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Los niños cubanos y el periodismo infantil

Ante un problema profundo en la educación, no serán los comunicadores de la prensa del Gobierno quienes destapen la olla podrida

Estudiantes de una escuela primaria en La Habana despiden el curso 2016-2017. (14ymedio)
Miriam Celaya

09 de abril 2018 - 14:18

La Habana/El Noticiero Nacional de la Televisión Cubana (NTV) dedicó unos minutos de sus ediciones de mediodía y noche el pasado viernes 6 de abril a emitir un reportaje crítico de la periodista Maray Suárez sobre la falta de atención de los progenitores a sus hijos. Esa situación que, tal como ella misma expresa, se está tornando preocupante en la sociedad cubana actual, está incidiendo negativamente en la educación y en la formación de valores de los niños.

Es de agradecer que finalmente alguien se preocupe por este asunto a pesar de la lentitud de reacción habitual de la prensa gubernamental cuando se trata de abordar los múltiples y acuciantes problemas de la sociedad.

El reportaje se apoya en dos vivencias particulares de su autora. La primera, el encuentro de la reportera a las 4 de la madrugada, cuando iba camino al trabajo, con un grupo de adolescentes de entre 12 y 15 años reunidos en una esquina del Vedado habanero. La segunda, sobre una coreografía interpretada por un nutrido grupo de niños de la escuela primaria 15 de Abril, del también capitalino municipio de 10 de Octubre, con motivo de la celebración del aniversario 57 de la Organización de Pioneros de Cuba, cuyo video la periodista mostró acompañando a su reportaje.

Es de agradecer que finalmente alguien se preocupe por este asunto a pesar de la lentitud de reacción habitual de la prensa gubernamental cuando se trata de abordar los problemas de la sociedad

En el primer caso, Suárez se detuvo a conversar con los muchachos noctámbulos, les preguntó su edad y reflexiona sobre la falta de supervisión de las familias que permiten que estos menores permanezcan hasta altas horas de la noche en la calle, con los riesgos que eso significa.

En el segundo caso, el video presentado en el NTV muestra al grupo de niños de la celebración pioneril, todos con su uniforme escolar, bailando provocativamente al son de música reguetonera, con sensuales contoneos de caderas, glúteos y cinturas. Suárez considera que la fiesta debió celebrarse con una música más apropiada a un público infantil que la que dio lugar al un espectáculo vulgarmente erótico que se desarrollaba sobre el escenario en una escuela.

"¿Son estas las manifestaciones que queremos de nuestros niños?", pregunta de forma retórica la preocupada reportera de la prensa oficial. La periodista insiste en la importancia de "la interacción del niño con la familia", subrayando que la formación de los menores es una tarea "que corresponde a toda la sociedad". Todo lo cual es (o al menos debería ser) cierto.

Sin embargo, quizás llevada por su apasionado interés por la educación y cuidados de los niños, Maray Suárez olvidó informarnos si –tal como cabría esperar– ella misma consultó y pidió autorización a las familias de esos menores antes de exponerlos públicamente interpretando su obscena danza, en un video transmitido por los medios informativos de la TV cubana, sin que nadie se haya tomado el trabajo de pixelar sus inocentes rostros.

¿Acaso esta profesional de la prensa ignora que exponer públicamente imágenes de menores constituye un delito en cualquier sociedad medianamente civilizada del mundo?

¿Acaso esta profesional de la prensa ignora que exponer públicamente imágenes de menores constituye un delito en cualquier sociedad medianamente civilizada del mundo? ¿Dónde quedan, entonces, sus propios valores éticos como periodista? ¿Le parece muy educativo actuar con tan flagrante falta de respeto a los menores y a sus familias?

Lamentablemente, al no ser Cuba un Estado de Derecho, los padres y los niños así vejados están indefensos: no pueden demandar al colosal aparato de prensa oficial ni a la reportera en cuestión.

A pesar de que la reportera aborda el tema de la supervisión familiar, no estaría de más que introdujera una reflexión sobre el papel que los maestros y dirección de la escuela primaria tuvieron en este caso. En última instancia fueron ellos quienes permitieron –y quizás hasta promovieron– el vulgar despliegue danzario de estos menores en la escuela.

Si realmente se quiere superar el problema, la prensa oficial deberá poner a un lado toda la hipócrita pacatería que mediatiza cada información y asumir el reto de describir sin tapujos las oscuras y sucias grietas que laceran la sociedad cubana actual.

La prensa oficial deberá poner a un lado toda la hipócrita pacatería que mediatiza cada información y asumir el reto de describir sin tapujos las oscuras y sucias grietas que laceran la sociedad cubana actual

La tarea es particularmente imposible si tenemos en cuenta que para encontrar solución a temas tan sensibles como el que nos ocupa es preciso dejar de andarse por las ramas. En vez de coquetear con los efectos, primero hay que identificar las causas del mal.

Pero ante un problema profundo en la educación de nuestros menores no serán los comunicadores del monopolio de prensa del Gobierno quienes destapen la olla podrida.

Porque, a fin de cuentas, los periodistas oficiales también son un poco como niños: para publicar todos y cada uno de sus renglones o bocadillos necesitan del consentimiento del principal responsable del desastre: el Gobierno. Y los periodistas del castrismo son, ellos sí, niños respetuosos y obedientes.

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