El Gobierno cubano ha construido una trampa para atraer el capital de la diáspora
El economista Elías Amor cree que el intento de captar inversión de cubanos en el exterior no es real y busca atribuir el próximo fracaso de nuevo al embargo
Valencia/No con mi dinero
Y por supuesto, no ahora. La prensa oficial castrista se ha hecho eco de que el Gobierno comunista cubano se plantea ahora promover la inversión en la Isla de residentes en el exterior. ¿Una vuelta más a lo que se supone era el principio del que nunca se debió apartar la economía de la nación? En absoluto. No conviene equivocarse.
En realidad, lo fundamental no ha cambiado, porque ahí está inalterada la Constitución de 2019 que mantiene el modelo socialcomunista de dirección económica. En ese texto, la propiedad de los medios de producción sigue siendo "colectiva" en manos del Estado, el mercado sigue proscrito para asignar recursos y el enriquecimiento privado se encuentra penalizado. Nada ha cambiado en las bases fundamentales del sistema, porque incluso la expropiación y la confiscación siguen estando en el texto constitucional como armas del Gobierno para destruir la propiedad privada y riqueza acumuladas. Hay que ir con mucho cuidado a la hora de invertir en Cuba, porque el sistema económico es completamente distinto al que existe en el resto del mundo, excepto en Corea del Norte.
Sin embargo, el Gobierno ha decidido construir una trampa para atraer el capital de la diáspora. El capital que no se permite generar en Cuba por la población que reside en la Isla, ahora se pretende traer del exterior. Ya no se trata solo de atraer remesas, sino que los cubanos del extranjero, a diferencia de sus compatriotas que lo tienen prohibido, puedan participar a título privado en los procesos de desarrollo socioeconómico en la nación. Era lo que faltaba.
Ya no se trata solo de atraer remesas, sino que los cubanos del extranjero, a diferencia de sus compatriotas que lo tienen prohibido, puedan participar a título privado en los procesos de desarrollo socioeconómico
Todos los países del mundo que tienen residentes en el exterior organizan políticas para atraer su capital, tecnología, experiencia y relaciones. Lo hizo España en los años 60 del siglo pasado y lo hacen actualmente, México, Ecuador o República Dominicana, y tienen éxito en ello porque saben lo que se tiene que hacer. Los nacionales de un país que emigran a otro para trabajar y labrarse un futuro lo hacen pensando siempre en un regreso, y para ello, parte de sus ganancias las destinan a constituir un capital, un negocio o una actividad que les permita ese retorno.
El cubano no puede actuar de este modo desde 1959. La salida del país en busca de una vida mejor y de libertad traía consigo la conversión en "gusano", enemigo del régimen que había que aplastar u olvidar. En tales condiciones, ¿a quién va a pedir dinero el Gobierno y para qué? No creo que esta política vaya a tener éxito, pero, por si ese fuera el caso, vale la pena escuchar algunas de las características que tendrá, tal y como se han anunciado.
Al parecer, el régimen pretende que la política de atracción del capital de los cubanos en el exterior solamente se aplique a aquellas prioridades establecidas por la agenda del Gobierno. Dicho de otro modo, un cubano residente en España o Francia no podrá invertir libremente en lo que quiera o estime pertinente, sino en aquello que el régimen autorice previamente. Por supuesto, después de pasar por un largo y complejo proceso burocrático cuyo final solo Dios sabe cuál puede ser.
Ernesto Soberón, que está detrás de todo este nuevo "experimento", se ha asegurado de dejar bien claro este punto, para que nadie se llame a engaño, y esto debería ser suficiente para cerrar la carpeta y olvidarse de la cuestión. Soberón sabe cómo se forman las decisiones de inversión en una economía libre, de modo que su iniciativa de que el capital procedente del exterior se dirija solo a determinadas actividad tiene muy poco que ver con la racionalidad económica. Se avecina otro fracaso a la nómina del Gobierno. Lo más probable es que acaben culpando al embargo, pero, en este caso, la normativa es tan intrusiva que acabará siendo el origen del desastre.
La búsqueda de vínculos entre la Isla y los cubanos radicados en otras latitudes ofrece una idea más que evidente de cuál es la situación del régimen, que anda desesperado por encontrar una financiación que no llega, ya que el turismo o los ingresos por exportaciones están paralizados por la pandemia.
Por ello, si realmente esta necesidad financiera fuera exigente, no se puede comprender por qué el régimen ha decidido que solo podrán llegar a Cuba inversiones de los cubanos en el exterior relacionadas solamente con proyectos de desarrollo local e intercambios de cooperación, ambitos absolutamente controlados por el Estado y que van a limitar de forma notable las oportunidades de negocio que se podrán desarrollar. Los cubanos no podrán invertir en el sector agropecuario, en vivienda o inmuebles, en empresas (porque son estatales) o en educación o sanidad (que está prohibido). En el fondo, se pretende dar un bocado a las remesas, no solo en su utilización habitual para comprar bienes y servicios necesarios que no se ofrecen por la canasta normada, sino como la posibilidad de invertir en un negocio que genere ingresos para la familia en Cuba.
Soberón reconoció que todavía están trabajando en la normativa, y que aún falta crear las bases legales y considerar otra serie de cuestiones necesarias para una implementación efectiva de todo ese proceso, de modo que se está lejos de cualquier planteamiento sobre este asunto. Añadió: "En todo eso se está trabajando, más allá de la manipulación sobre el tema que siempre va a haber por parte de determinados medios y sectores". ¿Manipulación? ¿Quién manipula, de qué y cómo? No vale la pena perder el tiempo en algo que no va a funcionar, porque ni Soberón quiere que llegue capital de la diáspora a la Isla, ni tampoco los empresarios cubanos radicados en el exterior deben caer en esta ratonera que está preparando el Gobierno, por cierto, con queso de muy mala calidad.
No vale la pena perder el tiempo en algo que no va a funcionar, porque ni Soberón quiere que llegue capital de la diáspora a la Isla, ni tampoco los empresarios cubanos radicados en el exterior deben caer en esta ratonera
En vez de liberalizar la economía y dejar atrás el modelo socialcomunista, que lastra el desempeño de la economía, las autoridades andan enredando con un asunto que se han inventado para seguir culpando al embargo o bloqueo de todos los males de la economía. Ahora dicen que, si bien para que alguien invierta en un país debe llevar dinero, mercado o tecnología, la principal dificultad, no solo para los cubanos, sino para todo el mundo, es lograr transferir el efectivo a la nación. Y esto se debe, según el Gobierno, a la permanencia del bloqueoimpuesto por Estados Unidos, lo que sucede también con el caso de las remesas y su posible uso en emprendimientos.
Soberón sostiene que si el Gobierno norteamericano obstaculiza estos envíos, si impide que llegue el dinero, ya ese es otro problema para la comunidad cubana que no depende de lo que pueda hacer Cuba. Una vez más, la responsabilidad es de Estados Unidos. En realidad, no veo cómo Estados Unidos puede impedir que un cubano jubilado en España realice desde un banco español con el que ha operado toda su vida, un proyecto inversor en Cuba.
De hecho, conozco el caso de alguno que ha vuelto a España después de comprobar lo inviable que era el retorno y encontrarse con una situación mucho peor de la que dejó atrás. No será un asunto fácil. El dinero debe dar rentabilidad y su dedicación debe ser libre, con un solo límite en las actividades delictivas. En realidad, me temo que el régimen no quiere el dinero de la diáspora, lo que busca es otro argumento más para decir, una vez más, que la culpa de todo la tiene Estados Unidos. No se cansan.
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Nota de la Redacción: Este texto fue publicado originalmente en el blog Cubaeconomía y se reproduce aquí con permiso del autor.
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