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¿Por quién llora Argentina?

Consciente del hartazgo social, Milei asumió un liderazgo "Joker", con sus patillas a lo Menem y un discurso incendiario

La retórica de Milei sobre acabar con "la casta política parasitaria, chorra e inútil" ha calado entre los votantes. (EFE)
Yunior García Aguilera

23 de agosto 2023 - 00:13

Madrid/Para comprender el fenómeno Milei, hay que ir un poco hacia atrás en la historia. Casi todos hemos escuchado la emotiva canción Don´t Cry for Me Argentina, un tema que ha sido interpretado por estrellas como Madonna, Sinéad O´Connor, Sarah Brightman, Christina Aguilera o Andrea Bocelli. Está inspirado en María Eva Duarte, más conocida como Evita Perón, política, actriz y primera dama argentina, esposa de Juan Domingo Perón. Evita murió de cáncer en 1952, con solo 33 años, y fue declarada tras su muerte como "Jefa Espiritual de la Nación".

Desde entonces, el peronismo ha sido el movimiento político más influyente en el país austral. Por su amplio espectro resulta difícil de clasificar, ya que varios grupos, de izquierda o derecha, afirman ser peronistas. Pero entre sus principales marcas podemos encontrar un discurso populista, nacionalista, cercano a los trabajadores y cuyo objetivo es la justicia social.

Perón salió de Argentina después del golpe militar de 1955. Tras el fin de la llamada Revolución Libertadora y luego la Revolución Argentina (que no fueron más que dictaduras), Perón regresó al país, convirtiéndose en presidente por tercera vez, en 1973. Pero falleció un año más tarde, dejando en la presidencia a su nueva esposa, la bailarina Isabel Perón, 35 años más joven que él.

Argentina ha vivido ya 40 años de democracia sostenida. Pero a principios del siglo XXI colapsó el modelo económico ultraliberal iniciado 10 años antes por Menem

Isabelita, cuyo nombre real era María Estela Martínez, no era precisamente una feminista de izquierdas. Durante su gobierno, los 39 ministros de su gabinete fueron hombres. El país, además, sufría una inflación galopante, desabastecimiento y corrupción. La violencia estaba desatada, principalmente entre el grupo parapolicial anticomunista Triple A y las guerrillas de la izquierda radical (los Montoneros). En aquel contexto de Guerra Fría, todo el Cono Sur, excepto Argentina, estaba gobernado por dictaduras militares y la débil democracia albiceleste estaba en conteo de protección.

El año pasado, el filme Argentina, 1985 ganó un Globo de Oro y fue nominado al Oscar como mejor película internacional. La cinta nos sitúa en el juicio a las Juntas Militares, la peor dictadura que sufrió el país (1976-1983). Estos años infames dejaron un saldo de 9.000 desaparecidos, bebés secuestrados, torturas, e incluso personas vivas arrojadas al mar durante los "vuelos de la muerte".

En 2018 conocí personalmente en Buenos Aires al general Martín Balza, quien sorprendió a todos en 1995 con una autocrítica en televisión nacional. El entonces jefe del Estado Mayor General leyó una declaración donde reconocía que el Ejército había cometido violaciones de derechos humanos. Por primera vez, los militares asumían sus culpas y condenaban a todo uniformado que impartiera o cumpliera órdenes inmorales.

Argentina ha vivido ya 40 años de democracia sostenida. Pero a principios del siglo XXI colapsó el modelo económico ultraliberal iniciado 10 años antes por Menem. Desfilaron por la Casa Rosada cinco presidentes en una semana, estalló la anarquía y Fernando de la Rúa abordó un helicóptero hacia la renuncia. El escenario estaba listo para una nueva variante peronista de centro-izquierda: el kirchnerismo.

Esta corriente ha gobernado desde 2003, excepto durante la presidencia de Macri (2015-2019). Pero la situación de Argentina vuelve a ser caótica, con un aumento de la pobreza, inseguridad, escándalos de corrupción, división interna dentro del kirchnerismo, descontento generalizado y una insoportable inflación crónica.

En este panorama surge Javier Milei, un libertario anarco-capitalista, fiel discípulo de la escuela austríaca, admirador de Trump y Bolsonaro

En este panorama surge Javier Milei, un libertario anarco-capitalista, fiel discípulo de la escuela austríaca, admirador de Trump y Bolsonaro. Las bases de su ideario ya venían haciendo mucho ruido en las redes, como parte de una "batalla cultural", impulsada entre otros por el argentino Agustín Lage, la guatemalteca Gloria Álvarez o el chileno Axel Kaiser. El oficialismo se concentró en demonizar a Milei, volviéndolo mucho más atractivo para los votantes más jóvenes.

Consciente del hartazgo social, Milei asumió un liderazgo "Joker", con sus patillas a lo Menem y un discurso incendiario. Sus enemigos erraron al atacarlo por su relación con sus perros o con su hermana, a la que comparaban con Cersei Lannister. Su retórica sobre acabar con "la casta política parasitaria, chorra e inútil", ha calado entre los votantes, aunque acabe convertido en jefe de esa casta.

Milei promueve el achicamiento extremo del Estado, "voucherizar" la educación y la salud y dolarizar el país. Ha hablado incluso de la libre tenencia de armas o sobre encontrar un mercado para la venta de órganos. Está por verse si llega a presidente, si es capaz de realizar las políticas que vende, si luego impulsa o evita un estallido social masivo. Por ahora, Milei es la persona por quien lloran más de siete millones de argentinos.

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