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La inocencia de los diputados cubanos

Llevan casi medio siglo levantando la mano unánimemente para aprobar todo lo que el Gobierno propone

Diputados, durante una sesión. / Asamblea Nacional
Reinaldo Escobar

23 de julio 2024 - 16:25

La Habana/Debí haber titulado este comentario como "la falta de culpa de los diputados", para no confundir el significado de inocencia al que me refiero con ese otro que se acerca a "ignorancia".

A los diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP) se les ridiculiza comparándolos con un coro de focas amaestradas que solo saben aplaudir a cambio de migajas. Se lo han ganado, por llevar casi medio siglo levantando la mano unánimemente para aprobar todo lo que el Gobierno pone a su consideración. Al foro del Parlamento acuden los ministros a exponer sus informes y propuestas, sabiendo que los más atrevidos a lo sumo se lanzarán a discutir algún signo de puntuación o a proponer un sinónimo más acorde con las ocultas intenciones que el avispado diputado adivina detrás de la letra grande de la ley.

No es culpable el zorro que ha sido colocado en el puesto de guardián del gallinero, como no tiene culpa el hielo que ha sido arrojado al horno para calentar una caldera. Hielo y zorro son inocentes, la culpa se la lleva el sistema de selección y, en última instancia, los que diseñaron el sistema.

Uno nunca debe creer que ya ha explicado un asunto demasiadas veces.

Para llegar a ser diputado en Cuba no solo hay que recorrer un azaroso camino, sino que además hay que cumplir una larga lista de requisitos

Para llegar a ser diputado en Cuba no solo hay que recorrer un azaroso camino, sino que además hay que cumplir una larga lista de requisitos que ni siquiera forman parte de los propósitos de crecimiento personal que cada cual se propone.

La candidatura para ocupar escaños en el Parlamento se alimenta de dos fuentes: la mitad de los 471 puestos será rellenada con delegados de circunscripción; la otra, con "personalidades destacadas de la política, la cultura, la ciencia, el deporte y la sociedad".

La primera es una criba de los más de 15.000 delegados de circunscripción que hay en todo el país. O sea, se trata de escoger a 235 entre 15.000, lo cual da a la Comisión de candidatura un margen de error despreciable. En la segunda fuente el margen es aún menor, porque ni siquiera hay una cifra reconocida que indique entre cuántas personas se hizo la selección.

Ya se ha repetido mucho que la llamada "diversidad" de esta Asamblea Nacional se reduce a los factores de edad, raza, perfiles ocupacionales y alguna que otra pincelada de religión o sexo, pero basta comprobar que más del 90% de los diputados milita en el Partido Comunista o en la Unión de Jóvenes Comunistas para comprender que primero entra un tren por el túnel de la bahía habanera que un disidente por las puertas del Parlamento.

Ellos no llegaron a esos puestos presentando un programa o tratando de hacer prosperar una propuesta. Allí los llevó su biografía rigurosamente escrutada

Ellos no llegaron a esos puestos presentando un programa o tratando de hacer prosperar una propuesta. Allí los llevó su biografía rigurosamente escrutada y verificada por los órganos de la Seguridad del Estado. La docilidad de estos elegidos no responde a la lealtad a un pensamiento, sino a la obediencia al líder. Esa es la razón por la que la presencia de Raúl Castro resulta imprescindible, porque basta observar como él aplaude o asiente para saber a favor de qué votar.

Si un día el general no está, o mejor, cuando un día el general no esté, y ocurriese el milagro de una discusión, digamos entre Manuel Marrero y Miguel Díaz-Canel, en la que ambos sostengan opiniones divergentes sobre algún tema esencial, o incluso sobre un tema banal, lo más probable es que ese día abunden las abstenciones.

Porque el verdadero milagro sería que empezaran a definirse dos alas, dos tendencias que cualquier observador pudiera definir como radicales o moderadas, como continuistas o renovadoras, o como se le antoje a los observadores definir.

Si algo sobra en Cuba son los derroteros alternativos ajenos a los dictados del Partido Comunista. En 65 años hemos dejado atrás, sin posible regreso, atajos y avenidas por los que hubiera avanzado la nación. Ahora mismo ante la pavorosa idea del futuro que nos amenaza vemos a una masa de obedientes diputados aprobando unánimemente el capricho de continuar por el camino del despeñadero. ¿Se les puede culpar de algo? ¿De ceguera, de cobardía? Para eso los colocaron en esa posición, en eso radica su inocencia.

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