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El mundo está mirando hacia Caracas

Lula es el principal cómplice de las tres dictaduras en el continente

Imagen generada por IA del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, publicada por el ex mandatario Jair Bolsonaro / Jair Bolsonaro/X
Yunior García Aguilera

03 de agosto 2024 - 15:16

El pasado 2 de agosto, un demacrado Nicolás Maduro ofreció una rueda de prensa donde lanzó pistas sobre cómo piensa aferrarse al poder. Agarrando una Biblia, leyó un pasaje del evangelio de San Juan donde se relata la incredulidad de Tomás. En el capítulo 20, versículo 29, Jesús le dijo a su apóstol: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Así que… de eso se trata todo. Maduro no piensa mostrar una sola evidencia de su supuesto triunfo, ¡no las tiene! El dictador espera que, tanto los venezolanos como el resto del mundo, nos traguemos el cuento de su victoria como un asunto de fe.

Pero la oposición hizo una jugada sagaz. A pesar de todas las dificultades que enfrentaron sus testigos para acceder a los centros de votación, al final lograron conseguir las actas que necesitaban para desmontar el fraude. Ponerlas a disposición de todo el planeta ha dejado en ridículo al Consejo Nacional Electoral. En esas actas, que ya suman más del 80% del total, puede comprobarse que el ganador de las elecciones ha sido Edmundo González, con el 67% de los votos. La oposición no ha defendido su victoria con meras declaraciones o golpes de pecho, la están amparando con pruebas verificables. 

La oposición no ha defendido su victoria con meras declaraciones o golpes de pecho, la están amparando con pruebas verificables

Confieso que, en un inicio, me preocupó la manera en que algunas de esas actas, que los venezolanos apodan “chorizos”, llegaron a sus manos. Conociendo la naturaleza tramposa de los regímenes autoritarios, temía que el propio chavismo les facilitara actas falsas para luego salir a desmentirlas. Es algo que suelen hacer, por ejemplo, con ciertos videos en las redes. Ellos mismos fabrican materiales ficticios, los suben a la red, esperan pacientemente a que algún opositor despistado los replique, y luego salen a denunciar que se trata de fake news. Es una táctica que el castrismo también empleó durante el 11J en Cuba, para intentar negar las protestas. No obstante, falsificar actas resulta mucho más complejo que adulterar videos. Y la oposición venezolana tampoco se chupa el dedo.

Hasta este minuto no he visto a ningún chavista desmontar los resultados del sitio web de la oposición. Este viernes, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, ha intentado, sin éxito, salir a convencernos de que las actas de la oposición son espurias. Este sujeto utiliza con frecuencia el sarcasmo para cubrir su pobreza de argumentos. Sin embargo, en su brevísima alocución, se dedicó a hablar cáscaras, sin atreverse a cuestionar el QR de una sola acta, sin compararlas con las suyas a la vista de todos, y sin desmentir un solo resultado concreto de alguna de las más de 24.000 mesas que la oposición ha documentado.

Algunos medios han bautizado lo que ocurre como “la guerra de las actas”, pero esto es impreciso

Algunos medios han bautizado lo que ocurre como “la guerra de las actas”, pero esto es impreciso. Las únicas que todos hemos podido observar, hasta ahora, son las de la oposición. Las de Maduro solo existen en sus discursos. Y el CNE, por su parte, justifica su falta de transparencia machacándonos con un supuesto “ataque cibernético”, que ha saltado de Macedonia del Norte a Elon Musk, restándole cualquier seriedad al asunto. La duda aquí sería: si el presunto hackeo les impidió de algún modo obtener las actas, ¿de dónde rayos sacaron entonces las estadísticas que le adjudicaron el triunfo a Maduro? El CNE está atrapado en su propia trampa.

Algunos internautas hablan de unos chinos expertos en falsificar hasta el alunizaje del Apolo 11. Sin embargo, aunque esto fuera cierto y los falsificadores lograran fabricar nuevas actas, estas solo servirían para el circo interno que Maduro ha montado en el Tribunal Supremo de Justicia. Jamás se atreverían a hacerlas públicas, mesa por mesa, porque sería demasiado fácil desmentirlas.

Mientras tanto, cada Gobierno ha reconocido como presidente al candidato más afín con su propia ideología. Los aliados del chavismo en la OEA han boicoteado una declaración, pero sin atreverse a votar en contra de la misma. Las cobardes abstenciones y ausencias se traducen como: es obvio que Maduro miente, pero necesitamos petróleo barato. Lula sigue con su sueño húmedo de ganarse el Nobel de la Paz como mediador en algún conflicto, por eso juega a pelearse de vez en cuando con Maduro, para ganar algo de credibilidad. Pero todos sabemos que, en el fondo, el presidente brasileño es el principal cómplice de las tres dictaduras en el continente.

Mientras tanto, cada Gobierno ha reconocido como presidente al candidato más afín con su propia ideología

El mundo, por suerte, todavía está mirando hacia Caracas, aunque bastaría con cualquier suceso en otra geografía o en los Juegos Olímpicos, para que volteemos la mirada, mientras Maduro sigue estafando y masacrando al pueblo de Venezuela. Lo peor es que los jóvenes cada vez pierden más su confianza en la democracia y en las instituciones internacionales, devolviéndonos peligrosamente a aquellos tiempos de la lucha violenta.

La operación Tomás consiste en que todo sea resuelto por fe. Maduro espera que, cuando el TSJ (obviamente controlado por él) ratifique los resultados anunciados por el CNE, todos acepten su sentencia como santa palabra… y san se acabó. Creer sin ver, esa es la apuesta oficialista, como si viviéramos en el medioevo. Pero Maduro no es Jesucristo, es Herodes. Maduro ni siquiera ha leído bien la Biblia. El burro de Miraflores cree que Jesús era un niño palestino asesinado por el Imperio Español. Y a su falsa operación Tomás, está a punto de aparecerle un Judas.

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