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La moneda "realmente" convertible se impone en Cuba

En ausencia de una explicación política que justifique la creciente "dolarización", puede esperarse que sea respaldada con argumentos relacionados con las restricciones impuestas por Estados Unidos

Aparte de electrodomésticos y partes de autos, se podrán comprar alimentos y productos de aseo con dólares en las tiendas de Cimex. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

16 de julio 2020 - 16:32

La Habana/En medio de un creciente desabastecimiento en los mercados cubanos, el Gobierno ha decidido aumentar la distancia entre los consumidores y las mercancías, mejorando la capacidad de compra de los titulares de tarjetas magnéticas que solo pueden ser nutridas con divisas extranjeras. Esta modalidad comercial se inició a finales del pasado año para la venta de electrodomésticos y partes de autos, pero ahora se aplicará a la venta de alimentos y productos de aseo.

La razón para esta "dolarización parcial" de las actividades comerciales se debe al hecho de que, pese a su nombre, el CUC no es una moneda convertible en los mercados internacionales. Carece de sentido que el Estado compre en euros, yenes o dólares mercancías en el extranjero para luego tener que venderlas en el mercado interno a cambio de un papel impreso que carece de valor real y que no puede convertirse fuera de la Isla en ninguna otra moneda.

La tantas veces anunciada unificación monetaria se verá otra vez postergada. El peso cubano (CUP) con el que se pagan los salarios ya no tendrá mucho que envidiarle al hasta ayer codiciado y ahora humillado chavito. La que vale para la vida real será la moneda realmente convertible, sean dólares, euros, yenes o coronas. No importa que sea impalpable para los dedos de los clientes, basta con que un artilugio electrónico lea la tarjeta y compruebe que los valores están allí.

En ausencia de una explicación política que justifique esta medida, puede esperarse que sea respaldada con argumentos relacionados con las restricciones impuestas por Estados Unidos a Cuba y con el infaltable argumento de que lo recaudado engrosará los fondos para sostener los beneficios sociales. De manera que una minoría privilegiada que tiene acceso a las divisas financiará a una mayoría desposeída.

Ya cuando Fidel Castro introdujo el dólar en la economía, aceptó la inversión extranjera y autorizó la existencia del trabajo por cuenta propia, argumentó que se hacía para salvar las conquistas de la Revolución.

Entre las previsibles consecuencias de este arriesgado paso, el salario estará más lejos de ser el sostén natural de la economía familiar, pues la casi totalidad de lo que llegue a las tarjetas no procederá de la actividad laboral

Casi tres décadas después se puede afirmar que, más que "salvadas", estas conquistas solo sobrevivieron, a un alto precio y a un nivel muy lamentable. A estas alturas no se puede volver a repetir el mismo argumento.

Entre las previsibles consecuencias de este arriesgado paso, el salario estará más lejos de ser el sostén natural de la economía familiar, pues la casi totalidad de lo que llegue a las tarjetas no procederá de la actividad laboral. No es dinero ganado "con el sudor de los trabajadores", sino enviado como limosna o regalo desde el exterior.

La ya creciente desigualdad social llega ahora a una zona altamente sensible: la alimentación. Lo que van a vender en esas tiendas no son "exquisiteces" sino productos de primera necesidad, que tienen una demanda perentoria.

¿Qué le va a responder a sus hijos un asalariado del Estado cuando estos le pregunten por qué alguno de sus compañeros de aula lleva a la escuela para merendar productos que él no tiene a su alcance?

A pesar de lo establecido en la Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano, en los lineamientos del Partido Comunista y en el Artículo 65 de la Constitución, la nueva regla ya no será "a cada cual según su trabajo", sino según los parientes o amigos que tenga en el extranjero dispuestos a enviarles remesas. En consecuencia, la capacidad de cada cual no se revertirá ya con el mismo entusiasmo en "la obra común que provee a todos con justicia", sino en esforzarse en mejorar sus relaciones personales.

La dolarización de una parte indispensable del comercio minorista no es en sí misma una mala noticia. Casi es una bendición que la hayan instaurado los actuales gobernantes, de manera que no habrá izquierdista manera de criticar a los que, después de un previsible cambio, propongan dolarizarlo todo. En ese sentido ya se contabilizan otros "adelantos", como la eliminación de los comedores obreros, el cierre de las Escuelas en el Campo o la eliminación de gratuidades indebidas.

El defecto de esta medida es su incoherencia con el resto de los factores económicos, sociales y políticos. Basta recordar que en el punto 19 de las políticas macroeconómicas de los lineamientos del partido se propone "consolidar las funciones dinerarias del peso cubano, con el objetivo de fortalecer su papel y preponderancia en el sistema monetario y financiero del país". ¿Acaso restarle al peso cubano la capacidad de convertirse en bienes y servicios es una forma de fortalecerlo?

Cuando las quejas por la pobreza son combatidas esgrimiendo la inviolabilidad de los principios, los creyentes cierran la boca y siguen adelante; pero algo tendrá que ocurrir cuando se pisotean los principios y aumenta la miseria.

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