'Killing Castro': meterse en la piel del dictador

Historia sin histeria

El actor Diego Boneta se bebió todos los videos que muestran al tirano en su juventud y revisó decenas de fotos y testimonios

Cartel promocional de la película 'Killing Castro' dirigida por Eif Rivera
Cartel promocional de la película 'Killing Castro' dirigida por Eif Rivera / Imdb
Yunior García Aguilera

27 de agosto 2024 - 12:00

Madrid/El año pasado, un joven y talentoso actor mexicano me invitó a cenar en Madrid. Era Diego Boneta, reconocido por dar vida a Luis Miguel en la exitosa serie biográfica, aunque había trabajado además junto a Tom Cruise y Arnold Schwarzenegger en producciones hollywoodenses. El motivo de su invitación era hablar sobre Fidel Castro. Le interesaba mi punto de vista como dramaturgo y actor, pero también como opositor al régimen. Diego se enfrentaba al papel más difícil de su carrera hasta esa fecha: interpretar al dictador cubano.

Me sorprendió lo mucho que había estudiado sobre el papel. Se bebió todos los videos que muestran al tirano en su juventud y revisó decenas de fotos y testimonios. Pero más allá de dominar la voz y la gestualidad de su rol, Boneta quería entender el alma del personaje, sus ambiciones, dudas, debilidades y frustraciones. Y ya lo tenía agarrado por los huevos. Cuando le pregunté: ¿cuál crees que era su ideología en ese momento que narra la película? Me contestó: su única ideología, en ese instante y creo que hasta el final de su vida… fue el poder.

Lo más interesante, para mí, no fue la desastrosa planificación y ejecución del hecho, sino las reacciones sobre lo ocurrido

Primero hablamos sobre la carta que un Fidel adolescente le envió en inglés al presidente Roosevelt en 1940. En la misiva le llamaba “mi buen amigo” al hombre más poderoso del mundo. Estaba dispuesto a mostrarle dónde se encontraban las mayores minas de hierro del país a cambio de diez dólares. Pero además mentía sobre su edad, afirmando tener 12 años, cuando en realidad tenía 14.

El segundo tema fue el asalto al cuartel Moncada. Lo más interesante, para mí, no fue la desastrosa planificación y ejecución del hecho, sino las reacciones sobre lo ocurrido. Porque, para un narcisista como Fidel Castro Ruz, lo más importante no era el suceso en sí, sino su impacto mediático. Los propios comunistas, desde el Daily Worker neoyorquino, condenaban la acción tildándola de putschista, propia de bandas burguesas. Y a su líder lo tacharon de aventurero e irresponsable. Para colmo, un periódico chileno de ultraizquierda afirmaba que la CIA estaba detrás de los sucesos del 26 de julio en Cuba.

Ya se ha especulado mucho sobre cuál era la ideología de Castro en aquellos años. Sus primeros discursos y escritos evidencian que había leído más a los fascistas y falangistas que a Marx o a Lenin. También son archiconocidas sus declaraciones, en inglés y en español, negando cualquier nexo entre la Revolución y las ideas marxistas. “Campaña canallesca”, le llamaba el incipiente dictador a las acusaciones que lo etiquetaban como comunista.

El propio Nikita Jruschov consultó con los socialistas de La Habana, interesado en la ideología del barbudo. Pero la gente del PSP (Partido Socialista Popular) lo consideraba entonces como un simple nacionalista pequeñoburgués. La pregunta del millón es: ¿estaba engañándolos a todos? Si nos guiamos por aquella carta que escribió a los 14 años, fingiendo tener 12, podríamos presumir que sí, el tipo era un mitómano desenfrenado. Pero si se profundiza un poco más en su narcisismo y en su obsesión con el poder, podríamos decir que estaba dispuesto a asumir cualquier ideología que le garantizara perpetuarse. Y en esto, Estados Unidos era la clave.

Sus primeros discursos y escritos evidencian que había leído más a los fascistas y falangistas que a Marx o a Lenin

El puñetazo más fuerte contra su ego ocurrió en Washington. Su visita en abril de 1959 estuvo marcada por varias torpezas protocolares. Primero, viajó sin invitación de la Casa Blanca. Como reacción, el presidente Eisenhower se negó a recibirlo, justificándose con un partido de golf. En consecuencia, Castro aclaró que no había ido a mendigar nada, aunque de eso se encargaría, 15 días después, un emisario suyo. Entonces, el vicepresidente Nixon aceptó reunirse con él dos horas y media. Pero Nixon también fue torpe. Durante su encuentro, se encargó de hacerle ver al barbudo que no tenía ni idea sobre economía y que era un ingenuo con respecto a la URSS. Fidel regresó humillado de aquel viaje. Y los analistas soviéticos se dieron cuenta, trazando un plan que atraería a Cuba, inevitablemente, hacia su órbita.

La siguiente visita de Castro al país del Norte ya estaba en las agendas de la KGB y la CIA. Y es sobre ese viaje en concreto, que la película Killing Castro basa su historia. El filme ya está hecho y se estrenará en algún momento de este año. En él trabajan además Al Pacino y el virtuoso actor cubano Héctor Medina. Esperemos a que el filme salga. Estoy convencido de que va a generar mucho debate, sobre todo entre los cubanos.

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