Goebbels en La Habana
El régimen cubano se ha apoyado desde siempre en los 11 principios de la propaganda del ministro nazi
Huesca (España)/La maquinaria propagandística del Gobierno cubano está inspirada inequívocamente en las enseñanzas del terrible ministro nazi Josef Goebbels. Sus palabras resuenan en mi cabeza como una declaración del carácter de la Revolución cubana: “La burguesía tiene que ceder ante la clase obrera... Lo que esté a punto de caer debe ser empujado. Todos somos soldados de la revolución. Queremos la victoria de los trabajadores sobre el sucio lucro. Eso es el socialismo” (citado en Doctor Goebbels: Su vida y su muerte). Los eslóganes de la Ñico Lopez son un calco discursivo de Goebbels. Los aportes de este en materia de propaganda hermana al socialismo cubano con el nacionalsocialismo alemán.
Siempre saltarán los dolidos rechazando las similitudes entre el régimen nazi y el cubano, pero jamás podrán escapar de las palabras de Goebbels, tan ferviente socialista como promotor de la eugenesia para el “hombre nuevo”. Mientras se preparaba para joder a Alemania en 1926, anotaba en su diario la siguiente retahíla demagógica: “Ser socialista significa dejar que el ego sirva al prójimo, sacrificar el yo por el todo. En su sentido más profundo, socialismo es igual a servicio”. Es tal la paridad que cualquiera confundirá sus palabras con un discurso de Che Guevara.
Es necesario revisar los 11 principios de la propaganda de Joseph Goebbels para entender cómo el régimen cubano usa los mecanismos nazis contra el pueblo cubano y sus díscolos librepensadores.
11 principios para 1 revolución:
Principios de enemigo único y contagio: Para la Revolución, no hay numerosos adversarios, hay uno solo que se manifiesta de diversas formas. El imperialismo siempre está vinculado a los disidentes; no importa que no existan pruebas. Si estás en contra, eres un “gusano” al servicio del imperialismo. La imagen del cubano gusano no es casual, fue una de las muchas usadas por los nazis para representar al judío, despersonificarlo y luego ejecutarlo en masa sin remordimientos. Es tan enemigo de la Revolución el periodista independiente, el deportista que huye, el médico que abandona una misión o el ciudadano que exige intervención humanitaria en momentos de crisis. Los que se atrevan a contradecir estarán en el mismo saco.
Principio de la transposición: Goebbels recordaba que para una propaganda efectiva es necesario “hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que [los] simpatizantes se lo repitan en todo momento…”. Todos los errores y tendencias negativas del régimen y los fracasos de reordenamientos pasados, presentes y futuros son culpa del imperialismo, mafias y traidores. Para la propaganda la corrupción, el descaro, la incoherencia y las malas decisiones que toman a diario no son, ni pueden ser, culpa de ellos.
Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave. El país se cae, la basura rebosa, la gente pasa hambre, pero la noticia en los medios oficiales son los intentos de invasión en una moto acuática de dos peligrosos contrarrevolucionarios que intentan acciones terribles contra Cuba. Tienen mecanismos muy bien engrasados para historias de este tipo, que deben ser creídas por inverosímiles que sean.
Principio de la vulgarización: “Toda propaganda debe ser popular”, si tienen hambre promete pollo a lo grande y si es un avestruz pues mucho mejor. Diga idioteces adorables, los medios lo aguantan todo y las masas eventualmente lo perdonan. Democratizar la bobería es una garantía de efectividad comunicativa, adaptando la comunicación política al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. “Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”, decía Goebbels.
Principio de orquestación: La propaganda debe ser como una canción pegajosa de verano: pocas ideas, repetidas hasta el cansancio, desde todos los ángulos posibles, pero siempre apuntando al mismo estribillo al estilo conga: “Oye yo soy Fidel”, “Somos continuidad”, “Cuba avanza y eso les duele”. Repetir cosas sin sentido práctico pero con aires de seguridad. De aquí surge la célebre frase: “Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”, en la mente de las personas. Por eso insisten en que el socialismo del PCC es viable, solo que, claro, no los dejan. ¡Qué conveniente!
Principio de renovación: Es vital emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a tal ritmo que, para cuando el adversario responda, el público ya esté interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el creciente tsunami de acusaciones. Para esto, el régimen toma medidas y contramedidas permanentes con la promesa de que todo mejorará, que ahora sí construirán lo que nunca han construido. Y, vaya si son efectivos: llevan con el mismo cuento casi siete décadas y todavía hay quien se traga el tabaco como el primer día. Basta con comparar los eslóganes de Granma de los años 60 y 80 del siglo pasado con los actuales. Es la misma melodía, solo que ahora con un par de notas desafinadas más.
Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias. Echan mano a las frases de sus aliados de tal o cual país, de intelectuales fieles, de medios de prensa como Telesur que responden a su misma agenda política. Así que si el NTV cita a un medio en apariencia extranjero, o un amiguito extranjero del régimen, o ponen a los cada vez menos artistas españoles que tienen en su nómina, pues todo parece más real y llegan a convencer a muchos de que el primer mundo está peor que Cuba y que en la Mayor de las Antillas hay un oasis de prosperidad.
Principio del acallamiento: Callar sobre las cuestiones de las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contra programando con la ayuda de medios de comunicación afines. En especial, negar todo derecho a réplica y negar el acceso de criterios divergentes en los espacios partidistas a los que llaman medios públicos.
La propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales
Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Ponen a unos cubanos contra otros, manipulan la historia y llevan el tema al plano confrontativo entre nación y colonialismo. Sobre esa línea desarrollan la mitología castrista y su épica lucha contra un imperialismo dispuesto a atacar en cualquier momento. Aunque el Ejército cubano no tiene capacidad militar para un choque frontal con Estados Unidos, siendo evidente el atraso tecnológico, aun así convocan a maniobras ridículas para mantener activa la inminencia del mito de la invasión o la idea de plaza sitiada.
Principio de la unanimidad: Llegar a convencer a mucha gente que piensa “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad. La falsa unanimidad, el promulgar que toda Cuba es comunista, fidelista, y quien no lo sea es porque es un ex cubano, un apátrida, un lacayo, un cipayo y todos los apelativos que promueve la propaganda. Y esta práctica se extiende a las estructuras del Estado, donde no hace falta elegir a un presidente entre varias opciones y proyectos si con ratificar al candidato impuesto a dedo por el partido único ya es suficiente. De la misma manera se aprueban las leyes y, cuando fracasan las implementaciones, no hay nada que temer porque hay enemigos a los que culpar.
Epílogo
Los principios de Goebbels han encontrado en el régimen cubano una extensión natural. La propaganda es el oxígeno de la Revolución, y mientras resuene la consigna de que el hambre y la miseria son culpa del enemigo, el espíritu del ministro nazi seguirá paseando por las calles de La Habana. ¿Qué es la Revolución cubana sino la más perfecta encarnación de las palabras de Goebbels, sacrificando el yo por el todo, condenando a generaciones enteras al servicio de una mentira repetida mil veces? Mientras exigen sacrificios al hambriento, ellos viven como príncipes.