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A la prensa oficial se le ha visto actuar torpemente si se le compara con el veloz y viral trasiego de noticias que han logrado tener los cubanos

Imagen del siniestro grabada por uno de los primeros vecinos de la zona que corrieron a auxiliar a las víctimas del vuelo DMJ-972 de Cubana de Aviación accidentado en La Habana. (CC)
Yoani Sánchez

29 de mayo 2018 - 22:08

La Habana/En los últimos días las imágenes de dos lamentables sucesos han saltado de un teléfono móvil a otro por todo el país. Primero fueron los videos del accidente del vuelo de Cubana de Aviación el pasado 18 de mayo y luego las filmaciones de las inundaciones en el centro de la Isla. Tanto en la tragedia como en la emergencia los canales informativos ciudadanos han sido más rápidos y efectivos que los medios oficiales.

A la prensa controlada por el Partido Comunista se le ha visto actuar torpemente si se le compara con el veloz y viral trasiego de noticias que han logrado tener los cubanos gracias a las nuevas tecnologías. Hasta los seguimientos “minuto a minuto” que hace Granma en su sitio digital padecen de las demoras que acarrea el tener que esperar por las autorizaciones sobre qué sucesos contar y cómo abordarlos.

Los diarios de circulación nacional que se distribuyen en la red de estanquillos han silenciado todas las declaraciones de pilotos, azafatas y expertos que señalan los problemas técnicos y las penalizaciones que caracterizaron a la compañía mexicana Global Air en los últimos años. De esas situaciones los cubanos se han enterado exclusivamente a través de las redes alternativas.

A la prensa controlada por el Partido Comunista se le ha visto actuar torpemente si se le compara con el veloz y viral trasiego de noticias que han logrado tener los cubanos

En una escuela secundaria del municipio Plaza de la Revolución los adolescentes se han intercambiado al menos una docena de videos sobre el siniestro aéreo, incluyendo entrevistas con un antiguo empleado de la firma que denunció los problemas técnicos de sus aviones. Callar la existencia de esos testimonios en los noticiarios solo aumenta la distancia entre el periodismo oficial y la realidad.

Mientras la televisión transmite una y otra vez el rostro del presidente Miguel Díaz-Canel en el lugar donde cayó el Boeing 737, por las calles circulan no solo los videos de los primeros vecinos que ayudaron a las sobrevivientes, sino también de los vándalos que intentaron llevarse carteras, celulares y dinero de entre los despojos de la nave. Gracias a las imágenes filmadas por aficionados se ha sabido también de las torpezas del equipo de rescate.

En estos días de lluvias intensas son otra vez los móviles y las cámaras de la gente común y corriente que nos han permitido ver el colapso del puente sobre el ríos Zaza, en Sancti Spíritus, y la dramática situación de familias con sus casas anegadas o sus cosechas perdidas.

En cambio, la televisión nacional ha preferido darle más espacio a la gira de funcionarios que inspeccionan el estado del tabaco en Pinar del Río o a las aburridas reuniones de cuadros partidistas vestidos de verde olivo que aseguran que todo está “resguardado”.

Por las calles circulan no solo los videos de los primeros vecinos que ayudaron a las sobrevivientes, sino también de los vándalos que intentaron llevarse carteras, celulares y dinero de entre los despojos de la nave

Mientras la Defensa Civil no se molestó en decretar la fase informativa, de alerta ni de alarma para los territorios afectados, los residentes de los sitios con más daños avisaban a sus familiares y a residentes de poblados cercanos sobre el avance de las aguas de una presa o el aumento del caudal de un río. No solo la noticia ha viajado de un móvil a otro, sino también la advertencia y la fe de vida.

Vale imaginar este mismo escenario bajo el absoluto control informativo del Gobierno. ¿Saldrían a la luz los antecedentes de un accidente o la envergadura de un desastre natural si los cubanos no tuvieran sus propias fuentes por las que enterarse? La experiencia de los años en que la prensa oficial dominaba completamente la escena indican que no.

Los peligros de este nuevo escenario también son muchos. Imágenes apócrifas, videos falseados y fotos atribuidas a un momento que en realidad pertenecen a otro también abundan en esta avalancha de contenido que se ha desatado en la Isla. Hasta los propios sitios oficiales han reproducido como auténticos algunos de estos bulos.

Sin embargo, más allá del riesgo de los fake news y de la morbosa recreación de algunas de estas imágenes, el saldo final es mucho más positivo que alarmante: los cubanos se están enterando, ahora tienen su propia narrativa del país y han dejado, allá lejos, aquella inocencia informativa que tanto sirvió para aviesos propósitos.

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