Papas, papables y papisas
Naufragios
'Cónclave' falla como película, pero acierta como diagnóstico del pontificado de Francisco, ya demasiado largo
Salamanca/El papa Bergoglio acaba de cumplir 88 años y el cine, que celebró hasta la irritación el comienzo de su pontificado, ahora presiente su fin. Fui a ver Cónclave a sabiendas de que sería una mala película. El tema quedó agotado, por mencionar dos clásicos recientes, con Habemus Papam de Nanni Moretti y The Young Pope de Sorrentino. No obstante, vaticanista aficionado que soy, tenía que ver a Ralph Fiennes como decano del Colegio Cardenalicio, y a Stanley Tucci, John Lithgow y Sergio Castellitto como papables.
Como esta columna no es de cine puedo permitirme el spoiler: en la séptima votación, cuando ya los cardenales se han dado las puñaladas reglamentarias y no parece haber ningún candidato válido, eligen a un misterioso mexicano, Benítez, arzobispo secreto de Kabul. Al principio creemos que Benítez es delicado, luego que está loco, luego que está enamorado de Ralph Fiennes, luego que no quiere ser papa y luego que quiere serlo, pero por humildad jamás lo admitirá.
Al principio creemos que Benítez es delicado, luego que está loco, luego que está enamorado de Ralph Fiennes
Al final, cuando ya tenemos al mexicano listo para vestir la sotana blanca, le confiesa al decano –¡giro medieval!– que no tendrán un papa sino una papisa. Benitez es intersexual. Descubrió su útero cuando lo operaron de apendicitis. El papa recién fallecido lo sabía, pero urdió un plan para que, Espíritu Santo mediante, resultara elegido. A los conservadores que vean la película, la amante del cardenal africano, las cuentas dudosas del inglés y el fascismo del italiano les importarán muy poco. Ese útero teórico es suficiente para el escándalo. Pero esos debates son largos, tediosos, y no me incumben. Lo que sí me interesa es el cadáver del papa antecesor.
Nadie debe pensar que Benítez, aunque es latinoamericano y habla suave y con cariño, es una metáfora de Francisco. Para el cine –¿para todo el mundo?–, Francisco ya no es promesa de nada. El verdadero Francisco es el cadáver que Ralph Fiennes encuentra en las escenas iniciales.
Cónclave imagina la elección de un pontífice para el mundo de hoy –el mundo del islam, la migración y el desconcierto político– sin precisar fechas. Intenta predecir qué tipo de papa puede encabezar la Iglesia después del actual, etiquetado como progresista (aunque no lo sea). ¿Un ultraconservador que condene el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual? ¿Un revolucionario que derogue la obligación del celibato y que permita la ordenación de mujeres? ¿Un moderado? ¿Un intelectual? ¿Un diplomático? Para gustos se han hecho las sotanas.
Lo que la película trae a debate –casi sin quererlo, me atrevo a decir– es el legado de Bergoglio tras 11 años de pontificado
Lo que la película trae a debate –casi sin quererlo, me atrevo a decir– es el legado de Bergoglio tras 11 años de pontificado. Y la evaluación, al margen de la calidad del filme, es demoledora. En primer lugar, Francisco dejará a la Iglesia católica más dividida que nunca: posiciones radicales e incluso fanáticas, nacidas a raíz de comentarios suyos hechos a la ligera; múltiples cismas y peleas –a menudo al más alto nivel– que se disfrazan de diversidad; miles de católicos que siguen viendo en el papa una autoridad, pero que están confundidos por sus frecuentes cambios de rumbo teológicos, morales, doctrinales y sobre todo políticos.
Bergoglio ha sido un papa errático y de improvisaciones, como notó muy temprano el teólogo Hans Küng. Comenzó firmando una encíclica (carta universal) ambientalista de cuyo proyecto ya ni siquiera habla. Se le atribuye la reforma de la Curia –la fascinante maquinaria del poder vaticano–, pero lo que hizo fue conferir autoridad casi policial a una élite de cardenales que le son afines, como Sean Patrick O’Malley, arzobispo de Boston. O’Malley, el hombre de Francisco en La Habana, se reunió con Díaz-Canel en 2021 y le pidió en vano –después de complacerlo con críticas al bloqueo– liberar a los presos del 11J.
Es casi seguro que Bergoglio morirá en el cargo y no seguirá el saludable precedente de Benedicto XVI, que renunció en 2013. Con su imagen actual, moviéndose en sillón de ruedas, jadeando por los problemas respiratorios, volvemos a los tiempos de Juan Pablo II: el papa encorvado por la enfermedad, con aires de martirio. Con el polaco tiene en común, además, un pontificado teatral y mediático, hecho de gestos. Le gustan los récords.
Es casi seguro que Bergoglio morirá en el cargo y no seguirá el saludable precedente de Benedicto XVI, que renunció en 2013
¿Dónde está el progresismo de Francisco? Sigue teniendo una postura medieval sobre el aborto, la eutanasia y los anticonceptivos. Su lenguaje ambiguo sobre la homosexualidad es ya un clásico. Es muy estricto con las edades de retiro de los cardenales –no quiere cáncamos con poder– pero él roza los 90. Es el tercer papa más viejo de la historia, por detrás de León XIII y Agatón, que murió con 102 años en el siglo VII. Solo es progresista por contraste, porque lo precedieron Ratzinger y Wojtyla, dos conservadores.
Bergoglio será recordado también como el papa que ninguneó las necesidades de libertad de los cubanos. Cómo borrar la triste definición de su vínculo con Raúl Castro, “una relación humana”. Cómo olvidar su recibimiento a Díaz-Canel en 2023, un encuentro que pudo evitar alegando que todavía estaba convaleciente tras una operación. El silencio del papa ante la dictadura de Cuba recuerda a los tiempos oscuros de Pío XII, cuya condena al nazismo nunca llegó.
En todo esto pensaba yo cuando Benítez le hablaba a Ralph Fiennes de úteros e histerectomías laparoscópicas. Conclave falla como película, pero acierta como diagnóstico de un pontificado ya demasiado largo. ¿Habrá otro Francisco después de Francisco? ¿Habrá Iglesia católica después de Francisco? No sé. Do you believe in life after love?