Es necesaria otra Revolución
De lo que se trata ahora es de darle alas grandes al pueblo emprendedor y abrirle los cielos para el alto vuelo
Miami/Cuando fracasó la llamada Zafra de los Diez Millones, y un joven maestro de una secundaria obrera habló durante un acto de la necesidad de "una revolución dentro de la Revolución", estuvo a punto de ser arrestado. Ni siquiera dentro de la Revolución podía hablarse de otra revolución. Sin embargo, para entonces no nos dábamos cuenta de que aquella revolución ya se había acabado dos años atrás, con la última medida radical, que afectaba las estructuras de la sociedad al expropiar a todos los trabajadores independientes. Justamente, ese era el significado de esa palabra: cambiar radicalmente las estructuras de una sociedad.
Por otra parte, aquella revolución que ya había concluido había sido traicionada, no solo por no cumplir las dos demandas principales de la insurrección contra la dictadura nacida del golpe de Estado de 1952, la restitución de la Constitución del 40 y unas elecciones libres, sino porque el liderato surgido de aquella generación, que había tomado las armas bajo el nombre de "Generación del Centenario", había abjurado, con aquel acto final de la llamada "ofensiva revolucionaria", del ideal martiano condensado en el principio de "con todos y para el bien de todos".
Con el fin de aquel proceso de nueve años de dramáticas transformaciones y de ejecuciones y encarcelamientos de muchos compañeros de lucha defraudados por aquella traición, lo que realmente había surgido era una dictadura totalitaria y un modelo económico disfuncional.
Aquella revolución que ya había concluido había sido traicionada, no solo por no cumplir las dos demandas principales de la insurrección contra la dictadura nacida del golpe de Estado de 1952, la restitución de la Constitución del 40 y unas elecciones libres
Sin embargo, se siguió hablando de "revolución", igual que el dictador derrocado empleó esa palabra, hasta los últimos días de su mandato, en nombre de la revolución del 4 de septiembre que él mismo había traicionado 24 años antes. La historia, así, volvía a repetirse, pero más dramáticamente, como una espiral de la traición.
Era lógico pensar que tras las manifestaciones multitudinarias del 11 de julio en casi todo el país, seguidas de una bestial represión, en medio de una profunda crisis económica y un descontento generalizado por ausencia de libertades fundamentales, se cuestionara la representatividad popular de una élite que se autoproclamaba, desde 1959, vanguardia del pueblo cubano.
Durante 62 años de liderato, esa élite convertida institucionalmente en Partido Comunista de Cuba (PCC) no había logrado sacar al país, tras más de medio siglo y varios períodos de reformas, de esa crisis estructural que solo se aliviaba cuando aparecía en el horizonte un protector dadivoso para sacarlos a flote mediante subvenciones.
Ya nadie cree seriamente que el problema resida en el embargo estadounidense, sobre todo hoy, al perder todo sentido hablar del "brutal bloqueo yanqui" cuando Cuba comercia abiertamente con los granjeros de ese país.
Lo que queda finalmente al descubierto, como causa principal del desastre, es el modelo económico que ha regido hasta el presente, algo insostenible por sí mismo. Unas tras otras se sucedían las reformas, pero el modelo quedaba siempre en pie, lo cual justifica el verdadero significado etimológico de esa palabra: reforma es cambio de forma, pero no de esencia. Las estructuras siempre permanecían intactas porque, justamente, lo que había que hacer, era cambiarlas radicalmente. Pero eso no era aceptable, porque precisamente esa era la definición de una revolución, y eso ya se había hecho en los años 60.
"Creo que lo que debería ocurrir ahora es traducir el estallido social en una propuesta política. Esto tiene que ser liderado, coordinado y activado por la sociedad civil"
Como expresó claramente Manuel Cuesta Morúa, coordinador de Arco Progresista y vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática un mes después de las manifestaciones, lo necesario y exigido durante las protestas era cambiar radicalmente esas estructuras.: "Creo que lo que debería ocurrir ahora es traducir el estallido social en una propuesta política. Esto tiene que ser liderado, coordinado y activado por la sociedad civil". El 21 de agosto, una carta firmada por 284 intelectuales y artistas cubanos y extranjeros, residentes dentro y fuera de Cuba, dirigida al presidente Díaz-Canel, rezaba: "Es hora de que Cuba avance por caminos diferentes a los que usted y su gobierno les han trazado a los cubanos".
Por muy traumática que para muchos cubanos resulte ya esa palabra, en ambos casos se estaban refiriendo a lo mismo: a una nueva revolución, porque ya no estaban hablando de "reformas", sino de cambios radicales de las estructuras de la sociedad cubana. No se trata ya de la disyuntiva simplista impuesta por el actual poder: socialismo o capitalismo, porque lo que hay que hacer es algo muy diferente de lo que había antes del 59 y lo que hubo después: una revolución de los de abajo y para el bien de todos los cubanos.
Los cambios que se deban hacer –sin dilaciones, por la urgencia de las necesidades– requieren transparencia, sin frases hechas para encubrir segundas intenciones, como "una revolución tan verde como las palmas", sino decir concretamente qué se va a hacer. Creo que existe consenso en que el Estado debe dejar de ejercer el control directo de la actividad empresarial, o sea, intervenir al interventor, ese que expropió a más de un monopolio para convertirse él mismo en un monopolio gigantesco.
Pero decir esto es muy fácil. ¿A manos de quién o quiénes irían a parar esas empresas? ¿Serán vendidas o subastadas a capitales extranjeros? (Si acaso les interesara invertir en medios de producción deteriorados u obsoletos). ¿Devolverlas a sus antiguos propietarios? Esto implicaría largos litigios con numerosos reclamantes. ¿Iniciar un largo proceso de designaciones para sustituir a una burocracia por otra? Esa burocracia, elegida generalmente solo por confiabilidad política y no por su capacidad, no es tan tonta para no darse cuenta de que si el poder que los designó se derrumba, sus días estarían contados al frente de esas empresas, y por tanto, no dudarán a proceder a saquear todo lo que puedan. En tal caso, ¿quién o quiénes pueden detenerlos?
Hay que exhortarles a tomar su centro de trabajo, expulsar a sus respectivas administraciones y sustituirlas, provisionalmente, por consejos de trabajadores elegidos por ellos mismos
He aquí mi propuesta: de inmediato, desde el primer día, hay que hacer un llamado a todos los trabajadores de base de los centros y empresas estatales de producción, junto con el anuncio de que se les permitirá obtener primas extraídas del fruto de su propia labor. A ellos hay que exhortarles a tomar su centro de trabajo, expulsar a sus respectivas administraciones y sustituirlas, provisionalmente, por consejos de trabajadores elegidos por ellos mismos.
¿Podrían los trabajadores cubanos contar con la responsabilidad de dar estos pasos y formar consejos con las personas adecuadas? Les recuerdo que el Hotel Hilton (actual Habana Libre) no pertenecía a los Hilton sino a los trabajadores del sindicato gastronómico, pero que contrataron a los Hilton para que administraran el hotel, porque consideraban que eran los más capacitados para dirigirlo. Hay sobrados ejemplos de diferentes épocas en varios países de empresas a punto de ser cerradas, ya sea por no rentables o por conflictos laborales, que fueron sacadas a flote exitosamente por los propios trabajadores, como la United Airline durante una huelga por mejoras salariales en tiempos de Clinton y a quienes se les otorgó acciones de la compañía, por lo que después, no solo renunciaron ellos mismos al aumento salarial sino que incluso decidieron bajarse los sueldos, o como la empresa minera The Tower de Gran Bretaña, que iba a ser una de las compañías cerradas por irrentable durante la política neolibreral de Margaret Thacher y que pudo sobrevivir gracias al esfuerzo de los propios trabajadores que lograron pagar su adquisición y la convirtieron en una empresa exitosa. La empresa Anson de Construcción en Illinois pertenece a los trabajadores, los cuales trabajan hasta los días festivos con tal de obtener más beneficios. Nadie que no sea trabajador de la compañía puede tener acciones de ella. Otros muchos ejemplos podrían ser citados.
El liderato que llegó al poder en 1959 subestimó y desperdició el enorme capital humano con el que cuenta el país, cortó las alas a un pueblo emprendedor que podría llegar a convertir a Cuba en uno de los más prósperos del mundo. Ahora, de lo que se trata es de darle alas grandes y abrirle los cielos para el alto vuelo.
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