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¿Nostalgia del Periodo Especial?

Puercos. (14ymedio)
José Gabriel Barrenechea

30 de julio 2014 - 10:30

La Habana/Conocía de nostalgias por la época colonial, por la republicana y hasta por los "maravillosos" años ochenta, lo que no llegué nunca a imaginar es que alguien pudiera sentir nostalgia por el Periodo Especial. Mas ya todo es posible en esta Isla. Si no me cree, pues lea en el Juventud Rebelde del 23 de junio el artículo "Los niños más felices del mundo", de Glenda Boza Ibarra.

Esta joven del Este cubano nos narra llena de candor sus tiempos infantiles "buenos y lindos", en que se dedicaba –como entretenimiento- a contar los pocos carros que circulaban por su barriada. Al final la periodista asegura: "No me puedo quejar, porque nací en este país, un lugar donde los niños lo tienen todo para ser los más felices del mundo".

En buena medida nuestras condiciones de crianza condicionan nuestros gustos, necesidades y aspiraciones. Un indito guanajatabey percibiría el asqueroso París de 1492 como un paraíso deslumbrante, y a un corral de cerdos como una suite de un hotel tres estrellas.

Las aspiraciones, gustos y criterios de evaluación de esta joven tunera se quedaron tan cortos por la circunstancia en que se desenvolvió su niñez, en medio del Periodo Especial y para colmo en el sufrido oriente cubano. Es precisamente debido a esa circunstancia que ya no ve a los niños descalzos que han vuelto a ocupar nuestras calles, terraplenes y trillos, ni el tremendo retroceso cultural que se ha dado entre mi generación y la suya.

No obstante, parece haber una luz de esperanza para Glenda. La nostalgia no es nada más que el deseo de escapar de un presente problemático hacia un pasado en que las dificultades que ahora padecemos aún no se habían presentado. El que nos confiese que extraña la ingenuidad de su infancia, cuando "no nos preocupaba la caída del Muro de Berlín, ni la desintegración de la URSS" es un reflejo de que ya ha comenzado a ampliar su radio de expectativas, que su nueva circunstancia ha elevado su nivel cultural y sus aspiraciones.

¿Conducirá tal cambio a que Glenda reniegue indignada del corral de puercos, o por el contrario se convertirá en un miembro más de la secta de mantenedores del corral? A eso solo el tiempo puede responder.

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