Otro mito en la relación de Cuba y Estados Unidos
La Habana/"Fue el Gobierno revolucionario en Cuba el que empujó la situación hacia la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961".
Es conocido que la entrevista que le hiciera Herbert Matthews a Fidel Castro en Sierra Maestra poco después del desembarco del Granma predispuso favorablemente a la opinión pública norteamericana respecto a la personalidad del líder guerrillero y a los objetivos de su lucha, que parecían concentrados en el documento La historia me absolverá. Sin embargo, en los meses siguientes al triunfo de la Revolución, los juicios sumarios y el fusilamiento de numerosos colaboradores del derrocado régimen de Batista hicieron que esa buena impresión sufriera un revés. No puede pasarse por alto el juicio anulado en una alocución pública por Fidel Castro –abogado y conocedor de los procedimientos– a los aviadores en Santiago de Cuba en el mes de febrero, y que terminó con el suicidio de Félix Pena, comandante del Ejército Rebelde y presidente del tribunal que los absolvió.
Un movimiento revolucionario recién llegado al poder, en un país pequeño y subdesarrollado, necesitaba de la simpatía internacional para allanar el camino diplomático. Matthews creó las condiciones para organizar un viaje de Fidel Castro a EE UU. El líder cubano visitó el país en abril de 1959 invitado por la Sociedad Americana de Editores de Periódicos, gracias también a la intermediación del periodista Jules Dubois.
Lo que ocurría en Cuba se iba de los cálculos, y las afinidades cada vez menos esbozadas con la Unión Soviética no despertaban optimismo en Washington
El Gobierno revolucionario había sido reconocido por Estados Unidos, pero estaba muy presente en la fecha del viaje el tema de los fusilamientos; de hecho, de la lectura de los discursos ofrecidos por Fidel Castro en Princeton, en el Parque Central de Nueva York y en un hotel Hilton de Washington, se colige el esfuerzo por dejar en el auditorio (y en la opinión pública) una impronta humanista, familiar con los valores burgueses y que se acomodara a una corrección política aceptable para los ciudadanos norteamericanos.
Eisenhower hurta el cuerpo a un encuentro personal con Castro, para establecer distancias y porque Fidel Castro constituía un acertijo político. A los órganos de inteligencia de Allen Dulles no escapaba la observación de que en los cuerpos de seguridad recién creados por los rebeldes, fueron invitados a colaborar militantes del Partido Comunista; ese mismo partido que siguiendo directrices de Moscú no se sumara a la guerrilla antibatistiana.
Pero como afirma el historiador Ramírez Cañedo, lo que ocurría en Cuba se iba de los cálculos, y las afinidades cada vez menos esbozadas con la Unión Soviética no despertaban optimismo en Washington. En los términos de la bipolaridad y la Guerra Fría, claro que debe haber sido motivo de gran preocupación para el convencido anticomunista Eisenhower y su Gobierno el giro de los acontecimientos en Cuba. El anticomunismo era el estado natural de la inmensa mayoría de los políticos en Capitol Hill, los que hubieran aceptado con alivio a un Gobierno nacionalista, pero tan lejano de Moscú como ellos mismos.
"...las nacionalizaciones de propiedades estadounidenses en los años 59 y 60 no fueron una provocación deliberada de Cuba para buscar la ruptura de las relaciones con los Estados Unidos, sino una necesidad de la Revolución, planteada desde 1953 por Fidel, en su famoso alegato de autodefensa ante los tribunales de la tiranía batistiana, La historia me absolverá, y prevista en la Constitución de 1940".
Esta es una interpretación. Si bien la entrega de tierras a los campesinos era una aspiración de la Constitución de 1940 y estaba recogida en el alegato conocido como La historia me absolverá, la medida tuvo un alcance mucho mayor que un acto de justicia con los arrendatarios y aparceros. Se expropiaron las tierras entregadas a los campesinos individuales y a las cooperativas creadas por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA); pero al expropiarse toda extensión que excediera las 400 hectáreas, la mayor parte de las tierras quedó en manos del Estado a través del INRA. Se benefició a un número considerable de campesinos con tierras de calidad y en muchos casos, ociosa. Los grandes latifundios que se mantenían productivos quedaron en manos del Estado bajo el nombre de Granjas del Pueblo, nombre por cierto, que desapareció hace muchos años del vocabulario oficial.
El anticomunismo era el estado natural de la inmensa mayoría de los políticos en Capitol Hill, los que hubieran aceptado con alivio a un Gobierno nacionalista, pero tan lejano de Moscú como ellos mismos
Respecto a las indemnizaciones, no hubo un ambiente que favoreciera la difícil colaboración de los afectados, que no podían entender cómo el jefe de la Revolución hablaba de calumnia cuando se le acusaba de comunista, mientras dinamitaba el pilar de la propiedad privada y degustaba vodka con caviar a cuenta del corresponsal de Tass y futuro embajador de la URSS en Cuba.
Las inversiones del resto de los países afectados por las nacionalizaciones no sumaban ni la tercera parte de las norteamericanas, por lo que fue relativamente más fácil llegar a acuerdos compensatorios. El Gobierno revolucionario ofrecía pagos en bonos a 20 años con un 4,5 de interés anual, Sin embargo, las empresas estadounidenses exigían efectivo, del que el Gobierno cubano no disponía, ya que su reserva bancaria se encontraba mermada y no estaba dispuesto a desviar dinero "para pagar a latifundistas".
En este largo diferendo, viene bien esa frase popular de que todo es según el cristal con que se mire. Peinar esa madeja de secretos, enredos, testimonios polarizados y todos los elementos necesarios para lograr acercarse a la verdad, parece más una tarea para el historiador futuro, aunque siempre serán bienvenidas las aproximaciones.