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Secretismo que encoleriza

Sopa de bichos. (14ymedio)
José Gabriel Barrenechea

20 de agosto 2014 - 07:30

El secretismo sigue campeando por sus respetos en Cuba. A pesar de las públicas profesiones de fe antisecretistas del General Presidente, la sociedad cubana continúa tan desinformada como siempre.

El caso de la epidemia de cólera que recorre al país es un buen ejemplo. Según las gargantas profundas que ponen su granito de arena para hacer a nuestro país más transparente, los muertos por esta enfermedad ya ascienden a varias decenas a lo largo de la Isla. Los especialistas temen que el virus haya podido infectar también algunas zonas del manto freático de la zona oriental.

Sin embargo, muy poco se dice de la epidemia de cólera en los medios provinciales y nada en los nacionales. El silencio alrededor del tema alimenta aún más la desidia ciudadana que saca de quicio a las autoridades médicas. La población no se concientiza de la gravedad de la situación y al personal médico solo le está permitido mostrar su alarma en espacios muy restringidos.

"Si nada dicen, compañeros, es que no es grave", aseguran quienes prefieren creer que todo está bajo control ¿No es acaso esto lo único que puede desprenderse de la información sobre el cólera ‒a cuentagotas y cargada de eufemismos‒ que ha logrado colarse en algunos medios locales? Tal pareciera que con esas breves notas triunfalistas quisiera remarcar que el sobresalto solo es fruto de "rumores malintencionados de quienes buscan empañar la obra de la Revolución en cuanto a la salud del pueblo".

El silencio alrededor del tema alimenta aún más la desidia ciudadana que saca de quicio a las autoridades médicas

La falta de transparencia no solo provoca indiferencia en la población, sino también en las autoridades sanitarias que, al no percibir el peligro, no se limitan en su vieja costumbre de desviar los recursos públicos. Por ejemplo, hace dos semanas la Biblioteca Martí de Santa Clara cerró para higienización, ya que uno de sus trabajadores se había enfermado de cólera. Cinco días después aún no había podido ser desinfectada ni reabierta, pues seguía sin aparecer el cloro que Salud Pública había prometido.

La triste realidad es que el cólera quizás haya llegado para hacerse endémico en Cuba tras casi cien años de ausencia. Las deficiencias higiénicas lo favorecen. Paradójicamente, el país con más médicos por habitante carece de acueductos y sistemas de alcantarillado efectivos fuera de la capital ‒donde tampoco funcionan bien‒.

En la ciudad de Santa Clara, las pocas redes hidráulicas que quedan están plagadas de salideros y filtraciones que provocan la contaminación de las aguas. Muchos vecinos reciben agua cada dos semanas, lo que los obliga a abrir pozos en sus patios, en el interior de sus casas y hasta en las aceras. La cercanía de estos depósitos con fosas sépticas facilita la propagación de enfermedades.

La mezcla del cólera y el secretismo alcanza un alto grado de letalidad. No bastan los medicamentos y los cuidados médicos, se necesita también transparencia informativa para detener esta epidemia.

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