¿Educación o adoctrinamiento?
Varias generaciones de cubanos han nadado en las profundidades de la doble moral, una de las causas fundamentales de la actual pérdida de valores
La Habana/Desde la publicación de sus Aforismos, José de la Luz sentenció la importancia de la enseñanza para el desarrollo de la cubanidad: "Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra". Lo demostró a escala personal desde su colegio, El Salvador, formando futuros luchadores por la independencia. Sin embargo, por allí pasaron también algunos indiferentes a la política, y otros definitivamente opuestos a nuestra soberanía. Esa educación generó en sus pupilos pensamiento y valores propios y su magisterio se basó en el testimonio personal de una vida convertida en evangelio vivo.
Más adelante, la experiencia democrática de las naciones permitió la formulación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y se conceptualizó una potestad ejercida de antaño: "Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos". Para facilitar el ejercicio de ese derecho, en Cuba existieron colegios públicos, privados y religiosos, con metodologías y estilos distintos. Desde los tiempos del obispo Espada y hasta el año 1959, la brújula del magisterio cubano fue crear una escuela de ciencia, conciencia y virtud, todo de sello cubano.
Con el giro al marxismo, el magisterio tomó el rumbo soviético aplicado en todos los países socialistas de Europa
Con el giro al marxismo, el magisterio tomó el rumbo soviético aplicado en todos los países socialistas de Europa. El proceso fue acelerado, a pesar de encontrarse la libertad de educación entre las otorgadas por la Ley Fundamental de febrero de 1959, teóricamente en vigencia hasta 1976.
La campaña de nacionalización de la enseñanza encontró inútil resistencia por parte de pedagogos y padres de familia. Una premonitoria frase del Diario de la Marina de 1960, además de describir el momento, resume lo ocurrido en las últimas seis décadas de nuestra realidad: "La estatalización de la enseñanza no es más que la esclavización de la ciencia puesta al servicio del poder y supeditada a sus intereses. Y ésta es una táctica infalible de todo Gobierno totalitario, empezando por el comunista. En consecuencia, lo que debiera ser simple medio de difundir ilustración se convierte en arma de partido político, de sectarismo, de pasiones personales".
Todo comenzó inmediatamente después del triunfo con la llamada reforma de la educación. Durante casi dos años, el discurso oficial estuvo pleno de engaño y demagogia. Una enrevesada declaración en octubre de 1959 del ministro de Educación Armando Hart determinó de forma hiperbólica que usar el temor al comunismo refiriéndose a la revolución era ir contra el proceso popular; de donde peligrosamente resultaron sinónimos los términos "anticomunista" y "contrarrevolucionario". Sucesivas declaraciones oficiales posteriores prometieron que no se eliminaría la enseñanza privada, especialmente la católica, alevosa campaña en la cual destacado papel jugó el propio Hart.
Primero, en 1960 se definió el poder regulatorio del ministro de Educación sobre ambos tipos de educación pública y privada
Primero, en 1960 se definió el poder regulatorio del ministro de Educación sobre ambos tipos de educación pública y privada, quedando sujetas a órdenes oficiales. Se implantó el control y unificación de los textos de la enseñanza, un apretón de tuerca a la tradicional inspección metodológica del Estado sobre el proceso pedagógico. Seguidamente, se declaró pública la función de la enseñanza y gratuita su prestación, y se dispuso que correspondía al Estado esa función, medida de la que sólo escaparon los colegios religiosos. Más tarde, la Comisión de Planeamiento Educacional pasó a operar bajo la dirección del ministro y comenzó el descarte o modificación de los libros de texto anteriores. De la nada, intelectuales comunistas como Carlos Rafael Rodríguez y Sergio Aguirre comenzaron a escribir los nuevos textos para enseñar la asignatura de Historia de Cuba.
La reforma terminó en la madrugada del 2 de mayo de 1961, cuando centenares de milicianos, cumpliendo orientaciones de Fidel Castro, ocuparon los colegios privados sobrevivientes. La Ley de Nacionalización de la Enseñanza se emitió un mes después. Se anunció oficialmente que el ruso se convertiría en asignatura obligatoria en nuestras escuelas, para lo cual se prepararía un grupo de 2.300 profesores. Ese desatino quedó finalmente sin cumplir gracias a la resistencia popular, aunque pudimos, eso sí, estudiar esa lengua hasta por la radiodifusión.
Hoy, el discurso de un Gobierno -que es "continuidad" de aquél- califica a los periodistas independientes y opositores de mercenarios al servicio de potencias allende los mares. Siguiendo esa línea de pensamiento, recordemos que entre La Habana y Moscú se extienden miles de kilómetros de mar y tierra; nuestras relaciones comerciales habían sido mínimas hasta 1959; aún menores los contactos culturales; y absolutamente nula la influencia de su modo de vida en nuestra historia y tradiciones patrias. Por consecuencia, los líderes que entonces promovieron el giro al marxismo merecen igual calificación.
A partir de entonces, yo repetí en la escuela: "¡Seremos como el Che!", aunque mi madre me hablara después en casa de su violenta ejecutoria
A partir de entonces, yo repetí en la escuela: "¡Seremos como el Che!", aunque mi madre me hablara después en casa de su violenta ejecutoria, esperanzada en que su hijo no fuera como él. Mis hijos también repitieron la consigna en su escuela, mientras sus padres les enseñaban a la sombra del hogar todas las aristas de la vida y obra del "Guerrillero Heroico". Por último, mi primer nieto, igualmente alumno de esos centros de adoctrinamiento, llegó a preguntar en casa: "Papá, ¿Ese Fidel del que ustedes hablan, es el mismo que me enseñan en la escuela?"
Esa larga cadena de varias generaciones adoctrinadas por la Escuela cubana "reformada", nadando en las profundidades de la doble moral, califica entre las causas fundamentales de la actual pérdida de valores de todo tipo, especialmente de aquellos que impulsan la participación ciudadana, la construcción de la nación.
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