Marino Murillo, el antifidelista
La Habana/Como esos cometas erráticos a los que los astrónomos todavía no le han medido el pulso, Marino Murillo desaparece y reaparece de la escena política cubana, generando murmuraciones sobre su truene cuando se esfuma y expectativas sobre su imparable ascenso cuando retorna.
Dicen los que lo conocieron cuando era director de Economía en el ministerio de la Industria Alimenticia, que Murillo era el funcionario que más se esforzaba para que la producción nacional sustituyera importaciones. Sin embargo, cuando ocupó el cargo de Ministro de Comercio Interior (2006-2009) fue quien incrementó la comercialización de bebidas importadas, con la consecuente afectación a la industria nacional.
Ahora, además de ser ministro de Economía y Planificación, es el miembro del Buró Político del Partido Comunista que tiene a su cargo la implementación de los lineamientos del 6º Congreso, o lo que es igual, es el hombre que lleva el control de las reformas.
“Debemos preocuparnos por crear riquezas, pues las economías de mejores resultados son las que han podido sostener la producción", dijo Murillo
Lo que explica Murillo “va a prueba” como dicen los profesores a sus estudiantes cuando exponen algún detalle significativo de una asignatura. Y recientemente ha señalado algo revelador a los diputados de la 8ª legislatura del Parlamento cubano: las empresas cubanas se rigen por la ley fundamental del capitalismo. Claro que no lo formuló así, pero para un licenciado en Economía que estudió en la Unión Soviética, el enunciado de que la ley fundamental del sistema capitalista es obtener ganancias a través de la plusvalía es algo que se aprende como un catecismo.
Por eso –y ahora lo cito de memoria–, cuando dijo que el objetivo fundamental de las empresas (estatales socialistas) era producir, cobrar y obtener ganancias, estaba como dejando en un segundo plano lo que los teóricos enuncian como la ley fundamental del sistema socialista que se expresa en el propósito de “satisfacer las necesidades siempre crecientes de la población”.
No conforme con eso, dos días después se presentó ante los delegados del 10º Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas y allí, luego de aclarar que el crecimiento de un 4,7% del PIB no tiene aún un reflejo en la economía doméstica, entiéndase en los estantes y refrigeradores de cada hogar, sentenció que “para que esto suceda el PIB debe crecer un 5 % o 6 % de manera sostenida por varios años”.
Y añadió: “Debemos preocuparnos por crear riquezas, pues las economías de mejores resultados son las que han podido sostener la producción. El modelo debe partir de que todos los actores económicos funcionen igual y no frenar las fuerzas productivas”.
Murillo es el que lleva la voz cantante contra el estribillo fidelista: dijo que llegará el momento en que las personas puedan vivir de su salario
Quizás no he estado atento a la evolución del discurso oficial y me he perdido algo, pero no tengo registrado el momento en que se haya hecho la autocrítica a lo que en su momento fue el imantado norte de la brújula revolucionaria: “No es crear conciencia con el dinero o con la riqueza, sino crear riqueza con conciencia…”(Fidel Castro, discurso pronunciado el 26 de julio de 1968)
Si eso ha cambiado, Murillo es el que lleva la voz cantante contra el estribillo fidelista, prueba de eso es que en esta misma alocución frente a los pichones del Partido, dijo que llegará el momento en que las personas puedan vivir de su salario, el cual se incrementará en dependencia de la capacidad de crear riquezas. “Tenemos que hacer eficiente a la empresa estatal socialista para crear riquezas, lo que se revertirá en el salario”, recalcó por si alguien no lo había entendido.
Murillo tiene toda la razón, aunque se queda corto, o quizás esté midiendo sus pasos. Lo que no acabo de comprender es por qué este ministro de Economía no menciona la emulación socialista ni los estímulos morales… ¿Me habré perdido algo?