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Los pelos de la lengua

El autor tomó esta imagen de una azotea con las palabras 'Vivi' Fidel pintadas, algo que fue denunciado en CNN como una provocación. (Pedro Rodríguez)
Pedro Rodríguez Gutiérrez

20 de septiembre 2016 - 09:34

Miami/Una conocida conductora de programa radial perdió los estribos ante un oyente que opinaba sobre un tema de Cuba, y le gritó: "¡Cállate, que tú llevas un Castro dentro!".

¿Cómo puede alguien que se desgañita luchando, según dice, por la libertad de expresión en Cuba, mandar en Miami callar a alguien que interviene en vivo en la radio solo porque opina diferente? Quien lo hizo, sepa que motivó un pensamiento contrario a su objetivo: "Yo no quiero esa libertad de prensa en Cuba" ya está bueno de ponerle pelos a la lengua de los caribeños, siempre orgullosos de no tenerlos.

A diferencia de otras culturas ensimismadas, la de los caribeños es extrovertida, los guaruras de la información no tienen que esforzarse mucho. Lo mismo en el Parque Central de La Habana que en el Parque del Dominó en la Calle Ocho en Miami, la gente dice lo que le da la gana, pero antes mira quién lo está escuchando.

De la misma forma que hay libertad para mandar callar a alguien por la radio, tampoco hay un solo diario que se atreva a expresarse favorable al más mínimo detalle de la sociedad cubana

En el caso de Estados Unidos, lo primero que suelen hacer los oficiales de Inmigración es mandar callar al cubano con la expresión "limítese a responder lo que se le pregunta", porque si no, recitan una novela de Corín Tellado.

La libertad absoluta no existe y tal vez nunca debería existir. Miren lo que han hecho con el poder absoluto los dictadores. A la libertad de expresión absoluta le pasaría lo mismo que a un papalote sin control. Daría vueltas y se estrellaría en el anarquismo, quién sabe. Pero no hay que exagerar la censura ya extrema, que es el caso del Gobierno, instituciones y personas en Cuba y de exiliados políticos en Miami. No se le debe temer a lo que dice o piensa la gente. La información no es enemiga de nadie, la manipulación, el secretismo, el ocultar detrás de ella abusos de poder o acciones ilícitas, sí son actos de agravio, soberbia y enemistad.

La Pequeña Habana se llenó de gente educada en términos de escolarización, y eso hizo, aparentemente, cundir el pánico. Las generaciones de los ochenta a esta fecha tienden a ser demócratas, no conservadores, pero callandito, porque no encuentran trabajo si hablan mucho. Tiene pelos en la lengua la libertad de expresión también aquí, en este hervidero de opiniones.

—Entonces, ¿usted trabajó para el Gobierno en Cuba?—, le preguntó con el rostro enrojecido una señora a Vivencio.

—En Cuba todo pertenece al Estado...

No le dio el trabajo, después de la entrevista.

Cuba, la de antes, la de ahora, se repite en el interior de los residentes de Miami y sus barriadas y ciudades. De la misma forma que hay libertad para mandar callar a alguien por la radio si su opinión no es compartida, tampoco hay un solo diario que se atreva a expresarse favorable al más mínimo detalle de la sociedad cubana en el último medio siglo.

Hay algo placentero en la ofensa a un gobernante que ganó su voto con promesas incumplidas. Más o menos ese derecho existe en EE UU. Uno llega frente a las oficinas de Gobierno en Miami, una torre sobrevolada frecuentemente por aviones, y aunque el alcalde se sienta comodín en su silla, esperando el bono de fin de año, uno puede decir casi lo que quiera en voz alta o pensar: "Deja que vengan las elecciones...". Realmente no hay nada más libre que el pensamiento.

Aquí hay libertad y hay pelos o peros en la lengua, como en Cuba:

"No vaya a escribir contra el Gobierno", me dijo un dueño de periódico con una pasmosa tranquilidad porque el presidente norteamericano de turno era amigo de la familia.

Hay cosas que cambiar en Cuba y hay cosas que cambiar en Miami, no puedes luchar repitiendo los esquemas del adversario, aunque sea más difícil la lucha, si no, serás igual que el pasado yéndose.

Hay cosas que cambiar en Cuba y hay cosas que cambiar en Miami, no puedes luchar repitiendo los esquemas del adversario, aunque sea más difícil la lucha

¿Cómo puede un experiodista de primera línea del oficialismo identificarse con la política editorial de 14ymedio, voz del pensamiento diferente en Cuba?

Los periodistas cubanos tampoco somos bobos. Ahí estamos, parecemos sordomudos, suecos, sin mirar siquiera de reojo al vigilante. Pero saben y sabemos, al escribir, leer diarios y escuchar emisoras de ambos lados, y sometiéndonos o no a la censura y autocensura, que ese no es el porvenir del periodismo de la Isla. Radio Martí ha progresado sobre el lenguaje de solo diatribas y tonos del siglo pasado que le imprimieron administraciones pasadas. El pensamiento y la expresión diversa son tan imprescindibles como el oxígeno, la libertad de creación, comercio y producción. Cubanos de todas las tendencias y origenes pueden, necesitan coexistir, convivir. La nación necesita defragmentación. Y los periodistas no pueden excluirse.

Revisando una de las fotos que a menudo tomo sobre la Pequeña Habana me pareció ver algo increíble sobre una azotea y acerqué la imagen. Confirmé lo escrito e impronunciable (oh, yo también tengo pelusas en la lengua). Eso fue denunciado en CNN como una provocación. Amanecieron dos patrulleras frente al lugar. Pero nada más ocurrió. Aquí hay libertad de expresión, a veces ejercida desde las sombras por personas, como en este caso, que por el lenguaje parecen ser del consulado nicaragüense cercano. Después lo borraron sigilosamente también. Mírelo usted mismo.

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