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Lo que "justifica" al ministro

A lo largo de los últimos 62 años son muchos los ejemplos en los que, desde el poder, se ha preferido premiar la intransigencia antes que estimular la tolerancia

La delegación cubana, a gritos en la ONU. (CubaONU)
Reinaldo Escobar

29 de enero 2021 - 17:17

La Habana/Para muchas personas resulta injustificable el incidente del pasado 27 de enero frente al Ministerio de Cultura en La Habana, cuando el titular de esa cartera, acompañado de otros funcionarios y empleados de esa institución, actuó con violencia frente a un grupo de jóvenes que realizaba un plantón para protestar por la detención de varios activistas.

Los acontecimientos han sido suficientemente narrados desde varias perspectivas, entre ellas la versión oficial, que califica el hecho de "valiente enfrentamiento a una provocación contrarrevolucionaria".

A lo largo de los últimos 62 años son muchos los ejemplos en los que, desde el poder, se ha preferido premiar la intransigencia antes que estimular la tolerancia.

Consignas como "Primero se hundirá la isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie" o "Cuba es un eterno Baraguá" han evidenciado la testarudez sostenida por algunos patriotas

Consignas como "Primero se hundirá la isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie" o "Cuba es un eterno Baraguá" han evidenciado la testarudez sostenida por algunos patriotas para defender principios irrenunciables, como la independencia o la libertad, para justificar la negativa a todo tipo de diálogo o al simple reconocimiento de la existencia de un pensamiento diferente.

Ejemplos hay muchos, pero basta recordar estos dos:

En 1988 el oficial de inteligencia Carlos Manuel Medina Pérez, con cobertura de diplomático en Londres, disparó desde la sede de la embajada cubana contra el exagente Florentino Aspillaga, a quien había tendido una emboscada simulando una deserción. Obviamente, el diplomático fue expulsado de ese país donde hay cuerpos policiales que ni siquiera portan armas de fuego.

A su llegada a Cuba fue premiado personalmente por Fidel Castro, quien le concedió la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, una de las pocas condecoraciones de la época republicana que mantiene vigencia en el país.

Un elemento curioso es que ese otorgamiento no aparece registrado en Ecured, la Wikipedia cubana. Hoy, el pistolero se desempeña como miembro de la Junta Directiva Nacional de la Sociedad Cultural José Martí.

Veinte años después, durante los XXIX Juegos Olímpicos en Pekín, mientras combatía por obtener la medalla de bronce en la categoría de más de 80 kilos de taekwondo, el deportista cubano Ángel Valodia Matos se sintió molesto porque, cuando iba ganando, el árbitro suspendió la pelea por considerar que había sufrido una lesión que le impedía continuar. Creyendo tal vez que la patria lo contemplaba orgullosa, le propinó una patada en la cabeza al árbitro, el sueco Chekir Chelbat, y posteriormente empujó a uno de los jueces que intentó apaciguarlo. Él y su entrenador fueron suspendidos de por vida.

Aquella imperdonable violación de la ética deportiva encontró su recompensa en una reflexión de Fidel Castro publicada el 24 de agosto de 2008: "Para nuestro atleta de taekwondo y su entrenador, nuestra total solidaridad. (...) ¡Para el honor, Medalla de Oro! "

"Bajo el mismo paraguas de aceptación se cobijan los actos de repudio donde "espontáneamente las masas manifiestan su indignación" y los bochornosos escándalos de los diplomáticos cubanos en eventos de Naciones Unidas"

Se podría continuar con los ejemplos mencionando la impunidad en que quedó el hundimiento del remolcador 13 de marzo en julio de 1994, "porque los trabajadores estaban defendiendo sus medios de trabajo", o las felicitaciones que recibieron en febrero de 1996 los pilotos de cazas de combate que derribaron en aguas internacionales las desarmadas avionetas de Hermanos al Rescate lanzándoles cohetes "porque habían violado el sacrosanto espacio aéreo de la Isla".

Y claro está, bajo el mismo paraguas de aceptación se cobijan los actos de repudio donde "espontáneamente las masas manifiestan su indignación" y los bochornosos escándalos de los diplomáticos cubanos en eventos de Naciones Unidas, interrumpiendo con gritos y consignas a quienes exponen denuncias contra la dictadura, o la intervención del exministro de Cultura Abel Prieto en abril de 2015 en la VII Cumbre de las Américas en Panamá, cuando se enfrentó groseramente a compatriotas de otras tendencias políticas argumentando que "no podían compartir el espacio con otros cubanos terroristas y mercenarios".

Mirando estos hechos no solo es "comprensible" la airada respuesta del ministro y sus secuaces, sino que resulta sorprendente por qué no fue tan combativo el 27 de noviembre, cuando frente a sus oficinas se reunieron más de 300 jóvenes para cuestionar su trabajo.

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