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Los nuevos escenarios

Dejemos de exigir a un Gobierno extranjero que le exija al nuestro lo que nosotros debemos exigirle

Dagoberto Valdés Hernández

13 de agosto 2015 - 09:24

Se han reabierto las puertas de las embajadas de Cuba y de Estados Unidos. Ha concluido la primera etapa. Muchos dicen que es un acontecimiento histórico. Otros que para Cuba se abren nuevos escenarios.

Al apagarse las luces, acallarse los himnos, comenzarán a pasar los días que, como todos, amanecen para los cubanos de a pie como el tiempo para la lucha por la supervivencia. Sus exigentes demandas cotidianas rebajan la prueba de cambios visibles e inmediatos la altura de las noticias y las astas. ¿Qué hacer para que las altas expectativas no se conviertan en profundas frustraciones? ¿Cómo mirar alto y lejos para dar las dimensiones requeridas a los nuevos escenarios? ¿Serán tan amplios e incluyentes que, bien parados sobre ellos, puedan actuar y expresarse los protagonistas que debemos ser todos los cubanos?

Creo que es la hora de los cubanos, del ejercicio de la soberanía ciudadana. Es la hora de la serenidad, el discernimiento y el compromiso. E intento decir por qué:

- El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos nos ha hecho traspasar el umbral de la era post-revolución. Hace tiempo que esta había dejado de serlo, pero ahora pasó a la posteridad. Comienza la era de la post-confrontación, se abre el itinerario largo y zigzagueante hacia la normalidad, pero es solo la conclusión de una etapa. Lo que vemos aún de ella son solo sus rezagos y estertores.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos nos ha hecho traspasar el umbral de la era post-revolución

- Como han dicho algunos analistas, se ha cerrado la etapa épica para abrir la época de la política, que no es solo la época de los políticos. Esto significa en su sentido más alto y amplio: que toca a nosotros los cubanos la búsqueda del bien común con la participación democrática de los ciudadanos. En el escenario se comienzan a rellenar las trincheras y a ensamblar las mesas de concertación diversas y plurales, aunque aún veamos el humo de los discursos guerrilleros, suframos la represión de los sobrevivientes que se han quedado sin otras armas ni pretextos y la nostalgia de los vencidos de ambos bandos recurra a lo que terminó mientras se redacta entre todos, víctimas y vencidos, el nuevo texto para la nueva república.

- Se ha abierto una puerta a la tolerancia, al diálogo y a la negociación. Todos los bloqueos-embargos, externos e internos, deben desmantelarse y reciclar sus mohosos ladrillos para bloquear la confrontación, el lenguaje agresivo, la descalificación, la exclusión, la represión y la política manigüera de manengues. Los regionalismos y caudillos deben dejar paso a la libertad responsable y la madurez de la polis. Se abre la oportunidad de cerrar la puerta a la república bananera y construir, entre todos los cubanos, Isla y diáspora, una nación moderna y feliz. Se presenta el chance inigualable para ser nosotros mismos y pisar fuerte sobre nuestras diferencias para izar sobre ellas la bandera de la unidad en la diversidad.

- Creo que, por primera vez, en nuestra historia, salvando los doce años que transcurrieron entre 1940 y 1952, los cubanos tenemos la oportunidad histórica de ser los protagonistas de los nuevos escenarios. Todo lo que suceda ahora en Cuba, en la Isla y en la diáspora, solo dependerá de nosotros mismos. Esto sí es un cambio sustancial. Los actores serán actores y los apoyos serán eso, solidaridades.

- El cambio de política y la venidera normalización de relaciones internacionales, y no solo con Estados Unidos, crearán las condiciones para que, por un lado, los cubanos dejemos de esperar de fuera lo que debemos hacer nosotros dentro. Para que los cubanos dejemos de exigir a un Gobierno extranjero que le exija al nuestro lo que nosotros debemos exigirle. Y por otro lado, para que ningún gobierno, nunca más, considere como un derecho la injerencia en los asuntos internos de otro porque ha convertido el diferendo entre ellos en política doméstica.

Dejemos de exigir a un Gobierno extranjero que le exija al nuestro lo que nosotros debemos exigirle

Esta quizá sea la principal oportunidad de los nuevos escenarios. Y la que más depende de nosotros mismos. Aquí se abren, más anchos y más importantes que ambas embajadas, el escenario y el reto para que los cubanos icemos, por nosotros mismos, y sin esperar orientaciones, ni de arriba aquí ni de afuera allá, la bandera del compromiso por Cuba dejando fuera bandos y partidos, como dijo el pinareño José Manuel Cortina, aquel tribuno y padre de la Constitución de 1940 al iniciar los debates de la Asamblea Constituyente: "Los partidos fuera, la Patria dentro".

Creo que estamos en una hora similar a aquella y necesitamos asumir nuestros roles diversos para la causa común, tomar las riendas que nos pertenecen dentro y fuera, las de abajo y las de los que ostentan autoridad que no son más, ni menos, que servidores públicos. Se ha abierto la hora de la madurez cívica y política de los cubanos, del protagonismo y no del patrioterismo ideologizado. Lo dijo en Paraguay el 11 de julio de 2015 el papa Francisco, al que esperamos: "Todas las ideologías han terminado en dictaduras".

Y nosotros, los cubanos, juntos y plurales, debemos decir y hacer que las dictaduras terminen en democracia y que las ideologías se abran a la inclusión, al debate público y a una cultura cívica y política digna del giro trascendental que vivimos, del talento de la nación cubana y de ese futuro democrático, laborioso y próspero, ciudad siempre perfectible, para la que este momento histórico abre puertas al cambio de mentalidades para que levantemos las banderas en que quepamos todos, miremos alto y lleguemos lejos.

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