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El "pacificador" de Cuba

Cuando vi en el Parque del Retiro por primera vez la estatua de Martínez-Campos, pensé en lo poco que los cubanos conocemos sobre un personaje que tuvo una importancia capital en nuestra historia

Martínez-Campos vuelve a Cuba en 1876 con la misión de conseguir la paz. (14ymedio)
Yunior García Aguilera

08 de noviembre 2023 - 15:27

Madrid/En 1895, cuando prácticamente el resto de América Latina había alcanzado ya su independencia, los cubanos seguíamos siendo colonia de España. Todos los intentos anteriores habían fracasado: la Guerra Grande y la Guerra Chiquita. Y la de Martí, como la llamaba Máximo Gómez, se iniciaba con la temprana e innecesaria muerte de su principal cerebro.

El capitán general de Cuba era por entonces Calleja, quien contaba con unos 14.000 soldados en toda la isla y no le concedió demasiada importancia al nuevo alzamiento. Creía que el conflicto se apagaría pronto por falta de combustible. Pero en España sonaron todas las alarmas. Casi inmediatamente, Calleja fue sustituido por el hombre del Zanjón, "el mayor prestigio militar de España": Arsenio Martínez-Campos Antón.

Para la mayoría de los cubanos, Martínez-Campos solo es recordado por la Protesta de Baraguá. Y de este hecho apenas se nos quedan dos frases: "Guarde usted ese documento"

En el Parque del Retiro, en Madrid, hay una solemne escultura ecuestre dedicada al general español. Cuando la vi por primera vez, pensé en lo poco que los cubanos conocemos sobre un personaje que tuvo una importancia capital en nuestra historia. Para la mayoría de los cubanos, Martínez-Campos solo es recordado por la Protesta de Baraguá. Y de este hecho apenas se nos quedan dos frases: "Guarde usted ese documento" y "No nos entendemos".

Para la España de 1895, el segoviano era una figura de primer orden, con una extraordinaria experiencia militar, teórica y política. Había regresado de su primera estancia en Cuba con el grado de brigadier. Luego participó en las guerras carlistas y fue el artífice de restaurar a los Borbones en el trono, convirtiéndose para los españoles en "el hombre de Sagunto". En 1876 vuelve a Cuba con la misión de conseguir la paz.

Mucho se habla de Maceo y su protesta contra el Zanjón, aunque en realidad, el Titán de Bronce tuvo que salir poco después del país con un salvoconducto. Sin embargo, poco se conoce sobre otro gran cubano y otro acto de resistencia: Ramón Leocadio Bonachea y la Protesta de Jarao. Este fue el último mambí que quedó peleando en Cuba y el único en alcanzar el grado de general de división en la guerra del 68. Y aunque también se vio obligado a partir al exilio, regresó en 1884, siendo apresado y fusilado un año más tarde.

Martínez-Campos vuelve a España siendo "el pacificador" de Cuba. Ocupó el cargo de presidente del Consejo de Ministros y ministro de Guerra. Luego se ocupó de crear la Academia Militar General. Se cuenta que la decisión de enviarlo otra vez a Cuba en 1895 no desató las alegrías del general. La reina regente, en su despedida, le vio descorazonado y pesimista, quedando convencida de que no era el hombre para dirigir aquella guerra. Se dice además que antes de zarpar, murmuraba: "¡Quién sabe! Lo de ahora no es lo de entonces. Tanto va el cántaro a la fuente..."

La caída de Martí en la escaramuza de Dos Ríos no menguó la moral de los mambises, como esperaban los españoles. En junio, Máximo Gómez cruzaba el río Jobabo, entrando a Camagüey contra todo pronóstico. Esto deprimió a Martínez-Campos al punto de querer dimitir. Aunque luego derrotaría a Maceo en su intento de tomar Bayamo con el doble de hombres, algo que le devolvió una pizca de optimismo.

En junio, Máximo Gómez cruzaba el río Jobabo, entrando a Camagüey contra todo pronóstico. Esto deprimió a Martínez-Campos al punto de querer dimitir

Sin embargo, la duda carcomía al general de 64 años. Estaba convencido de que sus intentos de negociar la paz eran infructuosos, porque los partidos habían perdido influencia; porque España no acababa de aplicar la ley Abarzuza, concediendo finalmente la autonomía; y porque la masa de la población apoyaba a los insurrectos. Era consciente de que sería inevitable aislar los poblados, reconcentrar a las familias y cortar los suministros al mambisado. Pero sus principios cristianos y su carácter le impedían semejante crueldad. Llegó a decir: "Creo que no tengo las condiciones para el caso. Solo Weyler las tiene en España".

En noviembre, Gómez arengaba a sus tropas hablando de "la guerra dura y despiadada", en contraste con aquella "guerra generosa y breve" que predicaba Martí. Contaba con 3.000 jinetes para cruzar la trocha que partía la isla a la mitad, y lo lograron. Los españoles hablaban de una "ofensiva fugitiva", ya que el propósito de la columna invasora era huir hacia adelante, evitando enfrentamientos y quemándolo todo a su paso. Martínez-Campos se ofrecía como cebo, para provocar un enfrentamiento directo, pero Gómez y Maceo "culebreaban", dejando al general español con todas las ganas, luchando contra incendios y ciclones.

En febrero de 1896 nombran a Valeriano Weyler como capitán general. Pero Weyler... Weyler es otra historia.

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