El premio de 'El Mundo' a Luz Escobar da alas al periodismo independiente en Cuba

Ella es de esas pocas periodistas de calle, de esquina en esquina y de historias cotidianas que quedan en esta Isla

Luz ha seguido publicando sus artículos que versan, especialmente, sobre la vida. (14ymedio)
Luz ha seguido publicando sus artículos que versan, especialmente, sobre la vida. (14ymedio)
Yoani Sánchez

27 de mayo 2022 - 01:23

La Habana/Luz Escobar debió ser "el hombre nuevo". Cada once días subió a un tren en la estación de trenes de la calle Tulipán en La Habana para llegar a un preuniversitario en el campo que detestaba pero necesitaba para obtener el diploma que la impulsara hacia la universidad. Pasó por todo: matonismo, piojos y falta de suministro de agua. Era hija del experimento social cubano del cual terminaría alejándose: la alquimia ideológica no funcionó con ella.

Luz no nació como periodista hace un lustro ni hace una década. Ella fue amamantada prácticamente en una Redacción. Madre fotógrafa y padre reportero, aquella niña de abundante pelo negro creció rodeada de las típicas preguntas que nos hacemos cada día en este gremio. Las "seis W", o las grandes interrogantes del oficio, ella las incorporó desde pequeña como algo natural, cotidiano. No se convirtió en articulista, creció siéndolo.

Este jueves, en medio de los obstáculos diarios de la vida en esta Isla, la Redacción de 14ymedio fue sacudida. Luz Escobar acaba de recibir uno de los Premios Internacionales de Periodismo del diario español El Mundo en su vigésima edición. La pauta informativa de la jornada dio un vuelco. Uno de los nuestros, la más sufrida por la represión y los operativos policiales en los últimos años, acababa de alzarse con tan prestigioso galardón.

Llegaron entonces los abrazos, las lágrimas y las felicitaciones. No faltaron quienes dijeran que "hijo de gato caza ratón", por aquello del padre periodista que lleva más de medio siglo en la profesión y ejerciéndola desde dentro de Cuba. Pero, aunque las congratulaciones que la unen a la familia puedan tener parte de razón, éste no es el triunfo del árbol genealógico ni de la sangre, este es el logro de alguien que trataron de encajar en los moldes oficiales del adoctrinamiento y se los sacudió... uno por uno. Este es el triunfo de Luz Escobar.

Allí estuvo, casi como la primera, cuando un muro se desplomó en la esquina de la calle Monte en La Habana y también en los sucesos frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020

Las hijas de Luz son dos adolescentes maravillosas. Han crecido escuchando que los operativos policiales no dejan salir a su madre de casa. Las han acosado en todos los espacios, hasta en los más bajos, que me reservo en este texto por pudor y por la necesaria contención que debe tenerse sobre la información que involucra a menores de edad. Pero les han ido encima con todo y con mucho más. Lo más ruin y lo más sucio ha caído sobre ellas.

Sin embargo, Luz ha seguido publicando sus artículos que versan, especialmente, sobre la vida. Ella es de esas pocas periodistas de calle, de esquina en esquina y de historias cotidianas que quedan en esta Isla donde la férrea represión ha obligado a partir al exilio a tantos colegas. Allí estuvo, casi como la primera, cuando un muro se desplomó en la esquina de la calle Monte en La Habana; se le ve en varias fotos reportando desde la histórica marcha del 11 de mayo de 2019 en el Paseo del Prado, y también en los sucesos frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020.

Cada una de esas coberturas tuvo sus castigos y sus represalias. Si Luz no ha contado en todos su detalles las penalizaciones que recibió es porque siempre ha preferido ser sujeto de la información, alguien que reporta desde el lugar, antes de ser objeto informativo y contar solo lo que le pasa a ella. Ha preferido arrojar luz sobre los demás que mirarse el ombligo. La diferencia es una delgada línea roja, pero ella ha sabido quién y cuándo debe traspasarla o cómo es mejor hacerlo.

Hace ochos años, cuando fue fundado el diario 14ymedio, Luz tenía dos niñas pequeñas que le absorbían casi todo el tiempo. No pudo estar como reportera a tiempo completo en aquellos momentos primigenios pero se incorporó al equipo muy poco después. Nosotros, en broma, comparábamos los primeros meses de esta Redacción con la etapa en que se cavaron los cimientos del edificio modelo yugoslavo donde radica nuestra sede en La Habana.

Luz no estuvo totalmente dedicada al hueco, pero coronó la cima. Ha hecho periodismo donde muchos creyeron que solo se podían escribir obituarios

Cuando comenzaron las excavaciones para levantar el inmueble, en aquel lejano 1981, las aguas no tardaron en cubrir el hueco donde iban a fundirse las columnas. Los primeros constructores, quienes eran -además de improvisados en la materia- los que habitarían este feo bloque se tuvieron que sumergir en el lodo y las miasmas que drenaban hacia la hendidura en la tierra. Después siguieron llegando "microbrigadistas", pero el sacrificio inicial fue único y muy valorado casi 40 años después de terminado el edificio.

Luz no estuvo totalmente dedicada al hueco, pero coronó la cima. Ella se remontó desde las aguas albañales de un sistema que solo acepta que acaten sus órdenes, para volar por encima de todos ellos y de todos nosotros. Ha hecho periodismo donde muchos creyeron que solo se podían escribir obituarios. Superó los traumas personales o colectivos que las sucesivas crisis económicas y la vigilancia nos dejaron. Rompió con la paranoia aunque los paranoicos la sigan vigilando.

El silbato del tren suena. Ya ella no va hacia un tosco bloque de concreto donde la obligan a trabajar y a fingir. Es el pitido de la profesión, tan acuciante e inapelable como el llanto de un niño hambriento en la cuna. Luz sabe que no hay de otra: periodismo o periodismo; escribir o escribir; narrar o narrar. Los ratones son los que cazan al gato en este caso, al fiero felino de un régimen que, aunque aparenta ser invulnerable, le teme al periodismo.

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