", como jocosamente se conoce a aquellos que no rindieron bien en sus cargos y no obstante ascienden en la escala de poder.
El cálculo que pueden haber hecho los nonagenarios es que si se ponen en práctica ahora mismo las medidas del "paquetazo" la explosión social pudiera ocurrir antes de que les llegue a ellos la hora definitiva dictada por la biología
Quizás Gil fue demasiado cauto y los jerarcas cubanos de verde olivo necesitaban un rostro que transmitiera mayor celeridad y dureza en las medidas. O, por el contrario, su nombre se asoció rápidamente en las calles cubanas a un acelerón en los ajustes económicos y esto terminó desatando las alarmas en la generación histórica que aún conserva entre sus manos el timón de la nave nacional.
Tal vez solo se trata de un asalto en un complejo ring de boxeo. Por esta vez, los casi centenarios veladores de la ortodoxia han ganado, expulsando del cuadrilátero a un tecnócrata. Ha sido noqueado un apparatchik, pero eso no cierra la puerta para futuras peleas. Lo que ha quedado en evidencia es que la cúpula cubana ya no muestra la solidez de antaño. Se resquebraja y envía, a la población, el más desafortunado de los mensajes: la incertidumbre.
Si esta es la purga entre los inmovilistas temerosos y los burócratas preocupados por la asfixia económica que querían pequeños caminos para preservar el sistema pero airearlo financieramente, la han ganado los primeros. La salida de Gil puede que sea celebrada, pero podría ser la peor de las noticias para el futuro a corto plazo en Cuba. Lo usaron de chivo expiatorio, pero eso no detiene la inflación, ni revalúa al peso cubano, mucho menos mejora el contenido de los platos sobre las mesas cubanas.
Pero, si este round lo ganaron los recalcitrantes, entonces hay que saber por qué.
El cálculo que pueden haber hecho los nonagenarios es que si se ponen en práctica ahora mismo las medidas del "paquetazo" la explosión social pudiera ocurrir antes de que les llegue a ellos la hora definitiva dictada por la biología. Prolongar la agonía del país y de su población a cambio de no tener que pagar en vida las consecuencias de un desastre del que son absolutamente responsables demuestra su profundo egoísmo.
Tal vez el pase de cuentas no ha terminado. Como dice el popular refrán "chivo que rompe tambor, con su pellejo paga", y si es un chivo expiatorio, con más razón todavía.
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