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Una idea justa en el fondo de un calabozo

Imágenes en la Plaza de la Revolución el 30 de diciembre. (EFE)
Reinaldo Escobar

31 de diciembre 2015 - 06:30

La Habana/Con el uniforme gris ratón que usan los reclusos, tan despeinada como de costumbre y con los ojos muy abiertos, Tania Bruguera, sentada en un banco de la Estación de Policía de la calle Acosta, parecía estar realizando el mejor performance de su carrera artística. A esa altura del mediodía del 30 de diciembre de 2014 ya habían sido detenidas decenas de personas en la ciudad de La Habana para impedirles cumplimentar su invitación de acudir a la Plaza de la Revolución.

Como decía Arnold Hauser “las obras de arte son provocaciones, no podemos explicárnoslas, a lo sumo podremos polemizar con ellas”. Ya en 2009, en el centro Wifredo Lam, durante la Bienal de La Habana, el Susurro de Tatlin había dado mucho de qué hablar. Un micrófono abierto para que cada cual dijera en un minuto lo que pensaba, fue demasiado para los burócratas del Consejo Nacional de las Artes Plásticas del Ministerio de Cultura que llegaron a hacer pública su indignación ante el hecho libertario. Pero lo de ahora llegaba más lejos: no se trataba del espacio cerrado de una galería, sino de la Plaza de la Revolución y no era cualquier momento, sino dos semanas después del anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

"Por encima de todo arroja luz sobre la ausencia en esa mesa de conversaciones de la sociedad civil alternativa"

Si lo que se proponía el performance era medir y evidenciar el grado de la falta de tolerancia gubernamental ante la libertad de expresión hay que decir que fue un éxito, aunque para algunos solo se ha puesto de relieve una verdad de Perogrullo. Si el estilo de “sin prisa pero sin pausa” ha caracterizado el quehacer de “el revolucionario paulatino” en áreas menos complejas, como son el trabajo por cuenta propia o la entrega de tierras en usufructo, qué se podía esperar de libertades cívicas y políticas a pocos días de comenzar el desmontaje de esta plaza sitiada, donde toda disidencia ha sido interpretada como una traición.

Lejos de perjudicar el normal desenvolvimiento de eventuales negociaciones entre los participantes del antiguo diferendo, lo ocurrido en los últimos días de este 2014, deja claro para unos y para otros los límites en que se pueden mover los condicionamientos y exigencias. Por encima de todo arroja luz sobre la ausencia en esa mesa de conversaciones de la sociedad civil alternativa, el cubano de a pie, el pueblo, o como se quiera denominar a la parte más perjudicada de este conflicto en vías de extinción.

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