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La mala entraña

El atleta español Orlando Ortega tras ganar la medalla de plata en 110 m vallas en los Juegos Olímpicos de Río. (EFE/Fernando Bizerra Jr.)
Maite Rico

24 de agosto 2016 - 01:16

Madrid/En 2013, el atleta Orlando Ortega decidió poner fin a su relación con el régimen cubano. Desertó en el Mundial de Moscú y vino a España. Ese mismo año, el actor Willy Toledo anunció que abandonaba España, la antítesis de la democracia, y se marchaba a Cuba, cuya revolución "la gente de izquierdas está obligada a apoyar sin fisuras".

Orlando Ortega llegó a España con 22 años y lo puesto. Recaló en Valencia y lo pasó mal. "Echaba de menos a sus padres y se pasaba el día durmiendo", ha recordado Dolores. Su esposo, Vicente Revert, expresidente de la Federación Valenciana de Atletismo, adoptó a Orlando, le abrió las puertas del CAVA Ontinyent y le ayudó a conseguir los papeles.

Toledo llegó a La Habana con los parabienes de la dictadura. Ignoro si, tal y como se ha publicado, lo instalaron en una casa de protocolo, con servicio y chófer, como hacen con todos los visitantes ilustres. En todo caso, no es difícil imaginar que no conoció la cartilla de racionamiento, ni los problemas de transporte, ni el desabastecimiento que sufre el cubano de a pie. Seguramente tampoco sobrevivió con el sueldo medio, equivalente a 15 euros al mes. Qué aportó Toledo a la revolución cubana es algo que ignoramos. En cambio, el mundo entero sabe qué ha aportado Ortega a su país de acogida: unos momentos de emoción colectiva y la alegría de una medalla olímpica en 110 metros valla, que celebró abrazando la bandera de España.

Y eso no le ha gustado nada a Toledo, que ha arremetido brutalmente contra el atleta. "Gusano", lo ha llamado en Facebook. Y "pobre hombre". Luego, el augurio: "Roma no paga a traidores, cosa que todo cubano debería tener siempre presente". Y ante la avalancha de reacciones, ha vuelto a la carga: "Me cago siete veces en vuestra medalla, fruto del compromiso de la revolución cubana con el ser humano, y comprada con vuestro sucio dinero robado al pueblo trabajador español, y le deseo de corazón al señor atleta que sobreviva de la mejor manera posible al olvido y, de nuevo, a la pobreza".

¿Por qué tendría que acabar pobre y olvidado? ¿Por ser negro? No se entiende a qué viene ese tono de conmiseración: con 25 años, Ortega ha destacado ya mucho más en su profesión que Toledo en la suya, y eso que le dobla la edad. El actor logra no caer en el olvido básicamente gracias a los dislates que dice y escribe, pero esa verborragia enajenada no puede disculpar su crueldad. En 2010, insultó a otro Orlando, también cubano y también negro. Era el disidente Orlando Zapata, preso de conciencia de Amnistía Internacional, que acababa de morir en una celda después de tres meses de huelga de hambre. Toledo dijo que se trataba de un vulgar delincuente. Así se las gasta. En Latinoamérica a eso se le llama mala entraña.

Facebook ha decidido clausurar el perfil del actor durante un mes, ante lo cual ya brama contra la censura. Estoy de acuerdo. Que le devuelvan su albañal. Convertido, como está, en una caricatura, es el peor publicista de la dictadura castrista. Es más, tiene un alter ego en Twitter que les recomiendo vivamente: Willy Tolerdo, @WillyTolerdoo. Es mucho más divertido que el original y tiene 10.000 seguidores más. Ni en eso.

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Nota de la Redacción: este artículo ha sido publicado previamente en El País. Lo reproducimos con la autorización de la autora.

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