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Inventario de coincidencias

Reinaldo Escobar

04 de julio 2015 - 14:49

Madrid/ Si bien es cierto que un abultado inventario de diferencias explica las causas de la falta de unidad en el entorno de la oposición política en Cuba, también es verificable que existen puntos de coincidencia sobre los que pudiera descansar un consenso.

Quizás el más compartido de esos puntos, y también el más abarcador, sea el deseo de que se respeten todos los derechos humanos, en particular la libertad de expresión, de reunión y de movimiento. Le sigue la vocación pacífica de todas las agrupaciones de la Isla.

Si no fuera porque hay diferentes listados de prisioneros políticos, el reclamo de su inmediata liberación sería unánime. Pero todos están de acuerdo en una formulación conciliadora: nadie debe estar en la cárcel por sus ideas políticas o sus tendencias ideológicas. Los matices que impiden hasta el momento un reclamo común es que en algunas listas aparecen encausados por terrorismo o implicados en hechos violentos, como intentos de secuestrar naves aéreas para escapar de la Isla.

Otro elemento unitario es la exigencia al Gobierno para que ratifique el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que firmó en el 2008. No obstante, algunos entienden que se trataría de una conquista parcial, porque una vez que fueran ratificados, habría que iniciar la campaña para que se cumplieran y se implementarán en la legalidad nacional.

Hay un amplio consenso en reconocer plenos derechos a los cubanos que viven fuera de la Isla, sean exiliados por motivos políticos o emigrantes económicos

El cese de la represión, o lo que es igual, la despenalización de la discrepancia política, es algo que une a tirios y troyanos. De esa demanda se desprenden naturalmente la aceptación de la diversidad de preferencias ideológicas y el fin de los actos de repudio. Lo cual desembocaría en el pluripartidismo, concepto aceptado por todos los opositores. Tarde o temprano llevaría también a la legitimación de las diversas formas en que se manifiesta la sociedad civil en Cuba.

Las libertades económicas constituyen un reclamo que trasciende el ámbito estrictamente contestatario y es probablemente el puente que une a reformistas y opositores, porque solo los talibanes del partido comunista defienden la supremacía de la empresa planificada socialista. Quitar la camisa de fuerza que lastra la iniciativa empresarial de los cubanos parece ser una conquista compartida por millones en esta isla.

Existe también un amplio consenso en reconocer plenos derechos a los cubanos que viven fuera de la Isla, sean estos exiliados por motivos políticos, emigrantes económicos o hayan integrado la diáspora por cualquier otra causa. El derecho a regresar a su patria y a radicarse en ella, si así lo desean, a elegir y a ser elegidos en cargos públicos y a participar en la vida económica en igualdad de condiciones con los residentes permanentes, es apoyado por una gran mayoría de la población y de los activistas.

No obstante, los cubanos que viven en el territorio nacional reclaman para ellos el protagonismo político, evitando de esa forma que se dicten agendas desde el exterior.

Aunque parezca paradójico, el tema más común en foros de la sociedad civil y la oposición en Cuba es la unidad, al menos la unidad basada en objetivos comunes y en el respeto a la identidad ideológica y programática de cada cual.

Quizás esta amalgama de coincidencias no sea suficiente para estructurar una plataforma común capaz de competir, ante un eventual electorado, con el monolitismo del partido-Estado en el poder, pero se trata de un punto de partida fácilmente identificable.

Solo resta decir que en los entornos disconformes concurre la misma materia prima humana común a todos los espacios signados por la cubanidad, la misma mezcla de defectos y virtudes, el mestizaje de razas y creencias, las discrepancias históricas, los enfrentamientos regionales y las suspicacias. Incluso cuando logramos consensos, llegamos a ellos con las mismas enormes alas de nuestras desmedidas ambiciones, el pesado lastre de nuestra indolencia y de nuestra irresponsabilidad.

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