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Muerto el mito, Cuba debe cambiar

En los estanquillos, no se encuentran copias del diario oficialista 'Granma'. (14ymedio)
Pedro Campos

27 de noviembre 2016 - 16:07

La Habana/Ha muerto Fidel Castro. Ha muerto la figura mito. El acontecimiento será comentado por mucho tiempo y desde muchas posiciones. Nueve días de luto se ha decretado en La Habana, la bandera a media asta; en Miami hay fiesta, la misma bandera cubana enhiesta.

Los fidelistas de duelo, los antifidelistas, de fiesta. La gran mayoría de la población de la Isla, deseosa de cambios, está a la expectativa. No podía ser de otra forma. Desde el ataque al Moncada en 1953, su impronta en Cuba llega a nuestros días. El Gobierno se apresta a mantener un control total sobre las calles, policíaco. Sus organizaciones de masas movilizados para evitar y contrarrestar cualquier manifestación en su contra.

Pero como el mito, su carisma y su influencia no se heredan. Se puede afirmar que termina un ciclo político en Cuba: la sumatoria ecléctica de concepciones que conforman el fidelismo, populismo, autoritarismo, neo-estalinismo, estatalismo asalariado y burocratismo, acaba de recibir un golpe mortal. Se abre una etapa de inevitables cambios.

Cuba está abocada a inevitables cambios. La muerte de la figura-mito los favorecerá. El pueblo cubano también los demanda. Ningún cubano debe ser excluido

Raúl Castro, desde que asumió el poder en el 2006, prometió realizar importantes reformas, cambió muchos funcionarios y empezó a tomar dictatorialmente un conjunto de medidas que consolidó y amplió en los dos Congreso del PCC realizados desde entonces, pero sin establecer un cuerpo jurídico que las garantizara.

Durante estos años, la burocracia, las leyes, las regulaciones y costumbres de tipo fidelista establecidos en casi 60 años, han impedido que tales reformas se desplieguen íntegramente.

Ahora Raúl Castro tiene la oportunidad de demostrar si sus propuestas reformistas son reales o fueron solo un intento deliberado para contrarrestar la resistencia dentro del mismo sistema y procurar reconocimiento y financiamiento internacional.

La situación económica de Cuba obliga a que los cambios enunciados por Raúl, se profundicen y amplíen, rompiendo todas las trabas monopólicas estatales al mercado interno y externo a la inversión de capitales y al desarrollo de empresas e iniciativas productivas de todo tipo.

Sin embargo, lograrlo implicará que los fidelistas abandonen sus posiciones en el Gobierno y el partido y se eliminen muchas regulaciones y costumbres del estatalismo tradicional. Esto será muy difícil si paralelamente no hay un proceso de democratización que permita la crítica profunda del régimen fidelista, la aprobación de nuevas formas organizativas en la economía y la política así como el surgimiento y desarrollo de nuevos líderes emprendedores y desprejuiciados en todos los niveles de la sociedad.

Cuba está abocada a inevitables cambios. La muerte de la figura-mito los favorecerá. El pueblo cubano también los demanda. Ningún cubano debe ser excluido. Todos, los de dentro y los de fuera, no importa ideas políticas, deben tener derecho a participar en la reconstrucción de la nación. Que se logre más o menos pacíficamente, dependerá de los que todavía detentan el poder en Cuba.

Es la hora de asumir con decoro la patria martiana: con todos y para el bien de todos.

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