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La muerte de cinco generales después del 11 de julio: ¿extraña casualidad o purga?

Los militares de las FAR no tienen un historial de represión, a diferencia del Ministerio del Interior

Agustín Peña, Marcelo Verdecia Perdomo, Rubén Martínez Puente, Manuel Eduardo Lastres Pacheco y Armando Choy Rodríguez, los cinco militares de alto rango fallecidos este julio. (Collage)
Ariel Hidalgo

29 de julio 2021 - 10:53

Miami/Aunque no soy fanático de teorías conspirativas, creo que sería muy necesario, para restañar heridas abiertas y poner las cuentas claras para la historia, una comisión investigativa sin prejuicios políticos e ideológicos, para que indague, seria y profesionalmente, muchas muertes misteriosas reportadas en Cuba desde 1959 hasta el presente.

No me refiero a opositores como el caso de Oswaldo Payá, que aunque no existan pruebas concluyentes, generalmente se presume que fue asesinado, sino, sobre todo, a personas del propio régimen. La lista de personas "accidentadas" o "suicidadas" sería muy larga, más de lo que un lector medianamente informado cree, y no seré yo quien las enumere. La tarea se la dejo a esa futura comisión.

Pero lo que no puede esperar, por lo relevante de las circunstancias, son las muertes sucesivas de cinco generales de las Fuerzas Armadas, cada uno en su momento en solo un espacio de tiempo de nueve días. Digo cinco generales y no sé si el número aumentará para la fecha en que este artículo salga a la luz.

Todas estas muertes tienen en común el que no se revelaran las causas de sus fallecimientos y que sus cuerpos fueran cremados de inmediato sin que recibieran los honores que normalmente se rinde a altos oficiales

Las muertes comenzaron seis días después de que se produjeran, el 11 de julio, las manifestaciones populares multitudinarias en cerca de cuarenta poblaciones de las 14 provincias del país, comenzando el 17 con Agustín Peña Pórrez, jefe del Ejército Oriental, le siguió el 20; Marcelo Verdecia Perdomo, general de brigada de la Reserva, luego, el 24; Rubén Martínez Puente, director de la Unión Agropecuaria Militar del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el 26: Manuel Eduardo Lastres Pacheco, general de brigada de la Reserva, y el mismo día, Armando Choy Rodríguez, general de brigada y coordinador general del Grupo de Historia de los Combatientes de Las Villas.

Todas estas muertes tienen en común el que no se revelaran las causas de sus fallecimientos y que sus cuerpos fueran cremados de inmediato sin que recibieran los honores que normalmente se rinde a altos oficiales. Las hipótesis de que todos eran de edad avanzada y que murieron probablemente por el covid ,como han sugerido algunas personas desafectas al régimen, enfrenta algunos interrogantes: ¿Todos se pusieron de acuerdo para morir en los días posteriores a las protestas y a la consiguiente brutal represión gubernamental? ¿Cuántos generales murieron en las dos semanas previas a las protestas? ¿Alguien los recuerda? ¿Estas cinco muertes sucesivas pocos días después de las protestas fueron sólo por casualidad? Algo que he aprendido en estos 62 años es que en el mundo político de Cuba no existen las casualidades.

No afirmo nada, pero estas muertes son muy semejantes a las purgas que se realizaban en la Rusia de Stalin. Este ejecutó a tantos generales del Ejército Rojo que después se vio en aprietos cuando las tropas nazis invadieron la Unión Soviética. Si este es el caso en Cuba, evidentemente tendrían que ver con esos hechos ocurridos en los días previos.

En primer lugar, deben tener en cuenta lo que debió haber sido para muchos de los que dedicaron sus vidas a la defensa de ese régimen, percatarse de que la gran mayoría de ese pueblo, por el cual supuestamente se llevó a cabo aquella "revolución", repudiaba a ese régimen. No fue una manifestación en una barriada o en un pueblo, sino en toda Cuba, y no fueron manifestaciones de 20 o 30 personas, sino de cientos y miles en cada una de esas poblaciones. Y segundo, debe de haber sido impactante para muchos de esos altos oficiales el ver la represión tan brutalmente llevada a cabo contra ese pueblo, primero en las calles y después en los hogares, casa por casa, para sacar violentamente a personas que se presumía habían participado en las protestas. No es nada especulativo el creer que posiblemente muchas de esas figuras hayan expresado su opinión de la necesidad de un cambio urgente y a fondo.

No es nada especulativo el creer que posiblemente muchas de esas figuras hayan expresado su opinión de la necesidad de un cambio urgente y a fondo

Los militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias no han tenido un historial de represión contra el pueblo como lo ha tenido el Ministerio del Interior y en particular la Seguridad del Estado. Se ha dicho que uno de esos generales fue quien dio la orden del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate en 1996. En realidad quien dio esa orden fue Raúl Castro conforme al deseo de su hermano en Jefe, y los pilotos fueron muy bien escogidos: los hijastros de Wilfredo Felo Pérez, el que piloteaba el avión que cayó en Barbados por una bomba puesta supuestamente por el enemigo.

Que en las presentes circunstancias un soldado o un sargento exprese preocupación por las manifestaciones y la represión y opine que deberían realizarse cambios podría costarle ser despedido, pero que lo haga un general, con la influencia que puede ejercer sobre su tropa, puede ser considerado como traición. Al comandante Húber Matos, cuando aún estaba al frente de las tropas rebeldes en Camagüey, le costó 25 años de cárcel pedir la renuncia del caudillo. Este, sencillamente, pudo haberlo reemplazado, pues contaba por entonces con el apoyo del pueblo, y sin embargo, no corrió ese riesgo. Ahora, con la debilidad del régimen, ¿pueden darse el lujo de dejarlo pasar?

Entonces no será nada raro que sigan muriendo altos oficiales por motivos desconocidos.

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